El Papa Francisco ha dedicado la catequesis de este miércoles a «un vicio bastante feo»: la tristeza.
El Santo Padre ha animado a combatir esa tristeza «que se insinúa en el alma y la postra en un estado de abatimiento» ya que «proviene del maligno».
«Es una gracia gemir por los propios pecados, recordar el estado de gracia del que hemos caído, llorar porque hemos perdido la pureza con la que Dios nos soñó», ha dicho el Pontífice.
El Obispo de Roma ha recordado en su catequesis que «por muy llena que esté la vida de contradicciones, de deseos incumplidos, de sueños no realizados, de amistades perdidas, gracias a la resurrección de Jesús podemos creer que todo se salvará.»
[El siguiente texto también incorpora partes no leídas que se consideran pronunciadas]
Catequesis. Vicios y virtudes. 7. La tristeza.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En nuestro recorrido de catequesis sobre los vicios y las virtudes, hoy nos detenemos en un vicio bastante feo, la tristeza, entendida como un abatimiento del ánimo, una aflicción constante que impide al ser humano experimentar alegría por su propia existencia.
Ante todo, hay que señalar que, respecto a la tristeza, los Padres hacían una distinción importante. Hay, en efecto, una tristeza que conviene a de la vida cristiana, y que con la gracia de Dios se transforma en alegría: ésta, por supuesto, no debe rechazarse y forma parte del camino de conversión. Pero existe también un segundo tipo de tristeza que se insinúa en el alma y la postra en un estado de abatimiento: es este segundo tipo de tristeza el que hay que combatir resueltamente y con todas las fuerzas, porque procede del Maligno. Esta distinción la encontramos también en San Pablo, que cuando escribe a los Corintios dice lo siguiente: «La tristeza que proviene de Dios produce un arrepentimiento que lleva a la salvación y no se debe lamentar; en cambio, la tristeza del mundo produce la muerte.» (2 Cor 7,10).
Hay, entonces, una tristeza amiga que nos lleva a la salvación. Pensemos en el hijo pródigo de la parábola: cuando toca el fondo de su degeneración, experimenta una gran amargura, y esto le impulsa a recapacitar y a decidir volver a la casa paterna (cfr. Lc 15, 11-20). Es una gracia gemir por los propios pecados, recordar el estado de gracia del que hemos caído, llorar porque hemos perdido la pureza con la que Dios nos soñó.
Pero hay una segunda tristeza, que es una enfermedad del alma. Surge en el corazón humano cuando se desvanece un deseo o una esperanza. Aquí podemos referirnos al relato de los discípulos de Emaús. Aquellos dos discípulos salen de Jerusalén con el corazón desilusionado, y se confían al forastero, que en cierto momento los acompaña: «Nosotros esperábamos que fuera él – o sea, Jesús – quien librara a Israel.» (Lc 24,21). La dinámica de la tristeza está ligada a la experiencia de la pérdida. En el corazón del ser humano nacen esperanzas que a veces se ven defraudadas. Puede tratarse del deseo de poseer algo que no se puede conseguir, pero también de algo importante, como la pérdida de un afecto. Cuando esto sucede, es como si el corazón del ser humano cayera en un precipicio, y los sentimientos que experimenta son desánimo, debilidad de espíritu, depresión, angustia. Todos pasamos por pruebas que nos generan tristeza, porque la vida nos hace concebir sueños que luego se hacen añicos. En esta situación, algunos, tras un tiempo de agitación, se apoyan en la esperanza; pero otros se regodean en la melancolía, dejando que ésta se pudra en sus corazones. ¿Se siente placer en esto? Verán: la tristeza es como el placer del no-placer; es como tomar un caramelo amargo, sin azúcar, malo, y chupar ese caramelo. La tristeza es el placer del no-placer.
El monje Evagrio explica que todos los vicios persiguen un placer, por efímero que sea, mientras que la tristeza disfruta de lo contrario: del adormecerse en una tristeza sin fin. Ciertos lutos prolongados, en los que una persona sigue agrandando el vacío de quien ya no está, no son propios de la vida en el Espíritu. Ciertas amarguras resentidas, en las que una persona tiene siempre en mente una reivindicación que le hace adoptar el papel de víctima, no producen en nosotros una vida sana, y menos aún cristiana. Hay algo en el pasado de todos que necesita ser sanado. La tristeza, de ser una emoción natural, puede convertirse en un estado de ánimo maligno.
Es un demonio taimado, el de la tristeza. Los padres del desierto la describían como un gusano del corazón, que roe y vacía a quien lo alberga. Esta imagen es buena, nos ayuda a comprender. Entonces, ¿qué debo hacer cuando estoy triste? Detenerte y ver: ¿esta tristeza es buena? ¿No es una buena tristeza? Y reaccionar según la naturaleza de la tristeza. No se olviden de que la tristeza puede ser algo muy malo que nos lleva al pesimismo, nos lleva a un egoísmo que difícilmente se cura.
Hermanos y hermanas, debemos tener cuidado con esta tristeza y pensar que Jesús nos trae la alegría de la resurrección.
Por muy llena que esté la vida de contradicciones, de deseos incumplidos, de sueños no realizados, de amistades perdidas, gracias a la resurrección de Jesús podemos creer que todo se salvará. Jesús ha resucitado no sólo para sí mismo, sino también para nosotros, a fin de rescatar todas las felicidades que no se han realizado en nuestras vidas. La fe expulsa el miedo, y la resurrección de Cristo quita la tristeza como la piedra del sepulcro. Cada día del cristiano es un ejercicio de resurrección. Georges Bernanos, en su famosa novela Diario de un cura rural, hace decir al párroco de Torcy lo siguiente: «La Iglesia dispone de la alegría, de toda esa alegría que está reservada a este triste mundo. Lo que han hecho contra ella, lo han hecho contra la alegría». Y otro escritor francés, León Bloy, nos dejó esta maravillosa frase: «No hay más que una tristeza, […] la de no ser santos». Que el Espíritu de Jesús resucitado nos ayude a vencer la tristeza con la santidad.
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Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. El próximo domingo celebramos la Jornada Mundial del Enfermo. Pidamos a María, Salud de los enfermos, por todos los que sufren, para que sepan poner su confianza en Dios, experimentando la alegría de saberse amados por Él. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
Y no olvidemos las guerras, no olvidemos la atormentada Ucrania, Palestina, Israel, los Rohingya, muchas, muchas guerras que hay por doquier. Recemos por la paz. La guerra es siempre una derrota, siempre. Recemos por la paz. Se necesita la paz.
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Francisco sólo habla de lo políticamente correcto, y se niega a hacer catequesis contra el globalismo del NOM que hunde la agricultura y la ganadería, ni tampoco contra la ideología de género, ni contra el aborto. De estas cosas no habla, porque está aliado ideológicamente con quienes promueven estas iniquidades.
Y siempre diciendo estupideces como esta: «Jesús ha resucitado no sólo para sí mismo».
¡Una camisa de fuerza para este vejestorio insoportable!
Lo dice el Gran Entristecedor…
Hoy tenemos a Francisco de psicólogo, y se muestra alegre, es como el chiste de la hiena, vive en el desierto, se alimenta de carroña, y hace el amor una vez cada cinco años; de qué co ño se ríe. Francisco ha hundido las ilusiones de millones de cristianos, ha provocado ansiedades y depresiones sin fin, y encima les echa la culpa a ellos. Como va a estar alegre un católico viendo como se va hundiendo la iglesia de Cristo poco a poco como el Titanic. Lo peor que le puede pasar a un bautizado es perder a la iglesia fundada por el Redentor, la iglesia de sus mayores, no hay nada peor, y eso es lo que está pasando. Tenemos la esperanza de que Cristo vendrá a restaurar su reino, pero no sabemos cuando. Algunos han perdido ya la paciencia, y llega la desesperación y llega la depresión y se desea la muerte, no merece la pena vivir así en este mundo del diablo. Y encima no hacemos nada efectivo para salvarla, solo quejarnos.
¿Qué podemos hacer más allá de quejarnos? Si los curas están callados, todos con miedo, si es que no son de los progres papólatras que están contentos con esta decadencia…
Poco sacerdotes se enfrentan a él, la verdad. Quizá cuando se le vea más aún el plumero, salgan en defensa de la iglesia.
Muy buen comentario Santa Cruz cuánta razón lleva.
Cuando el Señor nos libre del peor pontificado de la historia, una oleada de optimismo y alegría inundará la Iglesia.
Alejandro VI no fue el peor papa de la historia ni de coña (pese a los guiones de series para incultos escritos por otros incultos, o libelos de heterodoxos y otros enemigos de Cristo y de su Iglesia, incluidos los internos). Ser malo en lo referente a un cargo (papa, en este caso), no hace referencia a su conducta privada o a lo pecador que fuera; a Alejandro VI no se debe herejía alguna, ni contradecía al propio Cristo, ni escandalizaba o animaba a pecar a otros. A ver si estudia usted un poco, Miss «jajajá», que Netflix no vuelve culto a quien es un mostrenco (que es su caso).
Francisco no es un mal papa, es un papa que no gusta a los integristas, a los preconciliares, a los rígidos a todos los talibanes católicos y a los dueños de la Iglesia que hasta ahora han hecho lo que les ha dado la gana.
Le ha tocado bregar en tiempos muy difíciles y con varios frentes abiertos,
Que Dios lo ayude.
Ese optimismo y alegría que según Vd. llegará a la Iglesia no va a permear a todos los católicos, se quedará como mucho dentro de algunos movimientos,
a los que yo veo siempre alegres,contentos y risueños; no se si su alegría es real o fingida, pero tristes no parecen.
Lo que sí está claro es que el mundo y la sociedad va a cambiar radicalmente en los próximos años y a una velocidad nunca conocida. Esto no lo va a parar nada ni nadie, habrá que adaptarse o quedarse definitivamente descolgado y ser totalmente irrelevante.
Cuídese de la papolatría, que es grave pecado.
No soy papolatra.
No he visto nunca mayor papolatría que con Juan Pablo II.
Tal vez la inventó y desarrolló él, con la ayuda de algúnos movimientos ultracatólicos que movilizaban a través de sus organizaciones,colegios, universidades… a un número descomunal de fieles.
Cómo este papa no les gusta, se acabaron las fervientes y devotas multitudes de fieles.
Lo más triste es que todos estos mercachifles aspiran a ser santos,cuando menos beatos.
Francisco y Benedicto lo sabían y prefierían que acudiesen menos
multitudes pero más leales nobles y entregadas a Dios.
A lo divino, no a lo terreno.
«Francisco no es un mal papa…»
Un «mal papa» a secas, no: el peor (hasta que un papa futuro lo declare anti-papa, como ya ha ocurrido más de 35 veces en la historia de la Iglesia)
«es un papa que no gusta a los integristas, a los preconciliares, a los rígidos a todos los talibanes…»
Esa es la prueba del algodón: si le encanta a un anticatólico como usted, es que es malo.
«…habrá que adaptarse o quedarse definitivamente descolgado y ser totalmente irrelevante»
Los progresaurios siempre con la misma cantinela, pese a los resultados: se extinguen (ley de vida) sin reemplazo generacional. La juventud prefiere lo eterno, la fe católica, la moral sin rebajas ni engaños. Así que, el último de ustedes que apague la luz.
Pues nada, Artaxerxes, siga usted al Mundo en lugar de a Dios, como hace Bergoglio. A lo mejor llega a ministro. O cardenal.
Me llegó un libro de Jean Francois
CATALAN, Depresión y Vida Espiritual. Ya por las referencias históricas me es de extraordinaria
ayuda. Tantas piedras caen de la mochila cuando se recibe una buena
información.
Cordiales Saludos
Pablo E.
Ignoro cómo será ese libro, pero su autor, jesuita de 104 años (sigue vivo), no parece muy confiable: en una entrevista sobre este tema que le hizo Luc Adrian en 2.000, no se le ocurrió otra cosa que sugerir que Nuestro Señor Jesucristo padecía depresión, haciendo afirmaciones disparatadas de este calibre:
«El desamparo absoluto culmina en su ‘Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’. Pero el Hijo dice, no obstante, ‘Dios mío…’. Es la última paradoja de la Pasión: JESÚS TIENE FE en su Padre en el momento mismo en que su Padre parece abandonarlo. ¡El ACTO DE FE pura, lanzado en la noche!»
Alguien debería explicarle a este jesuita que Cristo es el Verbo de Dios encarnado; la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, no un mero hombre, y que, por ello, no puede tener fe como virtud teologal (que supone asentir a la revelación de Dios), porque incluso su naturaleza humana está informada por la visión beatífica que supone la Unión Hipotática.
Estimado Sr. KATHOLISCHVS
Después de recorrer muchos km
en busca de explicación y de res-
puestas que me dejaron muchas veces como Adán en el día de la Madre…Tres años incluso habiendo llevado ejemplos identicod de la médicina
y no se contestaron…
La información sobre este libro
me la hizo llegar una amiga, una de
las pocas personas que no dejaron de acompañar. Ya leí
el libro del Padre Catalan. Es
una gran ayuda a los que navegamos en horas de la noche
tratando de comprimir preguntas que ya son menos.
No me creería lo que llevamos
detrás de este problema y la falta
de respuestas a pedidos de ayuda
o respuestas a cosas elementales.
En efecto ya hicimos buenos progresos y el libro del Padre Catalan nos fue de gran ayuda.
Agradezco su comentario. Dios lo bendiga.
Pablo E.
Pablo E