El cardenal Erdő pide que la identidad cristiana permanezca arraigada en lo más esencial: «que Cristo ha resucitado»

cardenal Peter Erdő Cardenal Peter Erdő
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El cardenal húngaro Peter Erdo es uno de los purpurados del bloque conservador del Colegio Cardenalicio que más votos podría aunar en su persona en un futuro cónclave.

Es uno de los favoritos de la corriente conservadora para suceder a Francisco. Su perfil discreto y su claridad de ideas podría ser bien visto por cardenales más centristas temerosos de una deriva aún más progresista que lleve a la Iglesia a un callejón sin salida.

La revista Cardinalis hace una interesante labor entrevistando a cardenales para lograr que se conozcan entre ellos. En la edición de este mes, el entrevistado es Péter Erdő de 71 años y que participó en el cónclave que eligió al Papa Benedicto XVI y al del Papa Francisco.

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Durante la entrevista, el primer tema que Erdő abordó fue el fenómeno de la descristianización que durante décadas ha socavado dramáticamente la presencia de la Iglesia en Occidente. «Si este fuera un momento de crisis, muchas tendencias desaparecerían rápidamente, pero parece que estamos ante una crisis de largo plazo. La crisis es siempre sinónimo de peligro, pero también de oportunidad. Pero es importante que nuestra identidad cristiana católica permanezca arraigada en lo más esencial, es decir, el hecho de que Cristo ha resucitado, que creemos en Dios, en la Trinidad y en la vida eterna», afirmó el cardenal húngaro.

Erdo se muestra cauteloso ante el riesgo de un cisma en Alemania provocado por el impulso ultraprogresista de una gran parte del episcopado. «Como muchos otros, veo – incluso durante los últimos sínodos – que está surgiendo una especie de «alternativa» en la Iglesia.

Finalmente, hubo una mirada a la geopolítica. El cardenal Erdő señaló que «la diplomacia vaticana es sólo una de las herramientas disponibles, pero puede ser de gran ayuda, especialmente cuando una comunidad católica se encuentra en una situación de opresión, de persecución. Es cierto que la Santa Sede todavía puede ayudar el desarrollo, estabilización, resolución de problemas humanitarios en cualquier país, en la medida que la Iglesia Católica tenga la posibilidad de desarrollar su actividad».

«En Hungría, durante el comunismo, experimentamos que es vital para la Iglesia que los católicos sepan quién es su obispo, que tengan Iglesias locales, obispos consagrados nombrados por la Santa Sede y que no dependan sólo de las fuerzas de la sociedad en que viven», agregó el cardenal.

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