Un sacerdote de Madrid nos ha hecho llegar una carta dirigida al obispo Munilla, a quien le pide más contundencia en su denuncia a la JMJ por defender la Agenda 2030.
Esta carta, se suma a la que ya publicamos la semana pasada de un padre de familia preocupado por el mismo tema.
Les ofrecemos la carta de este sacerdote:
Estimado D. José Ignacio Munilla:
La gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo.
Este verano, revistiéndonos para celebrar la Eucaristía en la sacristía del Convento de las Mercedarias Descalzas de Santiago de Compostela, tras mostrarle mi sincero aprecio por su persona, también me atreví a decirle que a mi pobre parecer -y pese a su otrora probada valentía- se había quedado usted un poco corto en algunos posicionamientos públicos. Hoy le escribo esta carta abierta para comentarle por qué considero que sus argumentos respecto a la polémica 2030&JMJ están equivocados.
Pudiera pensar que la he tomado con usted. Y no le faltaría razón pues visos de ello hay, a primera vista. Sin embargo, examinándolo más detenidamente, si sabemos que es usted uno de los pocos obispos potables que nos quedan en este país -¿y allende?-; si sabemos que no quiere usted ser ni arrogante ni malvado -como marca en su tuit-, y si comprendemos que la mayor exigencia proviene del amor, entonces podremos comenzar a barruntar la posibilidad de que el verdadero propósito de tal ‘persecución’ sea realmente el de preservar la pureza de corazón de aquel niño de primera comunión que muestra en su perfil. Y de paso, con un granito, contribuir al bien de nuestra madre la Iglesia. Esto es lo que hay, lo que veo y entiendo -sujetándome de antemano a todas las correcciones que sean necesarias.
«El que corrige al arrogante se acarrea desprecio, y el que reprende al malvado, insultos» (Proverbios 9, 7) pic.twitter.com/zlCrXWdG78
— Jose Ignacio Munilla (@ObispoMunilla) January 19, 2023
Pero pasemos al tema, que a buen entendedor, pocas palabras bastan. Y no hay que cansar en demasía al personal.
Resulta que en su programa de radio “Sexto Continente” afirmó ser un “error”, por innecesario, que la página oficial de la JMJ–Lisboa2023 todavía mantuviera a fecha de hoy su apoyo explícito a los objetivos de la “agenda 2030”. Y eso pese a las numerosas peticiones de retirarlo. Por el otro lado, tildó de “sabotaje” el no ir a la misma esgrimiendo precisamente dicha mención. Y argumentaba en este sentido que dicho apoyo explícito había sido atenuado tras la polémica suscitada.
Ahora bien, pareciera que los términos “error” y “sabotaje” fueran inapropiados para el caso que nos ocupa. En primer lugar porque el primero exime de toda voluntariedad a quien se empecina en mantener la dicha mención, y solo se la atribuye al segundo1. Pero en realidad ambas posiciones son bien conscientes y voluntarias. Como ha de ser entre personas.
Después, sigue sin parecer atribución apropiada porque no parece haber noticia de ningún acto de sabotaje a los preparativos de la JMJ. Ni en Portugal ni en nuestro país. Ni tan si quiera tengo noticia de una sola campaña de información sobre la controversia. Siendo todavía la asistencia a dicho acto, que yo sepa, voluntaria (tanto para los individuos como para las agrupaciones), no querer ir no encaja bien con el significado de “sabotaje”.
Y por último, no solo no parece apropiado dicho empleo de términos sino que por la gradación del bien puesto en cuestión por uno y otro lado -a saber: un macro-evento que fuese reflejo de una supuesta unidad y la sospecha de faltar a la pureza de la fe-, de atribuírseles, habrían de ser asignados a la inversa.
Pero pasemos a cuestión de mayor calado: ¿son por un casual buenos los objetivos de la “agenda 2030”?
Por incontrovertible, simplemente recordemos que dichos objetivos realmente incluyen entre otras ‘bondades’: el aborto como como ‘derecho’ de la madre, su promoción junto con el de la eutanasia y el del delirio LGTBIQ (que confunde la ‘voluntad’ del individuo con la realidad extrínseca a la misma). Todos ellos incompatibles con el bien que supone la verdad y por consiguiente en abierta contradicción también con nuestra fe.
Estoy absolutamente convencido que usted está por el momento cien por cien de acuerdo conmigo en todo esto.
¿Dónde se nos cuela entonces el disenso, el posible error? Muy sencillo. En nombre de un gran bien (entiéndase: supuestamente fomentar la unidad de la Iglesia) acepta usted utilizar como medio algo que sabe que es un mal.
Sabemos que lo hace con vistas a evitar algunas desagradables consecuencias -¿mayores?, (entiéndase la manifestación de la falta de unidad en la Iglesia o incluso su cultivo). Pero no seré yo quien le enseñe que no se puede cometer un mal para intentar procurarnos un bien. Usted ya lo sabe y lo intenta practicar.
Respecto al bien posible que se puede hacer a la juventud a la ocasión de llevarla a la JMJ, la respuesta es simple: la JMJ no es el único medio para obtener dicho bien. Existen otros. La JMJ no es una condición sine qua non para ser católico y menos aún para ser santo. Se lo dice alguien que ha ido a bastantes (ya desde Santiago 1989 en adelante) y ha sido un firme defensor de su idoneidad.
¿Qué me podría usted decir ahora? Pues supongo que me argüiría que no se está dando apoyo a todos los objetivos de la “agenda 2030” sino solo a los compatibles con la doctrina católica, “tal y como señala la página oficial” de la JMJ.
Mas para ser breves le pongo un contra ejemplo. Imagine que en vez de los objetivos de la 2030 la organización de la JMJ hubiera puesto la bandera nazi en alguno de sus sitios oficiales. O que en la próxima rueda de prensa en la CEE cuelgan este signo en la pared justo detrás del portavoz. Eso sí, explicando ‘muy cuidadosamente’ que ellos solo dan apoyo a la inversión en infraestructuras y al crecimiento del empleo que supuso dicho sistema político. ¡Qué escándalo no se produciría! La presión sería tal que se verían obligados, muy justamente, a retirar dicho símbolo. Pues bien, ahora yo le digo que si confrontamos el número de asesinatos que justifica cada uno, el sistema nazi y el sistema comunista juntos pasan a ser unas ‘hermanitas de la caridad’ comparados con lo que supondrá la defensa del aborto y la eutanasia, tal y como los promueve la ‘agenda 2030’. ¿Por qué hemos de tomar el todo por la parte? Si en algún aspecto secundario coincidimos, ¿por qué blanquearles sus crímenes? ¿Qué necesidad de nombrar la 2030? ¡¿Qué entre la 2030 y Cristo?! Usted mismo reconoce que es un “error” y su mención innecesaria. En definitiva, que es un mal. Aparentemente pequeño, pero…
La táctica ha dado resultados en nuestro país y en otros: se nos pone ante un gran mal futurible que nos aseguran evitable si tragamos un pelín de veneno. “Por un pelín de veneno, aunque lo sea, no te vas a morir. Mira el gran mal que tú vas a causar…”, nos dicen una y otra vez a los pocos que intentamos resistir. Y si accedes… Pues una vez que aceptas cometer lo que sabes mal ya te tienen aunque no lo parezca, pues saben que te han quebrado interiormente. Y su empeño en agrandarlo no tendrá fin. Y nuestra creciente ceguera tampoco…
Pero así no se puede ser feliz, no se puede ser verdadero hombre, ¡no funciona!… Tampoco es el plan de Dios para el hombre. Y de todas formas, ¿quiénes son ellos para decirnos lo que hemos de hacer o dejar de hacer?, ¿para chantajearnos con un mal futuro que ellos mismos provocarán? Usted mismo repite frecuentemente la secuencia de degradación progresiva que estamos viviendo en nuestra sociedad respecto a la sexualidad y al amor. Sus armas han sido siempre las mismas: el miedo al (hipotético) sufrimiento inasumible y la inversión de la culpabilidad…
Entonces, ¿quiénes son los que “hieren” la unidad de la Iglesia?, ¿los que manifiestan lo que hay o los que introducen en ella cuerpos extraños?
Sé que la unidad es un gran bien a defender en la Iglesia. Todavía recuerdo un lúcido artículo suyo defendiendo la mayor unidad existente en la CEE -sin comentarios-, que en cualquier consejo de administración de una gran empresa. Lo que decía era verdad y hay que luchar por ello desde la fe, cierto. De hecho, lo rezamos en cada misa. Pero no se puede mentir, ni cerrar los ojos ante lo evidente…
¿Qué unidad se puede cimentar en la Iglesia sobre el asesinato, la exaltación de la voluntad por encima de la realidad, el miedo a los poderes de esta tierra y la tergiversación de los males que la socavan ante la mayoría de sus fieles? ¿A dónde nos va a conducir el complejo de ni ser capaces de decir al mismísimo Diablo: “¡anatema!”?…
Pongamos otro ejemplo pues los linfomas que nos agreden son variados.
Se contaría que en Palencia hubiera un desdichado ‘sacerdote’ que no creyese en Jesucristo, pues no creería en la Encarnación. Pero no piense usted que estaría el pobre sufriendo en soledad tan penosa situación, sino que como llevara la voz cantante en la diócesis, alardearía públicamente de ello e incluso ridiculizaría a los sacerdotes que tuvieran fe en dicho misterio – a pesar que es requisito indispensable para poder ser sacerdote.
Se llegaría a oír que hace ya años, un potable obispo lo hubiera ido a visitar con la intención de fraternalmente reconducirlo. Mas el pobre obispo se hubiera encontrado con tan firme oposición a aceptar su amable ayuda que se hubiera visto ‘forzado’ a alejarse momentáneamente de él. Pero resultara que el prelado cambiara y el ‘cura’ allí se quedaría. Y allí seguiría…
Y ¿en qué podría ‘construir’ la Iglesia este pobre hombre? En nada. Solo se haría mal a sí mismo y a los demás.
¿Sería cierto que es así como estamos ‘haciendo’‘Iglesia’? Veamos por ejemplo: ¿Quién es responsable que permanecieran los abusos o las herejías en la formación sacerdotal? ¿Quiénes han escurrido el bulto intentando escapar a que las dificultades les salpicaran? ¿Cuándo hubo habitual dejación de funciones, lenidad, connivencia o complicidad? ¿A qué tenemos miedo, acaso hay unidad fuera de la verdad?
Conforme y convencido, en todo caridad. Y libertad en lo accidental. Pero ¿no es esencial la Encarnación?, ¿la inocencia, la verdad, la justicia, el Evangelio? ¿No es esencial exigir -sí exigir- que se combata perennemente para erradicar el mal, el pecado, de nuestro verdadero hogar, la Iglesia? ¿No es esencial que se defienda el bien sin ambages? ¿No es esencia adorar solo al único y verdadero Dios (cf. Mt 4,10)? A Él solo, sí, excluyendo, sí excluyendo, hasta la ‘dichosa’ 2030…
El obispo, sucesor de los apóstoles, no solo es pastor, también doctor. Pero doctor no solo de conocimientos -tan añorados en el presente-, sino también de los que operan en quirófano. Siendo capaz de extirpar el mal que mata a la Iglesia.
Lo que sucede -y a su vista está- es que viéndose las ovejas amenazadas por tan graves peligros y entendiendo que los ‘veterinarios’se obcecan en negarlos, están decidiendo tener mayor criterio propio. Las circunstancias obligan. Algunos dirán: “divinamente seleccionan”, (cf. Ap). Ya solo la lista de enfermedades recientes espanta. La interpretación ‘oficiosa’ de AL, la negativa a precisar el documento de Abu Dabi, o la presidencia papal del culto público a la Pachamama (con su consabida bendición del ídolo y su posterior defensa a que campase sobre nuestros altares). Por señalar solo los tres males que quizás sean los más graves. Pero la lista es larga y yo, que no soy bueno para las compilaciones, le puedo nombrar solo a vuela pluma: China, el Amazonas, Alemania, la liturgia, Paglia & Inst. JP II, Mr Martin, Ravasi&amigos, Sorondo, McCarrick, Zanchetta, Rupnik, Becciu, Carlos Castillo, declaraciones Vigano, injusticias Pell, la fraternidad universal sin Padre, la educación mundial sin Dios, la ‘benigna’ Rothschild’s economía inclusiva, las conejas, los manotazos y puños, eliminación Vicarius Cristi…
Y ahora: “la 2030&JMJ te la tragas porque sí”… Pues ¿qué quiere que le diga?… No solo levanta las cejas, sino que también las sospechas…
Tendrán ustedes que convencernos con razones, que no con opiniones. Y por ello, aquí le escribo. Para que me convenza usted a mí y a los demás disconformes. Que pocas han sido las razones aducidas y yo intento sinceramente ser razonable.
Y ya de paso, si alguno hubiera leyendo con tendencias cainíticas dictatoriales, le recuerdo que hasta se nos ha dado pontifical permiso para criticar… Pudiera ser que hubieran olvidado que antes que nada nos es un deber (cf. CIC 212.3). Nada, no pasa nada, otro ‘error’.
Puede ser que le ponga sin querer en un brete, discúlpeme. Pero busco obispo que me responda… Discurra usted, por favor, que es también parte de su duro oficio. Se lo digo sin ironía. Que de este entuerto, con la gracia de Dios, hemos que salir victoriosos.
Y, para ayudarle en el camino, le recuerdo que lo razonable y lo conforme a la salud mental de todos los tiempos, parece ser no solo retirar la infame mención de la 2030 en una convocatoria en nombre de Jesucristo, sino designar públicamente a los culpables de cometer tan graves males (sin que nos engañen con señuelos de subalternos, a ser posible) y permitirles recobrar su dignidad perdida al reparar -en lo posible y con proporcionadas penas- el mal cometido. (¡Señor!, ¿cuándo se volverá a afirmar la bondad de la expiación?).
Solo entonces la plaza fuerte de la JMJ de nuevo dará garantías de seguridad suficientes para volver a entrar en ella. Pues: “Será aquí pedir conoscimiento de los engaños del mal caudillo y ayuda de ellos me guardar”, S. IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios espirituales nº139 (gracia a pedir en la meditación llamada de “Las dos banderas”) Hoy está todavía tristemente tomada por el Enemigo y ondea en ella su bandera 2030. En estas circunstancias yo no voy, ¿y usted @ObispoMunilla?
¡Arriadla!
+P David Rodríguez Cuadrado.