El impresionante balance de Munilla en San Sebastián

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Monseñor Munilla, con la tradicional "txapela" vasca

Y que va a ser una espada de Damocles sobre la cabeza de su sucesor y de la de quienes han propiciado la sustitución.

Volver al pasado, dilapidar los logros y la labor de Munilla va a ser apuntillar lo que parecía que comenzaba a renacer de la muerte que trajeron Setién y Uriarte  a la diócesis vasca y hoy ya no se calla el personal. Pues que el que vaya a venir que llegue preparado porque le puede caer encima si aparece como puntillero de lo que con tanto esfuerzo  comenzaba a brotar.

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Ahí tenéis lo que ha sido el pontificado de Munilla:

https://www.religionenlibertad.com/personajes/525452172/munilla-legado-san-sebastian-diocesis-dificil.html

Los católicos de San Sebastián, que hoy ya no son los bilduetarras, esos ya se han ido de la Iglesia y no piensan regresar, no van a aceptar la liquidación de la esperanza que supuso en munillismo.

Comentarios
5 comentarios en “El impresionante balance de Munilla en San Sebastián
  1. Es la vuelta atrás: volver a la Iglesia nacionalista-protestante. Joseba en Bilbao, el que tengan preparado para obispo de San Sebastián, el nuevo arzobispo que pongan en Pamplona y tal vez el cambio del obispo de Vitoria para completar el cuadro de la Euskal-Herria y la Iglesia anglicano-protestante-Vasca a su servicio. Los tontos útiles que apostaron por el “converso” Joseba, verán los frutos rápido. Dios les perdone.

  2. No será solamente el obispo de Orihuela-Alicante sino también un colaborador entusiasta de Radio María, la radio de la Virgen. Yo he llegado a escuchar una meditación suya incluso en un autobús urbano. Todos los que escuchamos en Radio María le tenemos en alta consideración y le echarán de menos en san Sebastián.

  3. Conocí a Monseñor Marcelino Olaechea Loizaga , Arzobispo de Valencia, salesiano, que cuando falleció dejó su biblioteca al entonces Seminario Salesiano filosófico de Godelleta.
    Si ha logrado Monseñor Munilla todo lo que ha logrado, no entiendo el cambio.

  4. Nunca estuve en el País Vasco, ni por consiguiente en San Sebastián. Por razones de trabajo me tocó asistir a una reunión en el Ministerio de Cultura de la entonces Unión Soviética bajo la presidencia de Chernenka, en 1983, en la Universidad Karl Marx de Berlín Oriental en pleno comunismo. Pero nunca estuve en el País Vasco. En cierta ocasión tenía sacado incluso el billete para preparar con Koldo Mitxelena un artículo sobre el origen del euskera, tema en el que Mitxelena era máxima autoridad mundial. No pudo ser, sufrí un accidente y él murió al poco. He disfrutado, no obstante, de la amistad y el cariño de numerosos vascos. Me interesaba, sobre todo, el catolicismo vasco, desde mis tiempos de universidad, cuando no había allí universidad y los estudiantes venían a la de Barcelona. El grueso se repartía entre los que ellos mismos llamaban jesuitas y los proetarras. Los jesuitas eran, en su argot, los que ponían reparos a empuñar las armas. De una manera un tanto rocambolesca supe cosas de Argaya, de Setién. Incluso del que sucedió a Setién, Uriarte, cuya catedral de Zamora ví abandonada con las columnas desconchadas. Uriarte, todo un signo de amor a la Iglesia. Alguien ha tildado aquí a Argaya de blando, de contemporizador con el levantisco y proetarra clero vasco. El que me transimitieron a mí era el de un obispo piadoso, desde su época de adlátere de Marcelino Olaechea, de la serie de obispos santos con García Lahiguera. No me adentro en estos berenjenales donde tanto don Paco Pepe como don Antonio Lasierra podrían sacarme los colores. Pese a todos los empeños en reivindicar a Setién por parte de ciertos clérigos etarras, docentes algunos de ellos en la Facultad de Teología del Norte de España, nadie me hará borrar las lágrimas de Argaya por el comportamiento del sujeto. Ni su mirada displicente y altiva ante los pedían respeto a la vida, ni las palabras a María San Gil, ni los balbuceos disparatados ante Savater, ni la soberbia ante Ordóñez, ni la servidumbre ante Ibarreche. Representa, en su persona, la evolución de muchos clérigos vascos. Para conocer los inicios me ayudó mucho la lectura de unas memorias del autor de la biografía del arzobispo Carranza, José Ignacio Tellechea, compañero de estudios de Setién. En su camino a Roma ya prometía el mozo.

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