El padre Probo, cura de 100 años con 4 hijos sacerdotes

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Con una Misa en la catedral, Rímini (Italia), celebra a P. Probo Vaccarini, que cumple 100 años. Esposo y padre de familia, viudo desde 1970, Probo eligió el camino del sacerdocio. Tiene siete hijos, cuatro de los cuales son sacerdotes. Vatican News ha recogido las palabras de P. Probo y ha entrevistado a uno de sus hijos y a Mons. Lambiasi, Obispo de Rímini.

(Giada Aquilino/Vatican News)- “Muchas personas han pasado por el ministerio de mi padre, quizás en algunas etapas particulares de su vida, en momentos críticos, y todos lo recuerdan con gran placer”, lo dice P. Giuseppe Vaccarini, párroco de la Inmaculada Concepción y de San Biagio en Misano Adriático, quien nos habla de una experiencia única. El “padre” en cuestión es P. Probo Vaccarini que este martes, 4 de junio, cumple 100 años: es un sacerdote de Rímini que, esposo y hombre de familia, después de la muerte de su esposa Anna María, recibió la ordenación sacerdotal en 1988. Tiene siete hijos, cuatro de los cuales son sacerdotes. P. Giuseppe es uno de ellos.

Cuando contactamos brevemente a P. Probo, agradece de antemano por sus buenos deseos y pide que recen por él, como lo hace el Papa Francisco. Luego, para resumir el camino que lo llevó al sacerdocio, dice: “Estoy enamorado del Señor, nadie me empujó, es algo que sentía, yo lo pedí y me lo concedieron”, cuenta por teléfono rodeado de familiares y amigos.

Nacido en 1919, Probo conocía el horror de la guerra y fue enviado como soldado a Rusia a principios de los años 40, y cuando regresó a casa se convirtió en geómetra y se casó. Enviudó en 1970 y quedó disponible para un ministerio laico. Después de una preparación adecuada, se hizo acólito, más tarde fue diácono permanente y luego hizo sus votos perpetuos. “A quién se le habría ocurrido” convertirse en sacerdote, dijo P. Probo al semanario diocesano de Rímini “El puente” en los últimos días, asegurándose de sentirse “un sacerdote recién ordenado”.

P. Giuseppe confirma que su padre es “un apasionado de Jesús, siguiendo los pasos de Padre Pío, y muy devoto de la Virgen”, hasta el punto de relacionar – explica – los nombres de sus hijos a los de Nuestra Señora: Juan María, Francisco María, María Celeste, María Pía, José María, Joaquín María, María Luisa. Desde joven, en San Giovanni Rotondo, Probo conoció a San Pío de Pietrelcina: “Padre Pío – afirma P. Giuseppe – cuando se enteró de que quería casarse, lo orientó decididamente hacia el matrimonio, diciéndole: Deprisa, y mencionándole también una familia numerosa y santa”. Y fue allí donde, más tarde, cuando ya se le había confiado la parroquia de San Martino en Rímini, Probo intuye su propio futuro, porque – señaló de nuevo al periódico diocesano – aún escuchaba en su interior “la voz de Padre Pío” que le decía: “Tú serás sacerdote”.

La llamada al sacerdocio, “seguramente maduró después de la muerte de su madre: él – explica su hijo – nunca pensó en un segundo matrimonio. Como viudo, crió a sus hijos y mientras tanto esta vocación también maduró”, hasta el punto de que el primero en hacerse sacerdote fue su hijo Francisco en 1979, seguido por Juan en 1981, y luego el propio Giuseppe en 1983. Luego Probo en 1988 y finalmente su hijo Gioacchino después del 2000. Ya ver a cuatro hermanos que sean sacerdotes es un hecho bastante raro, que lo sea también el padre es algo único: “P. Probo es para nosotros un verdadero patriarca, que ha registrado en el curso de su vida hasta hoy el ambicioso objetivo de varios records, incluso Guinness”, comenta a Vatican News Mons. Francesco Lambiasi, Obispo de Rímini, que este 4 de junio, a las 17.30 en la catedral de la ciudad de Romagna celebra una Misa por los 100 años de P. Probo. “El primer record – subraya el Prelado – es que P. Probo es un sacerdote con cuatro hijos que son sacerdotes. El segundo record es que P. Probo recibió los siete sacramentos, porque primero estaba casado, luego viudo, luego fue ordenado diácono y finalmente sacerdote y también recibió la unción de los enfermos varias veces. La tercera primacía es que P. Probo es el primer hijo espiritual de San Pío de Pietrelcina que recoge los dos records anteriores”.

Los hermanos Vaccarini, que también han elegido el camino del sacerdocio, viven esta experiencia “con gran serenidad – asegura P. Giuseppe – y hay también un hermoso intercambio, cada uno realiza su propio ministerio y compartimos la Eucaristía con gran alegría sobre todo”. P. Probo transmitió a todos sus hijos la “pasión por el Señor y por nuestra madre María, viviendo la vida cristiana con entusiasmo y dedicación plena, sin reservas. Con sus 100 años – dijo su hijo – sigue yendo al cuidado de la parroquia, para celebrar la Misa y confesar. Seguramente su ministerio ha sido siempre precioso y es actualmente precioso, en su esencialidad”.

Como esposo, padre y luego sacerdote, la contribución de P. Probo a la Iglesia es, en palabras de P. Giuseppe, la de la “fe que lo movió en el matrimonio, en la crianza de los hijos, en el afrontar la muerte de mi madre, un momento – recuerda – muy duro, con nosotros, los niños pequeños. Esta fe ha asumido diferentes implicaciones según las situaciones en las que se ha encontrado”. P. Giuseppe testimonia cómo, a lo largo de los años, su padre ha recordado siempre la figura de su madre, repitiendo a menudo: “Mi mujer me decía…”. “Tal vez la gente que no lo conocía al principio – sonríe P. Giuseppe – lo miraba un poco extraño. El hecho de que haya estado casado, de que haya criado a sus hijos, es ciertamente para muchos una aproximación diferente a la Iglesia”, pero – añade Mons. Lambiasi – precisamente “la aportación de una vida humana, plenamente humana porque es cristiana”, es lo que distingue a la figura de P. Probo. Por eso el Obispo de Rímini recuerda el versículo del Evangelio según Mateo: “Habéis recibido gratuitamente, dad gratuitamente”. “Creo que la nota fundamental – explica el Prelado – es la de la gratitud por haber recibido tanto y la gratitud, como sabemos, es un poco la hermana mayor de la gratuidad. Se crea un círculo virtuoso entre gratitud y gratuidad, un círculo que P. Probo vivió en primera persona y que –concluye Mons. Lambiasi – contagia un poco a toda nuestra Iglesia”.

Publicado en Vatican News.

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Comentarios
14 comentarios en “El padre Probo, cura de 100 años con 4 hijos sacerdotes
    1. ¿ Seguro que has ido a la catequesis elemental ? El sacramento del matrimonio no imprime carácter, a diferencia del sacerdocio, y es para esta vida. La muerte extingue el vínculo. Un viudo ya no está casado y puede acceder al sacerdocio. Tendrás que volver a la catequesis. Ya comentarás en Infovaticana cuando tus conocimientos adquieran un mínimo nivel.

      1. Más,no está exento de dificultades,porque si el Matrimonio es eterno,y el Sacerdocio es Eterno,el casado sacerdote en el Cielo será ,un sacerdote casado.

      2. Yo creo Belzunegui que es una ironía. Es tan irreal, que no puede ser en serio. Como no han comprendido nada, se dan el «lujo» de burlarse.

    2. Hermano Henry cordial saludo: si lees bien el articulo estuvo casado pero era viudo desde 1.970 y se ordeno en 1.988, bendiciones para el padre Probo y para ti Henry.

    3. A PROPOSITO DE HENRY
      Si es una gracia, es bastante mala, pero si lo dices en serio… tienes graves problemas de comprensión lectora. Ese sacerdote es VIUDO. ¿o es que no has visto Barrio Sesamo y la diferencia entre aqui y allá, entre viudo y casado?

  1. Henry, creo que te pasas de frenada y te has salido del circuito…
    ¿No te das cuenta de que su testimonio no tiene nada que ver con lo que dices que promociona Infovaticana?

    Este hombre enviudó en 1970 y sus hijos ya eran mayores (de hecho, varios se ordenaron antes de que él lo hiciera en 1988). Él ya no tenía «cargas familiares» cuando se ordenó con 68 años. Hay una diferencia muy clara entre su vida y el deseo de que estando casado uno pueda ser sacerdote o viceversa, ser sacerdote y casarse. Vamos un 2×1. Te recomiendo que lo leas más pausado…

  2. Aldo Maria Valli nos ofrece en su blog una carta enviada por un joven sacerdote en la que se defiende la tesis de que los fieles ya no se reconocen en sus pastores. El autor, como tantos otros en estos tiempos, tiene que permanecer en el anonimato para que los ‘guardianes de la revolución’, tan activos en su diócesis, no se la hagan pagar. Esta situación es inquietante y repetida en estos tiempos de puertas abiertas y misericordias y nos debe hacer pensar. Hemos vivido decenios en que nos inundaban las más curiosas teorías defendiendo todo lo indefendible y se gozaba de una increíble libertad para hacerlo. Hoy esto es impensable y quien disiente del nuevo orden católico se ve sometido a todo tipo de condenas y represalias. Asistimos al maravilloso crecimiento de una iglesia ‘clandestina’ que será el germen de un maravilloso renacer.

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