El cardenal Walter Brandmüller ha lanzado una profunda reflexión sobre el papel de las conferencias episcopales en la vida de la Iglesia y cómo estas estructuras han contribuido a la decadencia de la fe en ciertos contextos.
A lo largo de su análisis, publicado por el vaticanista Sandro Magister en su blog personal, Brandmüller subraya la necesidad urgente de revisar la naturaleza y funciones de estas conferencias, así como de recuperar la estructura sinodal auténtica que, en su opinión, ha sido marginada por estas organizaciones burocráticas.
Brandmüller comienza su artículo recordando las palabras de San Pablo en su Carta a los Romanos: «No os conforméis a este siglo…». Según el cardenal, esta advertencia es aplicable no solo a la vida individual de los cristianos, sino también a la propia estructura de la Iglesia. En este sentido, plantea una pregunta crucial: «¿Es la conferencia episcopal –como a menudo se afirma– un órgano de colegialidad episcopal según las enseñanzas del Concilio Vaticano II?».
Para responder a esta cuestión, el nonagenario purpurado alemán traza una comparación entre la conferencia episcopal y el sínodo provincial, el cual describe como «el órgano auténtico y originario de la colegialidad». En su explicación, señala que el sínodo provincial no es «fruto de un acto meramente burocrático-administrativo, sino de un proceso orgánico sacramental-jerárquico». Es decir, es una asamblea de obispos dentro de una provincia eclesiástica que surge de la tradición viva de la Iglesia, desarrollada a través de la «traditio in actu», o tradición en acción. En este contexto, Brandmüller subraya que el sínodo provincial tiene autoridad docente y pastoral, además de un carácter vinculante en su legislación.
En contraste, el cardenal germano afirma que la conferencia episcopal «difiere de manera fundamental de todo esto». A diferencia del sínodo provincial, la conferencia episcopal es una asamblea de obispos cuyas diócesis suelen estar ubicadas en el territorio de un Estado laico. Por tanto, «el principio organizativo de la conferencia episcopal no es de carácter eclesiológico sino político». Esto, según el cardenal, introduce una dinámica diferente, ya que la conferencia episcopal surge para gestionar las relaciones entre la Iglesia y el Estado, no para ejercer colegialidad en el sentido tradicional de la Iglesia.
El Surgimiento de las Conferencias Episcopales
El cardenal continúa su análisis explicando que las conferencias episcopales se crearon principalmente en el siglo XX y que, inicialmente, su función se limitaba a cuestiones «relativas a la vida de la Iglesia precisamente en este marco político de referencia». Sin embargo, a lo largo del tiempo, estas conferencias han asumido una relevancia que va más allá de su propósito original. En este sentido, Brandmüller observa que «acontecimientos concretos han hecho que la conferencia episcopal se ocupe también, si no principalmente, de cuestiones internas de la Iglesia».
Brandmüller cita el número 23 de la constitución conciliar Lumen Gentium como una referencia que se utiliza para justificar esta nueva función. En este texto, se menciona de manera tangencial que la conferencia episcopal puede «contribuir de múltiples y fructíferos modos a la realización concreta del espíritu colegiado». Sin embargo, el cardenal considera que esta interpretación ha llevado a una distorsión del rol de las conferencias episcopales, otorgándoles una autoridad que no les corresponde.
Un ejemplo que ilustra esta evolución es la postura del teólogo Joseph Ratzinger, quien en su juventud sostenía que las conferencias episcopales representaban una posible «encarnación actual de la estructura sinodal de la Iglesia primitiva». No obstante, con el tiempo, Ratzinger cambió de opinión, llegando a una visión más crítica. Brandmüller lo describe así: «La experiencia de los acontecimientos posconciliares le llevó, ahora prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a una visión decepcionada y más crítica de la conferencia episcopal». Según el cardenal, la razón de este cambio fue el creciente poder que las conferencias episcopales comenzaron a adquirir, lo cual les otorgaba una apariencia de «cuerpo jerárquico intermedio entre la Santa Sede y el obispo individual».
Los peligros de la burocratización
Uno de los puntos más críticos del análisis de Brandmüller es la advertencia sobre los peligros de la burocratización dentro de las conferencias episcopales. El cardenal sostiene que «el aparato burocrático de las conferencias episcopales se hizo cargo cada vez más de las cuestiones que concernían al obispo individual». Esta situación ha tenido como consecuencia que la autonomía y la libertad de los obispos se vean cada vez más restringidas, lo que ha dado lugar a un «pensamiento grupal, de conformismo e irenismo», que limita la capacidad de los obispos para actuar de manera independiente.
El cardenal también señala que esta situación preocupa profundamente, ya que «el poder pastoral del obispo es directamente de derecho divino», y la conferencia episcopal, al asumir más funciones, tiende a usurpar ese poder. Esta crítica no es nueva; de hecho, el Papa Juan Pablo II, en su *motu proprio* «Apostolos suos» de 1998, expresó su preocupación por el creciente papel de las conferencias episcopales, recordando que la autoridad y responsabilidad pastoral recae directamente en cada obispo, no en la conferencia como tal.
Otro aspecto central del análisis de Brandmüller es el peligro que representan las conferencias episcopales nacionales. En sus palabras, «lo que merece más críticas es el concepto de una conferencia episcopal nacional, en una Iglesia que es ‘de todas las tribus, lenguas y naciones'». Este enfoque nacionalista, según el cardenal, puede debilitar la unidad de la Iglesia universal y abrir la puerta a la creación de «verdaderas Iglesias nacionales que, en una unión flexible a lo sumo con la sede de Pedro, vivirían una vida propia regulada por el Estado».
Brandmüller advierte que la existencia de regulaciones nacionales especiales dentro de la Iglesia, como las diversas interpretaciones de la exhortación apostólica Amoris Laetitia por distintas conferencias episcopales, pone en peligro la unidad doctrinal. Esta fragmentación no solo afecta a la interpretación de documentos pontificios, sino también a aspectos fundamentales como la liturgia, donde la introducción de lenguas nacionales ha generado una mayor diversificación.
La necesidad de revalorar el Sínodo provincial
Frente a los desafíos que plantea la burocratización de las conferencias episcopales, Brandmüller aboga por una revalorización del sínodo provincial, que considera el órgano legítimo para el ejercicio colegial del ministerio pastoral. A diferencia de las conferencias episcopales, el sínodo provincial tiene una base sacramental y litúrgica que le otorga una mayor autoridad en cuestiones «ad intra» de la vida de la Iglesia, como la doctrina, los sacramentos y la pastoral.
El cardenal insiste en que «una clara separación de las funciones y ámbitos de responsabilidad de la conferencia episcopal y del sínodo» es esencial para restaurar el equilibrio dentro de la Iglesia. Asimismo, subraya que el sínodo provincial es más que una simple reunión administrativa, ya que «este sínodo o concilio provincial es ya en sí mismo una liturgia, siendo una forma sagrada del ejercicio del ministerio docente y pastoral fundado en la ordenación de los obispos reunidos».
Brandmüller concluye su reflexión con un llamado a la desecularización de la Iglesia. En su opinión, es fundamental recuperar la estructura sinodal tradicional y limitar el papel de las conferencias episcopales a la gestión de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Al mismo tiempo, aboga por restaurar el sínodo provincial como el espacio donde los obispos ejerzan su ministerio de manera colegiada, con base en los sacramentos y en una tradición de siglos.
Este cambio, según el cardenal, sería un paso decisivo hacia «un renacimiento espiritual de la Iglesia, especialmente en Europa», y permitiría recuperar la verdadera esencia del ministerio episcopal, tal como ha sido concebido desde los primeros tiempos de la Iglesia.