ALPEROVICH, ZECCA Y LA BANDERA DE TUCUMÁN

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ALPEROVICH, ZECCA Y LA BANDERA DE TUCUMÁN
José Jorge Alperovich fue gobernador de la Provincia de Tucumán durante doce años
(entre 2003 y 2015). Una de sus hazañas fue eliminar la Cruz de la bandera en el año 2010,
porque la Cruz identifica a un pueblo como cristiano y era un signo insoportable para este
hebreo, tal vez agnóstico, al servicio del dios dinero.
La Cruz de Cristo define y nosotros desde hace tiempo y también ahora vivimos como
lo dice nuestro poeta, el querido Juan Luis Gallardo:
“Bajo un siglo ciego, sin rumbo y sin freno,
que astilló su firme Rosa de los Vientos
en la que una estrella florecida en Cruz,
trazaba el cuadrante del Norte y del Sur.
La Cruz en el nudo de los meridianos
vertebrando un mundo misterioso y plano,
donde navegaban monstruos y sirenas
por mares azules de vieja acuarela.
La Cruz en el centro de los paralelos
que, entre nebulosas, quebraba el misterio,
cuando se fundían Geografía y Verdad
en una palabra, que era Cristiandad” (nueve versos, otros, y otros más, Theoría,
Buenos Aires, 1960. Esto fue tan real que nuestro querido profesor Samuel Medrano escribió
un libro excelente: “Construcción de la Cristiandad en la Argentina” (Adsum, Buenos Aires,
1940).
La Cruz define y también definen ciertas personas y ciertas épocas. Recuerdo que
cuando era subdirector de “Prudentia Iuris”, la revista de la Facultad de Derecho y Ciencias
Políticas de la Universidad Católica, tenía una hermosa tapa en la cual aparecía Santo Tomás
de Aquino, en el contorno del mundo medieval, una definición querida por su director, el
recordado Santiago de Estrada. Hasta que un día llegó uno nuevo, con el signo de la
indefinición que traicionaba el legado y una nueva tapa inexpresiva a dos colores. Nunca más
el compromiso con el Aquinate y la Cristiandad; la traición continúa hasta hoy y me llena de
asco.
Pero volvamos a este ejemplar de la peor política argentina. De origen y militancia
radical, no de esos que no se rompen ni se doblan, se incorporó a cierto “peronismo” para
promover mejor sus “negocios” cada vez más prósperos y como escribe en “La Nación” Nicolás
Balinotti, en un interesante artículo titulado “La caída de un caudillo provincial que se creyó
impune” (19/6/2024), “de tener una concesionaria de autos, pasaron a administrar empresas
constructoras, inmobiliarias y financieras. Se ampliaron a compañías productoras de soja,
ganado y una exportadora citrícola. Tendrían casi 75 inmuebles. Son ricos”, en una provincia
pobre, con abundante desnutrición infantil.
Gobernador durante tres períodos (2003 a 2015), celebraba las reuniones de gabinete
en su casa, a veces frente a sus ministros en pijama y hasta en calzoncillos. Después fue
​senador, aliado del kirchnerismo. Dejó la provincia en ruinas. Otro artículo del mismo
periodista, publicado en dicho diario, se titula “Postales del Tucumán del poder absoluto de
Alperovich”, el zar tucumano. En el mismo, escribe: “la fórmula de concentración de poder que
Néstor Kirchner exportó desde Santa Cruz a todo el país, tuvo en el gobernador de Tucumán a
uno de sus mejores intérpretes. Cooptación de poderes, control de los medios de
comunicación y negocios con el Estado… Soñaba con ser presidente”.
Ejercía un poder absoluto. En el ámbito legislativo contaba con 42 diputados sobre 49;
en el judicial, de los 5 miembros de la Corte, 5 fueron nombrados por él.
Balinotti escribe: “Viajó a Punta del Este en el avión sanitario de la Provincia para unas
vacaciones familiares y se retrató sonriente montando un camello en el desierto”. Concluye el
artículo: “Con Alperovich, Tucumán se hizo tierra de políticos capaces de soportar impávidos la
muerte de niños por desnutrición y acusaciones de corrupción… con un final apabullante, con
el exgobernador encerrado en un calaboFeldzo de Ezeiza”.
Pero falta un detalle importante: durante buena parte de su gobernación, Alperovich
tuvo la colaboración cómplice del arzobispo de Tucumán, Mon Alfredo Zecca Feldman, quien
hizo honor a la traducción de su nombre: ácaro, chinche, garrapata, verdadero mon, quien
nunca fue un señor. Recuerdo que cuando fue rector-destructor de la UCA se quejaba en el bar
del recordado Avelino: “Montejano habla mal de mí, pero yo nunca le hice nada”. Yo no
hablaba mal sino pésimo de ese sinvergüenza que cada día que pasaba, seguía su obra de
demolición. Si hubiera sido un señor, me hubiera citado para pedir aclaraciones y sancionarme
por mis dichos, pero jamás lo hizo. Rodaban cabezas en la UCA: Jorge Mazzinghi, Hugo Obiglio,
Juan Luis Gallardo y tantos más.
Un día, un pobre individuo, que no sabe hablar ni escribir, ni conoce las bases de la
teoría de la argumentación, me interrumpió en un homenaje a Tomás Casares, cuando
empezaba a criticar a semejante Mon. A ese leguleyo no le interesaba la verdad, solo temía
quedar mal con algún jerarca clerical; el mismo, un día demoró más de quince minutos en una
presentación en la cual agotó la paciencia de quienes hablarían, al citar largamente a los tres
últimos papas, incluido el actual, para quedar bien con todos. Su presencia al frente de una
entidad, que fue presidida entre otros por Santiago Estrada, Fernando Horacio Payá y Jorge
Adolfo Mazzinghi, prueba hasta dónde ha llegado nuestra decadencia. Pero lo más grave, es
que al día siguiente, ordenó a Cruz del Sur, eliminar mi conferencia, cuando empezaron a llegar
quejas por su torpeza.
Zecca no levantó la voz para defender a la Cruz en la bandera de Tucumán, se abrazó
con Alperovich y compartió la mesa sonriente con José López en el 2013, para firmar un
convenio por el cual recibiría 15 millones de pesos para hermosear la catedral; ignoro si el
pago se hizo efectivo.
Su arzobispado acabó muy mal por la muerte de un sacerdote; repudiado por su
pueblo, fue designado arzobispo emérito de Bolsena, ciudad de Italia, conocida por cosas
mucho mejores.
Uno muerto, otro preso, condenado por abusos sexuales a 16 años de cárcel, pequeño
eslabón de una cadena de entuertos; pero no quiero perder más tiempo en el asunto. Deseo
que algún día la Cruz vuelva a honrar la bandera de esta noble y sufrida Provincia.
Buenos Aires, junio 26 de 2024. Bernardino Montejano
Monseñor Alfredo Zecca y papa Francisco.
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