En los acontecimientos de la vida pública de Jesús, María aparece en pocos momentos, pero todos ellos son importantes para entender su misión en el plan de Dios y su relación con Cristo y con toda la humanidad.
Según el evangelio de San Juan, la celebración de una boda en Caná de Galilea es el momento en el que Jesús realizó el primero de sus signos, convirtiendo el agua en vino. El evangelista interpretó este hecho como la primera manifestación de la “gloria” de Cristo, lo que provocó que los discípulos creyeran en Él (Jn 2,11). Nos encontramos, por tanto, ante un acontecimiento solemne, porque constituye el comienzo de la actuación salvífica de Jesús y de la revelación de su identidad divina, revelación que culminará cuando llegue la hora de pasar de este mundo al Padre (Jn 13,1), muriendo y resucitando por nosotros.
En este momento, en el que el Hijo comienza a actuar, está la Madre. En el cuarto evangelio, que no narra los acontecimientos del nacimiento y de la infancia de Cristo, la boda de Caná de Galilea es también el momento en el que María aparece por primera vez. Reaparecerá de nuevo en el Gólgota, junto a la cruz. San Juan aprovecha la presencia de María en esta celebración para presentarla a los lectores de su evangelio. En las palabras y en la actuación de la Virgen se insinúa su misión como cooperación a la obra de la Redención.
La narración del milagro concede protagonismo a María. De hecho, el evangelista indica su presencia antes que la del Hijo y los discípulos: “había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda” (Jn 2,1-2). María es también quien advierte la situación delicada en la que se encuentran los novios: “Faltó el vino, y la Madre de Jesús le dice: <<No tienen vino>>” (Jn 2,3). Ella es quien percibe la necesidad y la hace ver a su hijo. Pero en este modo de actuar no sólo hemos de ver la simple indicación de una necesidad: la Madre le está pidiendo al Hijo que actúe para solucionar este problema. En este primer momento de la escena, María aparece como la que está atenta a las necesidades de aquellos esposos y las presenta a su hijo. Pero la falta de vino es signo de la necesidad de salvación que tiene la humanidad. María le está recordando a Jesús que la humanidad está necesitada de que comience a actuar.
La respuesta del Señor diciéndole que todavía no ha llegado la hora (Jn 2,4), aunque es cierta, porque la “hora” de la salvación será su muerte y resurrección, no desanima a María que, ejerciendo plenamente la autoridad que como madre tiene sobre el hijo, dice a los criados: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5). Esta actuación decidida provoca que se adelante la hora de la manifestación mesiánica de Cristo. La Virgen ha “forzado” a Jesús a actuar.
La meditación de este acontecimiento nos debe llevar a una gran confianza en la Madre del Señor: Ella ve nuestras necesidades, las presenta ante su hijo y le fuerza a actuar. Pero también a pensar que las palabras dirigidas a los sirvientes están dirigidas a todos nosotros: si queremos obtener la salvación, simbolizada en el vino nuevo que Jesús nos da, debemos hacer lo que Él nos diga.
Con mi bendición y afecto.
+ Enrique Benavent Vidal
Obispo de Tortosa