El Sínodo y el caballo de Troya

Caballo de Troya
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El famoso y confuso Sínodo de la sinodalidad sigue avanzando y cerrando etapas.

Del 5 al 12 de febrero 200 personas, entre ellos cardenales, obispos, sacerdotes, religiosas y laicos representantes de las distintas Conferencias episcopales europeas, se dieron cita en Praga para la Asamblea Sinodal Europea Continental.

Como ya les contamos en estas páginas hace algunos meses, el primer documento oficial del Sínodo presentado a finales de octubre de 2022 fue un motivo claro para encender las alarmas. Entre los temas centrales, destacan la acogida de las personas LGBT, el escándalo de los abusos, los desafíos del racismo y del tribalismo, la guerra y la violencia. Pero para no extendernos demasiado, pueden consultar en este enlace el resumen con los puntos más polémico de este documento.

Y es que tener de ‘padrinos’ sinodales al cardenal Grech, como secretario general del Sínodo y a Hollerich, como relator oficial, no son motivos que inviten al optimismo visto el historial de declaraciones heterodoxas de ambos purpurados.

Mario Grech, secretario del Sínodo de los obispos con el Papa Francisco

La realidad principal es que el Sínodo no ha calado como se pretendía. En aquellas parroquias con más actividad (Misas, confesiones, charlas, formación, adoraciones etc…) la cuestión del Sínodo ha pasado sin pena ni gloria. También resulta relevante subrayar que este proceso consultivo o de escucha tampoco ha calado entre los principales movimientos eclesiales que más fuerza tienen y que son los que llenan las iglesias.

El público que ha participado ha sido mayoritariamente mayor. De esto, precisamente, se lamenta el documento sinodal que aporta la Conferencia Episcopal española, además de las reticencias por parte del clero. No son pocos quienes están viendo como este proceso está siendo colonizado y manipulado por unos pocos para intentar colocar una serie de consignas y proclamas contrarias a la moral católica.

¿De verdad pretenden convencernos de que detrás de esta batería de medidas y propuestas protestantes está el Espíritu Santo? Permítanme dudarlo. No querer ver que el Sínodo está siendo una herramienta para intentar cambiar la Iglesia desde dentro sería pecar de ilusos e ingenuos. Es más, tanto Grech como Hollerich han reconocido esta evidencia en la carta que enviaron a los obispos a finales del mes de enero en donde afirman la existencia de grupos dentro del Sínodo que buscan «imponer un orden del día».

El caballo de Troya

Partiendo de esta premisa, es fácil establecer una vinculación con el mito del caballo de Troya. ¿En que consistió la historia del caballo de Troya? Fue un artilugio con forma de enorme caballo de madera que se menciona en la historia de la guerra de Troya y que según este relato fue usado por los aqueos como una estrategia para introducirse en la ciudad fortificada de Troya. Tomado por los troyanos como un signo de su victoria, el caballo fue llevado dentro de los gigantescos muros, sin saber que en su interior se ocultaban varios soldados enemigos. Durante la noche, los guerreros salieron del caballo, mataron a los centinelas y abrieron las puertas de la ciudad para permitir la entrada del ejército aqueo, lo que provocó la caída definitiva de Troya.

Si extrapolamos esta historia a la situación actual, seguro que muchos habrán pensado en que el Sínodo y el caballo de Troya reúnen ciertas similitudes. Los aqueos de hoy, serían esos «grupos» que desde dentro de la Iglesia, amparados por la invitación a la «escucha» y «participación», están ya dentro de Troya (la Iglesia) para conquistarla y moldearla bajo sus más bajas pasiones y apetencias.

La reacción desde dentro

Decía Edmund Burke que «lo único que se necesita para que el mal triunfe es que los hombres buenos no hagan nada». Quizá hay quien apunte que los católicos que defendemos la buena doctrina hemos hecho mal en desvincularnos de este sínodo ya sea por apatía, pereza o en muchos casos por desinterés.

Otros pensarán que nada se puede hacer contra los protestantes infiltrados que pisan la iglesia de uvas a peras pero han participado con gran entusiasmo de este proceso con el único fin, no de escuchar al Espíritu Santo, sino de construir una Iglesia según sus premisas ideológicas y políticas. Otros tantos directamente desconocen la existencia de este Sínodo o no saben la finalidad del mismo.

Los que están inmersos en la actualidad eclesial son bien conocedores de que el Sínodo es un tema muy recurrente para muchos obispos y sacerdotes. No faltan las cartas pastorales de numerosos obispos obcecados en predicar sobre la sinodalidad con un ímpetu desbordante. Tan solo hace falta mirar a Alemania para ver que esto es así.

Por desgracia, parece que desde que comenzó el Sínodo, las tensiones internas dentro de la Iglesia no han hecho más que aumentar y hacerlas más visibles. La situación en Alemania es lo suficientemente preocupante como para quitar hierro al asunto. El problema real no deja de ser que sacerdotes, obispos y cardenales han perdido el foco de su ministerio. Han dejado a un lado a Dios para hablar de un sistema sociopolítico de consulta que solo trae más división a la ya marchitada Iglesia católica.

Si todo este esfuerzo, dedicación, fuerza y ganas que ponen en hablar, promocionar y predicar sobre este Sínodo, se emplease para hablar de Dios, de la importancia del encuentro personal con Cristo a través de la oración; de la importancia de la confesión frecuente o de la asistencia frecuente al sacrificio del Calvario que se renueva en la Santa Misa… otro gallo cantaría.