El arzobispo de Sevilla recuerda costumbres muy olvidadas por los fieles

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Hablaba para Sevilla pero me fue imposible no evocar a Toledo. Con mucho aplauso pero apenas genuflexión.

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Comentarios
5 comentarios en “El arzobispo de Sevilla recuerda costumbres muy olvidadas por los fieles
  1. Como muy bien apunta Hermenegildo han sentado mal las palabra de nuestro arzobispo referidas a las «sobreabundantes» representaciones de algunas hermandades con 300 hermanos con cirios, demasiadas personas en la procesión que dura en pasar dos horas y media, se hace insoportable ver desfilar a 4000 cofrades muchos de ellos saludando a sus conocidos. Deberían las hermandades reducir sus representaciones en la procesión, se puede participar en ella como espectador, a primera hora había muy pocos y menos que va a haber de seguir aumentando el número de los que salen.

  2. La erradicación de arrodillarse promovido por los vetustos curas progres es uno de los motivos de la descristianización. Recuerdo a un cura que recriminó a mi hijo pequeño porque hizo una genuflexión ante el Santísimo. Gentuza diabólica.

  3. Adoro te devote, latens Deitas,
    Quae sub his figuris vere latitas:
    Tibi se cor meum totum subiicit,
    Quia te contemplans totum deficit.
    Visus, tactus, gustus in te fallitur,
    Sed auditu solo tuto creditur.
    Credo quidquid dixit Dei Filius:
    Nil hoc verbo Veritatis verius.
    In cruce latebat sola Deitas,
    At hic latet simul et humanitas;
    Ambo tamen credens atque confitens,
    Peto quod petivit latro paenitens.
    Plagas, sicut Thomas, non intueor;
    Deum tamen meum te confiteor.
    Fac me tibi semper magis credere,
    In te spem habere, te diligere.
    O memoriale mortis Domini!
    Panis vivus, vitam praestans homini!
    Praesta meae menti de te vivere
    Et te illi semper dulce sapere.
    Pie pellicane, Iesu Domine,
    Me immundum munda tuo sanguine.
    Cuius una stilla salvum facere
    Totum mundum quit ab omni scelere.
    Iesu, quem velatum nunc aspicio,
    Oro fiat illud quod tam sitio;
    Ut te revelata cernens facie,
    Visu sim beatus tuae gloriae.
    Amen
    Te adoro con devoción, Dios escondido,
    oculto verdaderamente bajo estas apariencias.
    A Ti se somete mi corazón por completo,
    y se rinde totalmente al contemplarte.
    Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto;
    pero basta el oído para creer con firmeza;
    creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios:
    nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.
    En la Cruz se escondía sólo la Divinidad,
    pero aquí se esconde también la Humanidad;
    sin embargo, creo y confieso ambas cosas,
    y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.
    No veo las llagas como las vio Tomás
    pero confieso que eres mi Dios:
    haz que yo crea más y más en Ti,
    que en Ti espere y que te ame.
    ¡Memorial de la muerte del Señor!
    Pan vivo que das vida al hombre:
    concede a mi alma que de Ti viva
    y que siempre saboree tu dulzura.
    Señor Jesús, Pelícano bueno,
    límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre,
    de la que una sola gota puede liberar
    de todos los crímenes al mundo entero.
    Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego,
    que se cumpla lo que tanto ansío:
    que al mirar tu rostro cara a cara,
    sea yo feliz viendo tu gloria.
    Amén.

  4. Se abusa del aplauso para todo y cualquier cosa. Hasta se aplaude al muerto en los funerales.
    En cambio, al paso de nuestro Dios encarnado ¿ponerse de rodillas? Cosa antigua de cristianos inmaduros, felizmente superada por la primavera conciliar.
    Qué contraste pavoroso con nuestros mayores en la fe. Recuerdo con emoción la imagen impresionante, hace años en una procesión madrileña del Corpus, de un anciano en silla de ruedas que, al paso del Santísimo, hacía esfuerzos denodados por ponerse torpemente en pie, aunque sus acompañantes porfiaban por disuadirle, y al tiempo inclinaba profundamente la cabeza. Alrededor suyo, incomprensión de su gesto y turistas semidesnudos haciendo fotos con el teléfono móvil. La vieja España católica frente a la barbarie contemporánea.
    Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar.

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