| 10 febrero, 2022
De Hispania Martyr:
Onaindía cuenta así el resultado de la entrevista al Vicario General :
«Padre Torrent, porque el señor Obispo lleva a tal extremo su intransigencia y terquedad,
que, habiéndole yo dicho:
-mañana mismo pasará su Ilustrísima la frontera, si promete no volver a la España
facciosa, ha llegado a responderme:
-«Señor Onaindía, soy Obispo católico y debo estar a las órdenes del Romano Pontífice. No puedo, de consiguiente, aceptar esa condición, aunque el rechazarla me cueste la libertad y la vida».
Ante tal respuesta, el emisario no se atrevió a insinuarle la segunda condición, que sería la de reconocer haber sido presionado a firmar la Carta Colectiva del
Episcopado.
A fines de septiembre le llevaron a la cárcel el pliego decargos para que los contestara. El Vicario General, P. Torrent le trajo el «Codex» para argumentar su defensa, y narra que a la imputación de
haber firmado la Carta Colectiva, Mons. Polanco respondió:
“Hay en la carta doctrina y hechos. En cuanto a la doctrina nada tengo que rectificar, pues es doctrina de la Iglesia. En cuanto a los hechos cabe algún error, que, una vez demostrado, lo rectificaré con gusto; mas en el hueco del dato erróneo, eliminado y rectificado, puedo colocar otros de los que fui testigo; por ejemplo, los crímenes rojos de Albarracín, que no puedo ni debo silenciar».
Tras entregar el obispo la contestación a los cargos, no se practicó diligencia alguna y el expediente fue archivado.
Durante los trece meses en que Mons. Polanco estuvo preso hubo distintas gestiones para
su liberación, la mayoría a través de dirigentes nacionalistas vascos aliados al Gobierno
republicano, y de Unió Democrática en Cataluña, pero todas fracasaron.
El 30 de julio el P. Torrent llevo la Comunión al obispo y a sus sacerdotes compañeros de
cautiverio, y les autorizó a celebrar misa en su celda. Las mujeres de la capilla vasca le
llevaron una casulla y ornamentos pero el obispo se negó a recibir nada de ellas, por lo que
tuvieron que dárselo al Vicario Episcopal para que se lo hiciera llegar.
La primera misa la dijo el obispo el 28 de agosto, fiesta de su Padre San Agustín. Cada quince días el P. Torrent le llevaba formas y vino. Recibió del cardenal Verdier un preciado regalo que le
había pedido a través de un mediador: una reliquia de santa Teresita del Niño Jesús que
llevó consigo hasta la muerte.
Salida de los presos del “19 de julio” hacia la frontera francesa
El 23 enero de 1939, ante la inminencia de la entrada de los nacionales en Barcelona, los
presosson llevados a Santa Perpetua y Ripoll, y de allí a pie a San Juan de las Abadesas bajo
torrencial aguacero. El 31 de enero los presos mayores de 50 años fueron llevados a Pont
de Molins.
Llegó orden de Vicente Rojo que «el Obispo de Teruel y demás personalidades de relieve
fueran llevadas a Valencia desde Rosas» para posibles canjes, pero haciendo caso omiso, Enrique
Líster ordenó al comandante Pedro Díaz
se apoderara de los recluidos en Pont de Molins y los asesinara, lo que éste hizoa las afueras del pueblo.
Aquel 7 de febrero de1939 las almas de Mons. Anselmo Polanco y de Don Felipe Ripoll llegaban directamente al Cielo, pues para los mártires no hay purgatorio.
Su camino del calvario en Barcelona lo recordaremos el próximo sábado 12 de febrero,reuniéndonos a las 11 de la mañana a la entrada de la Parroquia de San Raimundo de Peñafort (Rambla de
Cataluña-
Rosellón. Metro Provenza) donde nos encomendaremos también a la Beata martir Josefina
Sauleda ante su imagen y reliquia,y de allí nos dirigiremos al próximo Convento de las Siervas
de María, (C/ Enrique Granados 16) donde visitaremos sus locales de prisión y veneraremos las reliquias del Beato Obispo Polanco, invocanso su protección
.
Invitamos a nuestros socios y simpatizantes al acto.
Pienso yo, y no sé si será acertado pensar, que el florecimiento del cristianismo- catolicismo, en España, recién acabada la Guerra Civil, se debió, en buena parte, al martirio de tantos creyentes durante toda la contienda. A Dios sean dadas las gracias, por ello. El testimonio del Padre Polanco, manifiesta que la saña y maldad de los Rojos lo fué en todo
el tiempo que duraron las hostilidades, pues su martirio fué el último , de los trece prelados que dieron su vida por la fe.