«A pesar de ser pecadores, somos tus hijos, hijos de la Inmaculada»

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inmaculadaComo es tradición, el Santo Padre ha acudido a depositar una corona de flores ante la estatua de la Inmaculada Concepción de la Plaza de España en Roma.


Oh María, Madre nuestra,

Hoy el pueblo de Dios en fiesta

te venera Inmaculada,

preservada desde siempre del contagio del pecado. Acoge el homenaje que te ofrezco

en nombre de la Iglesia que está en Roma

y en el mundo entero.

Saber que Tú, que eres nuestra Madre, estás totalmente liberada del pecado

nos da gran consuelo.

Saber que sobre ti el mal no tiene poder,

nos llena de esperanza y de fortaleza

en la lucha diaria que debemos realizar en contra de las amenazas del maligno.

Pero en esta lucha no estamos solos, no somos huérfanos,

porque Jesús, antes de morir en la cruz,

nos ha dado a Ti como Madre.

Nosotros, por lo tanto, a pesar de ser pecadores, somos tus hijos, hijos de la Inmaculada,

llamada a aquella santidad que en Ti resplandece

para gracia de Dios desde el inicio.

Animados de esta esperanza,

nosotros hoy invocamos tu materna protección para nosotros, para nuestras familias,

para esta Ciudad, para el mundo entero.

Que el poder del amor de Dios,

que te ha preservado del pecado original,

por tu intercesión, libere a la humanidad de toda esclavitud espiritual y material,

y haga vencer, en los corazones y en los eventos, el plan de salvación de Dios.

Haz que también en nosotros, tus hijos, la gracia prevalezca sobre el orgullo

y podamos llegar a ser misericordiosos

como es misericordioso nuestro Padre celestial.

En este tiempo que nos conduce

a la fiesta de la Natividad de Jesús,

enséñanos a andar a contracorriente:

despojarnos, a abajarnos, a donarnos, a escuchar, a hacer silencio,

a descentrarnos a nosotros mismos,

para dejar espacio a la belleza de Dios, fuente de la verdadera alegría.

¡Oh Madre nuestra Inmaculada, reza por nosotros!

  Recordemos que el 8 de diciembre de 1854 el beato Papa Pio IX, definió el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Tres años después, en 1857 bendijo e inauguró el monumento de la Inmaculada en la Plaza de España de Roma. Fue el Papa Pio XII quien inició a enviar flores en dicha estatua en la solemnidad de la Inmaculada. Pero fue San Juan XXIII en 1958, quien depositó el mismo en el monumento, una cesta con rosas blancas, y este hecho fue continuado por los papas Pablo VI, San Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora Francisco. (Radio Vaticana)

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Comentarios
0 comentarios en “«A pesar de ser pecadores, somos tus hijos, hijos de la Inmaculada»
  1. Que Virgen tan bonita.
    Cuanto amor y respeto tiene el Papa hacia ella.
    Y cuanta compañía nos ofrece la Virgen en todo momento, sobre todo, cuando nos sentimos mal y acudimos a ella.

  2. Perdon pero cada vez que leo, no encuentro la espiritualidad profunda.
    Para nombrar a Jesus , debe señalarse que no es un Jesus o un Juan o un Pablo, sino el Señor del Universo, el Verbo, el Hijo de Dios, el Creador.
    Por lo tanto al nombrar a MAria, debe señalase como Madre y como Reina.
    Por otro lado el contagiarnos de pecado, parece algo que no lleva la libertad como requisito de quien ofende o se aleja de Dios.

    La Virgen Maria , no esta liberada del Pecado, porque nadie la libro, no experimento el mal ni fue liberada.

    Parece mas bien que Ella es la Mujer, prevista en el Genesis desde el inicio como quien pisa la serpiente, esta por encima de la liberacion , es creada por encima del Mal.
    Ahora Ella es madre nuestra por ser pecadores, sino mas bien por ser Hijos de Dios y amados de su Hijo.

    Porque los que son hijos del Padre de la Mentira, son por virtud del pecado hijos del Pecado, Nosotros en cambio no son hijos de Maria por el Pecado, sino por la Gracia de ser semejantes a Jesus, en esto el Papa Benedicto describe bien a la Virgen del Apocalipsis, en donde el demonio a partir de no poder hacer nada contra su Hijo y perder la batalla vuelva a perseguir a los demas Hijos de la Mujer. Nosotros hijos de la Iglesia sufrimos la persecucion del Dragon, del Maligno y del demonio quien nos odia por ser de Ella.
    benedcito en esa misma Plaza nos explica la situacion de esta Mujer, a quien por cierto Jescuristo mismo a su madre le llama por dos veces MUjer, tanto en las bodas de Cana «M ujer no ha llegado la hora» y en el Calvario «Mujer ahi tienes a tu hijo», que por cierto Juan no representaba el pecado si no la santidad.

    «En la cima de la columna en torno a la cual estamos, María está representada por una estatua que en parte recuerda el pasaje del Apocalipsis que se acaba de proclamar: «Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Ap 12, 1). ¿Cuál es el significado de esta imagen? Representa al mismo tiempo a la Virgen y a la Iglesia.

    Ante todo, la «mujer» del Apocalipsis es María misma. Aparece «vestida de sol», es decir vestida de Dios: la Virgen María, en efecto, está totalmente rodeada de la luz de Dios y vive en Dios. Este símbolo del vestido luminoso expresa claramente una condición que atañe a todo el ser de María: Ella es la «llena de gracia», colmada del amor de Dios. Y «Dios es luz», dice también san Juan (1 Jn 1, 5). He aquí entonces que la «llena de gracia», la «Inmaculada» refleja con toda su persona la luz del «sol» que es Dios.

    Esta mujer tiene bajo sus pies la luna, símbolo de la muerte y de la mortalidad. María, de hecho, está plenamente asociada a la victoria de Jesucristo, su Hijo, sobre el pecado y sobre la muerte; está libre de toda sombra de muerte y totalmente llena de vida. Como la muerte ya no tiene ningún poder sobre Jesús resucitado (cf. Rm 6, 9), así, por una gracia y un privilegio singular de Dios omnipotente, María la ha dejado tras de sí, la ha superado. Y esto se manifiesta en los dos grandes misterios de su existencia: al inicio, el haber sido concebida sin pecado original, que es el misterio que celebramos hoy; y, al final, el haber sido elevada en alma y cuerpo al cielo, a la gloria de Dios. Pero también toda su vida terrena fue una victoria sobre la muerte, porque la dedicó totalmente al servicio de Dios, en la oblación plena de sí a él y al prójimo. Por esto María es en sí misma un himno a la vida: es la criatura en la cual se ha realizado ya la palabra de Cristo: «Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10).

    En la visión del Apocalipsis, hay otro detalle: sobre la cabeza de la mujer vestida de sol hay «una corona de doce estrellas». Este signo representa a las doce tribus de Israel y significa que la Virgen María está en el centro del Pueblo de Dios, de toda la comunión de los santos. Y así esta imagen de la corona de doce estrellas nos introduce en la segunda gran interpretación del signo celestial de la «mujer vestida de sol»: además de representar a la Virgen, este signo simboliza a la Iglesia, la comunidad cristiana de todos los tiempos. Está encinta, en el sentido de que lleva en su seno a Cristo y lo debe alumbrar para el mundo: esta es la tribulación de la Iglesia peregrina en la tierra que, en medio de los consuelos de Dios y las persecuciones del mundo, debe llevar a Jesús a los hombres.

    Y precisamente por esto, porque lleva a Jesús, la Iglesia encuentra la oposición de un feroz adversario, representado en la visión apocalíptica de «un gran dragón rojo» (Ap 12, 3). Este dragón trató en vano de devorar a Jesús —el «hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones» (12, 5)—; en vano, porque Jesús, a través de su muerte y resurrección, subió hasta Dios y se sentó en su trono. Por eso, el dragón, vencido una vez para siempre en el cielo, dirige sus ataques contra la mujer —la Iglesia— en el desierto del mundo. Pero en todas las épocas la Iglesia es sostenida por la luz y la fuerza de Dios, que la alimenta en el desierto con el pan de su Palabra y de la santa Eucaristía. Y así, en toda tribulación, a través de todas las pruebas que encuentra a lo largo de los tiempos y en las diversas partes del mundo, la Iglesia sufre persecución pero resulta vencedora. Y precisamente de este modo la comunidad cristiana es la presencia, la garantía del amor de Dios contra todas las ideologías del odio y del egoísmo.»

    Saludos!

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