El movimiento racial: un nuevo 1793.

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(Valeurs Actuelles)- La sombra de una limpieza étnica, la voluntad de acabar con lo que suponga la más mínima traza de racismo: se trata de una alarmante revolución que ya está en marcha, advierte Mathieu Bock-Côté.

Entrevista.

Un nuevo virus se propaga entre las mentes. Su origen se encuentra en las universidades estadounidenses y se propaga en los medios de comunicación, en el mundo de la cultura y en los diversos entornos intelectuales y universitarios de Europa. Su fin: acabar con un anticuado Occidente al que se acusa de racismo a fin de alumbrar una nueva sociedad que sea totalmente inclusiva. Esta es la inquietante situación que analiza Mathieu Bock-Côté en su nuevo ensayo La Révolution racialiste (La revolución racial). El sociólogo, cronista y ensayista canadiense quebequés ya se había posicionado en obras anteriores contra las inconsistencias de la izquierda de la diversidad. El autor describe cómo se ha superado ya una etapa y cómo la raza se ha convertido en el único criterio de excomunión o redención, todo ello bajo el capcioso postulado del antirracismo. Una voluntad de acabar con cualquier forma de esa supuesta supremacía blanca, de reescribir la historia y de convertir a todo un pueblo en extraño para sí mismo: se trata de un escenario escalofriante que debe ser objeto de análisis a fin de que nuestra inteligencia sea capaz de responder a tales idearios. Un libro indispensable.

«El régimen de la diversidad ha entrado en una fase inédita», expone usted en su libro, señalando que se trata de una auténtica «revolución racial». ¿Por qué se ha decantado por un término tan contundente?

Porque, a pesar de todo, describe con bastante exactitud nuestra situación histórica. El movimiento racial, que suele tomar prestados términos indigenistas y decoloniales provenientes de vuestro lado del Atlántico, suele estar animado por la lógica propia de una guerra civil: compartimenta el mundo, dividiéndolo entre blancos y racializados y los encierra en estas identidades estancas y contradictorias entre sí. Los primeros son inevitablemente condenados a desempeñar el papel de opresor, y los segundos, el de víctima. Quedan así abolidas la diversidad de pueblos, naciones, culturas, civilizaciones y religiones en favor de una definición social basada exclusivamente en el color de piel.

Otra de las razones para hablar de revolución es porque este régimen de la diversidad parece haber salido de 1793: sus críticos son enemigos, es más, son enemigos de la humanidad contra los que todo está permitido. Para ser exactos, los caricaturiza, definiéndolos como haters (un término inglés que refiere a aquellos que odian sin razón o motivo justificado). Toda crítica a este régimen de la diversidad es sistemáticamente estigmatizada y se conmina a su total censura en el foro público, identificando tales postulados al racismo, condenando a los que los profesan a la muerte social y profesional. Es lo que hoy en día se denomina como cultura de la cancelación [cancel culture]. Por otra parte, los conceptos propuestos por el movimiento racial ponen en cuestión la misma existencia de las sociedades occidentales, acusadas de haberse constituido sobre el principio de la supremacía blanca y de estar animadas por una lógica de racismo sistémico.

Sin embargo, nuestras élites intelectuales suelen ser bastante perezosas a nivel mental, cediendo al brío de estos términos y llegando al punto de emplearlos e incluso de legitimarlos. Esto, sumado a la presión mediática, suele concluir en que se otorga a estos conceptos un lugar decisivo en el debate público. Puede que haya algo de oportunismo: estas élites comprenden que, legitimando tales discursos, pueden prosperar o, al menos, pueden conservar sus privilegios en un mundo que es cada vez más intolerante con aquellos que se muestran críticos con esa concepción de la sociedad. Se alían con el régimen de la diversidad y son fuente de sumisión ideológica. Por el contrario, quien se niega a emplear tales conceptos se señala públicamente, cual disidente: es impuro, un ciudadano refractario. Se hace digno de castigo.

«Tales relaciones raciales” deben considerarse, en todo Occidente, desde la historia de Estados Unidos y desde su particular matriz sociológica». ¿Cómo se ha difundido tan fácilmente esta ideología en Europa? ¿En qué se traduce?

La historia de los negros estadounidenses es una historia trágica, sin ninguna duda. Pero se trata de un caso excepcional y no debemos emplear sus claves ideológicas para tratar de explicar la situación de las “minorías” en el resto del mundo occidental, como se suele decir hoy en día. Sin embargo, el movimiento antirracista no duda en amalgamar elementos contradictorios y nos obliga a pensar desde su marco experiencial, es decir, el de aquellas personas inmigrantes que, voluntariamente, se han instalado en los países occidentales para labrarse en ellos una vida mejor. Pero tener el mismo tono de piel no es determinante para tener una historia o una condición social similar. Se trata de una evidencia de la americanización mental de nuestras sociedades, que se proyectan, cada vez más, según las categorías mentales emanadas de la historia estadounidense.

También podemos constatar una influencia del movimiento indigenista, que trata de convencer a la población inmigrante de que son un grupo que sufre una dominación estructural que es víctima de un sistema general de discriminación, algo que puede desmotivarlos en su proceso de identificación con el país que los recibe. El régimen de la diversidad tiende a reconocer a los movimientos decoloniales el estatus de legítimo intérprete de la condición de las minorías. La izquierda antirracista se dedica a manipular esta realidad con una total falta de rigor y sin ningún tipo de vergüenza, empleando unas estadísticas sesgadas ideológicamente para redefinir nuestros países según este negativo quimérico.

Si el movimiento racial se siente tan confiado en Francia es porque cree contar con una amplia base demográfica. Como decía el historiador canadiense Michel Brunet, hay tres factores determinantes en la historia: el número, el número y el número. Cuando una sociedad acoge más allá de su capacidad de integración, resulta difícil evitar las dinámicas comunitaristas.

¿Cómo se explica que el movimiento decolonial haya llegado para luchar contra el universalismo?

Para los movimientos decoloniales, el universalismo no es más que otra forma de supremacía blanca. Por ello, habría que acabar con la mentira universalista a fin de hacer patente la verdad de las relaciones raciales. Para el decolonialismo, el punto de partida consistiría en el reconocimiento de las situaciones particulares en el espectro racial y los blancos, como se les suele llamar cada vez más, deberían asumir su privilegio blanco y dedicarse a una forma penitencial de autocrítica.

Los individuos que forman parte de estas minorías pasan a ser una mera cuota en nombre de una cierta concepción de la justicia denominada “justicia racial”, que corresponde, a nivel práctico, a una sociedad rota, conflictiva, burocrática y en perpetua sumisión a la propaganda de los movimientos que abogan por la diversidad. Y lo que es aún peor: a los inmigrantes que se han integrado o que se han asimilado a la cultura nacional del país que los recibe, y son bastantes, se les acusa, por parte del movimiento decolonial, de traición racial. Se ha impuesto una nueva forma de segregación, tal y como podemos comprobar en los denominados grupos racializados no mixtos: se ha llegado a denunciar el hecho de que haya parejas mixtas. Pero, según parece, esta nueva forma de segregación es algo positivo y progresista.

¿Qué es la «fragilidad del blanco»?

Se trata de un concepto formulado por Robin DiAngelo, que presenta como un problema psicológico el rechazo que sienten los “blancos” a dejarse tratar de racista o, si se prefiere, a su rechazo a asumir esa culpa ontológica. Se trata de un punto de vista que trata de psiquiatrizar al hombre occidental que se niega a reconocerse en ese retrato que han definido los militantes antirracistas. Y debemos constatar, además, que el “wokismo”, que se presenta como una suerte de izquierda pseudo-religiosa hipersensible a las reivindicaciones de las minorías, tiene como principal estrategia la manipulación del lenguaje, lo que implica una dialéctica mortífera: si no te arrodillas frente a la teoría del racismo sistémico es prueba evidente de tu racismo, lo que te haría cómplice de la supremacía blanca. Esto último, para los movimientos antirracistas, ya no designa a los movimientos provenientes del sur de Estados Unidos, sino a las sociedades occidentales.

Se ha decretado que el racismo contra los blancos no existe, se derriban estatuas, hay una creciente inseguridad causada por las minorías: se trata de un auténtico borrado.

Desde el punto de vista de la izquierda woke, los pecados de la civilización occidental son tan grandes que debe ser abolida para así poder renacer a la luz de la revelación de la diversidad, liberada por fin del mal, es decir, ¡del malvado hombre blanco! Robin DiAngelo, a la que ya he mencionado, explica que el sentido de su vida es esta obra de liberación: según ella, ¡desearía dejar de ser blanca! Se trata de una auténtica neurosis. Se nos cuenta, más en profundidad, que la civilización occidental surgida de la expansión europea desde 1492 sería, fundamentalmente, culpable, y le sería imposible liberarse sin su abolición. Pero todo aquel que ose denunciar este odio contra Occidente es acusado de haber caído en la conspiración.

Usted señala algunos mecanismos de depuración simbólica, ¿en qué consisten?

Se trata de depurar el espacio público liquidando todo resto occidental que pudiese quedar, a la vez que se reinterpretan los que pudiesen quedar conforme a las exigencias del régimen de la diversidad.

Así, los universitarios y los periodistas de inspiración woke se han convertido en inspectores ideológicos: se revisan todos y cada uno de los actos de la historia y, a menudo, suelen ser objeto de purga o censura. Y si estos restos sobreviven en el foro público no es sino envueltos en las mayores precauciones ideológica: se alertará a todos aquellos que se atrevan a postularse contra los posibles prejuicios que pudiesen existir, especialmente contra eso que hoy en día denominamos representaciones culturales históricas, que podrían herir la sensibilidad de ciertas comunidades o, al menos, de algunos que pretenden hablar en su nombre. Todas han pasado por este filtro: Lo que el viento se llevó, Babar o Los Aristogatos, así como los grandes clásicos de la literatura. Así funciona la purga.

¿Por qué este combate debe librarse en la vanguardia de la universidad?

La universidad es el núcleo ideológico del régimen de la diversidad y el lugar en el que la teoría antirracista pretende legitimarse científicamente. El gran error de la derecha aburguesada, y es muy común en Francia, consiste en reducir esta revolución a unos pocos hechos aislados, asegurando que se limita a algunas excentricidades propias de Norteamérica, por las que no habría que preocuparse y que son motivo de burla.

Pero las ideas tienen consecuencias. ¿Quién podría imaginarse, hace algunos años, que sería motivo de escándalo el hecho de recordar a un hombre que no es una mujer, o decir en público que la humanidad se fundamenta en el principio de dualidad sexual?

Precisamente por haberlo recordado, J. K. Rowling ha sido el blanco de una campaña de difamación internacional a gran escala. Había que excluirla de la vida pública, hacer de ella una figura maldita. Aún mejor: ahora se nos explica, en nombre de la ciencia, que el hombre y la mujer no existen realmente y que la fluidez es ahora la norma antropológica a partir de la cual se debe repensar la identidad sexual.

Todo aquel que se oponga a ello será acusado de transfobia. El lysenkoísmo está de vuelta.

Pero no nos confundamos: no es una batalla que tiene lugar solo en las universidades. El wokismo coloniza también el mundo empresarial, como demuestran la multiplicación de talleres destinados a la sensibilización de sus empleados frente a la diversidad: talleres de reeducación ideológica. La estrategia EDI, acrónimo de equidad, diversidad e inclusión; se impone en los departamentos de recursos humanos mientras que el marketing basado en la diversidad se impone en los medios publicitarios. Todos los sectores sociales están llamados a someterse a este régimen de la diversidad que transforma la sociedad en un campo de reeducación ideológica. Es difícil no intuir, entre tantas pruebas, una nueva tentación totalitaria.

Publicado por Anne-Laure Debaecker en Valeurs Actuelles.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

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Comentarios
19 comentarios en “El movimiento racial: un nuevo 1793.
  1. Sodoma y Gomorra están llegando (o ya han llegado) al vértice del poder en lo que se denominó «Occidente».

    No sucede así en China o en Rusia. Tampoco en los países musulmanes. No por ahora.

    1. Que de los «antiracistas» me libre Dios, que de los racistas ya me libro yo…Los primeros necesitan generar odio en la sociedad y sensación de racismo permanente, para seguir subvencionados con decenas de millones.

    2. Y por eso bloquean la película del juez negro Clarence Thomas ?
      Saben acaso que es una contradicción? ¿Hay algunos negros que lo son más que otros, hay algunos negros «supremacistas» blancos?
      Es ese monstruoso oxímoron llamado «intolerancia positiva»
      O sea si piensas como nosotros te toleramos, caso contrario mueres socialmente. No cabe duda que esas mentiras son de inspiración preternatural

  2. Es curioso que el esclavismo existió en todas las épocas de la historia. En occidente y solo con la entrada del cristianismo se minoró. Pero esto no se podrá tampoco argumentar públicamente a riesgo de ser acusado de taxista, fascista y heteratriaecal…venga o no al caso. Bienvenidos al final de un ciclo…o al comienzo de otro. Dios tiene la última palabra y eso es lo que pasará.

  3. Es muy fácil adivinar este ataque racista tipo nazi con derivas exterminativas: es de origen satánico.

    El Occidente es la Civilización Cristiana, la única cultura avanzada de la Tierra, que está basada en la recepción de la cultura sumerio-babilonica (astronomía), egipcia (de Alejandría sobre todo), Greco-helénico-romana, islámica (al recibir lo mejor de Bizancio vía Islam) y Cristiano-hispánica y luego europea derivada de España, en la cual están los movimientos separatistas e izquierdistas.

    El fin es la destrucción total y absoluta de esta civilización y de toda su historia y arte, aniquilarla por completo y sustituirla por un nuevo comunismo devastador, salvaje, bárbaro, cavernícola y esclavista, con una élite que gobernará, disfrutará y sabrá la verdad como si fueran sátrapas-faraones.

    Sólo hay que ver las caras de las chicas para ver que son sectarias, fanáticas, robotizadas y serviles. Pobres, harán algo de daño pero fracasarán…

    1. Para no caer en interpretaciones libres del Apocalipsis de San Juan, recordemos la Tercera Ley de Newton la cual afirma:
      «A toda acción le corresponde una reacción igual en magnitud, pero de sentido contrario».

      Sabemos que muchas cosas han de pasar antes de la Segunda Venida, y algunas no apuntan a que vayan a ser apacibles. Cuando cayó el Muro de Berlín y en Rusia el Comunismo, muchos creyeron que había pasado a la Historia, pero de equivocaban, el pus se ha extendido convirtiéndose en septicemia. Y habrá una confrontación, basta con que ese «hombre blanco» deje de avergonzarse y empiece a enorgullecerse de si mismo y su papel en la Historia del mundo.

      1. Si observa bien, este neorracismo es puro odio politizado, y sigue la estela del nazismo y del comunismo: odio de clase y raza. El feminismo y el género, nacidos del comunismo, implementa el odio de género, lo mismo que el indigenismo (odio al no indígena), el ecologismo (odio a la industrialización), el pacifismo (odio al derecho de defensa), el animalismo (odio a los consumidores de carne)…

        Fábrica de odios políticos por quien quiere asaltar el poder, carente de ideas y fuera de la democracia, para imponer una típica terrible dictadura antihumanitaria contraria a los derechos humanos por la vía rápida, destructiva y antidemocrática.

        La reacción es igual que con todo: combatirlo desde lo intelectual hasta lo coactivo si se vuelve violento. Nada más.

  4. De rodillas, pero jamás ante Dios.

    Reclamando en favor de vidas humanas de un determinado color; pero si alguna de esas tres aún no ha asesinado a su propio hijo, llegado el momento lo hará sin dudarlo.

    Ante el absurdo, no hay argumentos oponibles. Todo esto es un inmenso manicomio.

    1. A estas horas, los antifaz y los BLM ya no engañan a nadie: zurdaje violento a soldada globalista. Eso es todo, no tienen más contenido.

  5. Al márgen de quien sea quien lo denuncie, el racismo no es cristiano. Dios ama a todos por igual. Quiso que el antiguo pueblo de Israel se extendiera a todo el mundo. No entiendo el racismo. Es un pecado gravísimo.

  6. La muy conocida compraventa de esclavos negros (entre 9 y 12 millones) esclavizados y vendidos por africanos (esto es algo que se oculta sistemáticamente) a europeos blancos en el comercio triangular Europa-África-América (de los que son descendientes los millones de negros, mulatos, etc. afroamericanos); frente a la silenciada trata intra-africana (14 millones), así como la árabo-musulmana (17 millones, que no dejó descendencia por vía masculina, ya que los varones eran castrados, operación en la que moría un 75%), a la que habría que añadir la piratería berberisca (más de 1 millón de europeos, Cervantes incluido) y la de otomanos y tártaros de Crimea en Europa oriental (“la cosecha de la estepa”, unos 2,5 millones [y no incluyo aquí el «tributo de sangre» = jenízaros]), la toma de Argel en 1830 supuso la liberación de la esclavitud para 122 esclavos europeos].

  7. En Francia la ley Taubira, votada el 10 de mayo de 2001, reconoce como crímenes contra la humanidad la trata transatlántica de esclavos y la esclavitud que de ella se deriva, hasta la abolición de la esclavitud… también prevé la inclusión de estos hechos históricos en los programas escolares y el desarrollo de la investigación científica conexa… Criticada por ser una ley de memoria limitada al comercio de esclavos [practicado por los] europeos, Christiane Taubira admite que ha eclipsado la cuestión de la esclavitud en el mundo árabe-musulmán, para que “los jóvenes árabes no carguen sobre sus espaldas todo el peso del legado de las fechorías árabes”.

  8. ley Taubira (sigue)
    Se presentó una denuncia… en virtud de la Ley de Taubira contra Olivier Grenouilleau, historiador de la esclavitud, por haber escrito que “casi todos los esclavos africanos habían sido asaltados no por los blancos sino por traficantes de esclavos africanos y que la trata de esclavos era una práctica habitual en el continente negro mucho antes de la llegada de los traficantes de esclavos europeos”.

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