Dziwisz se autoinculpa: «Juan Pablo II no sabía nada sobre los abusos de Maciel»

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El pasado martes supimos que el Arzobispo de Cracovia,  Stanislao Dziwisz, ha publicado un libro de memorias de su relación con Juan Pablo II. De ese libro se extrae una declaración que, aunque despeja las dudas sobre la actitud de Juan Pablo II, deja pocas salidas al cardenal polaco.

“Lo sé yo también, pero razonando a posteriori, que el Santo Padre nunca debió haber recibido a ese individuo. Pero Juan Pablo II cuando lo encontró no sabía nada, absolutamente nada! ¡Para él era todavía el fundador de un gran orden religiosa y basta, ninguno le había dicho nada! ¡Ni siquiera de los rumores que corrían!»

Dziwisz no abunda más en el tema ni se refiere a las cartas que las víctimas de abusos sexuales de Maciel le enviaron a Juan Pablo II a través suyo. Sólo se limita a sostener que la falta de atención a las denuncias se debió a la burocracia vaticana y a la desinformación de Juan Pablo II.

Parece evidente que el gran papa Juan Pablo II, de haber estado informado convenientemente sobre la escandalosa vida del fundador de la Legión de Cristo, no se habría referido nunca a él como un ejemplo para la juventud. Lo que preocupa verdaderamente es cómo puede, el que fuera su secretario personal, reconocer abiertamente que no informó al Papa de la multitud de denuncias que le llegaron de víctimas de las aberraciones morales de Marcial Maciel.

Estas declaraciones despejan las dudas sobre la actitud de Juan Pablo II respecto a Maciel. Parece evidente que sus colaboradores más cercanos le ocultaron la azarosa vida que llevaba el fundador de la Legión y ahora lo reconocen abiertamente, aunque National Catholic Reporter ya informó en 2010 de los regalos que el secretario del papa recibía periódicamente del padre Maciel Degollado.

 

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Comentarios
0 comentarios en “Dziwisz se autoinculpa: «Juan Pablo II no sabía nada sobre los abusos de Maciel»
  1. La cuestión es como la vida misma, y se trata de que existe tres problemas y una cadena de despropósitos.
    El primer problema de uno es el saber elegir a los colaboradores más adecuados, sinceros, amantes de la verdad y de lo que es justo.
    En segundo problema es que una vez elegidos a los colaboradores más adecuados éstos no se conviertan con el paso del tiempo en ciegos o sordos, en pelotos o traidores.
    Y el tercer problema de uno no está en que ignora tal o cual problema sino que pudiendo saber no quiere saber, que no es lo mismo; es el clásico: «no me vengas con problemas porque yo no quiero saber nada».
    La cadena de despropósitos comienza por ejemplo en una parroquia. Si el problema lo tapa el párroco difícilmente se enterará el arcipreste; si lo tapa el arcipreste difícilmente se enterará el obispo; si lo tapa el obispo difícilmente se enterará el nuncio apostólico; y si el nuncio apostólico hace lo que hacen todos pues el Papa ni se entera.
    Dios nos juzgará no sólo por lo que hemos hecho en esta vida sino también por lo que hemos dejado de hacer (la parábola de los talentos: Mt 25: 14-30).
    En definitiva, que ya es un problema el no enterarse de un problema, pero el agravante del problema es el no quererse enterar.

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