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Hoy les ofrecemos este extracto del libro Divino amor hecho carne de cardenal Raymond L. Burke. En la Santa Eucaristía es donde mejor y con mayor plenitud conocemos el amor que Dios nos tiene. La Santa Eucaristía desvela la verdad sobre el amor de Dios por nosotros, y alimenta, dentro de nosotros, la libertad de amar como Dios ama. Si hemos perdido el sentido de reverencia y profunda gratitud ante el Sacrificio Eucarístico y la Presencia Real de Nuestro Señor Jesucristo en la Hostia consagrada, entonces no reconocemos la verdad que se halla ante nuestros ojos.
La sagrada Eucaristía y la vida cotidiana
Cuando consideramos la sagrada Eucaristía como un misterio para ser vivido, es importante, en nuestros días, reconocer cómo nuestra cultura totalmente secularizada alienó nuestra vida cotidiana de la fe cristiana. La santa Eucaristía, sin embargo, por su misma naturaleza, anima cada aspecto de nuestras vidas. A través del sacramento de la sagrada Eucaristía, Cristo está en medio de nosotros para llevarnos a la vida en el Espíritu Santo. «Por eso la Eucaristía, como fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia, se tiene que traducir en espiritualidad, en vida “según el Espíritu” (cf. Rm. 8, 4 s.; Ga. 5, 16. 25)». Quien recibe el Cuerpo de Cristo con fe, piensa con Cristo y actúa como lo haría él. Citando el versículo 2 del capítulo doce de san Pablo de la Carta a los romanos, el papa Benedicto XVI expresa: «De esta manera, el Apóstol de los Gentiles subraya la relación entre el verdadero culto espiritual y la necesidad de entender de un modo nuevo la vida y vivirla».
Debido a que la comunión con Cristo en la sagrada Eucaristía envuelve cada aspecto de nuestra vida cotidiana, necesariamente implica el compromiso de proclamar la Palabra de Dios a las otras culturas que encontramos. La santa Eucaristía nos conduce a evangelizar todas las culturas, dado que Cristo entrega su vida por la salvación de todos los hombres. «La Eucaristía se convierte en criterio de valorización de todo lo que el cristiano encuentra en las diferentes expresiones culturales». La sagrada Eucaristía, por ejemplo, tiene que ser nuestra inspiración y fuerza para evangelizar la cultura islámica, que se hace cada vez más presente en nuestra sociedad y en el mundo. Todo en la vida debe ser visto a la luz de la santa Eucaristía, en orden a ver cada cosa en la verdad y a actuar en todas las cosas con amor.»
Después, el papa Benedicto XVI aplica la verdad acerca de la relación entre la sagrada Eucaristía y la vida cotidiana a los diferentes estados de vida. Empieza considerando la espiritualidad de los fieles laicos. Nos recuerda que la santa Eucaristía «como misterio que se ha de vivir, se ofrece a cada persona en la condición en que se encuentra, haciendo que viva diariamente la novedad cristiana en su situación existencial». La sagrada Eucaristía alimenta en nosotros la vida de Cristo, que hemos recibido con el Bautismo, inspirándonos y fortaleciéndonos a vivir nuestra vocación bautismal, es decir, a hacer lo que Dios nos pide, especialmente en lo atinente a nuestra vocación en la vida.
La vocación de los fieles laicos, recibida en el Bautismo, es la santificación y, por tanto, la transformación de todas las actividades humanas, la transformación del mundo. A través del sacramento de la Confirmación, la gracia bautismal es fortalecida y acrecentada para llevar adelante la vocación laica. La sagrada Eucaristía es el alimento que sustenta el apostolado laico para llevar a cabo su misión. El papa Benedicto XVI urge a los fieles laicos a cultivar «el deseo de que la Eucaristía influya cada vez más profundamente en su vida cotidiana, convirtiéndolos en testigos visibles en su propio ambiente de trabajo y en toda la sociedad». Reconociendo el desafío de su vocación y la irremplazable fuente de fuerza en la sagrada Eucaristía para enfrentar los desafíos, los fieles laicos justamente valoran la posibilidad de participar diariamente en la santa Misa, si fuere posible.
El conocimiento y amor del misterio eucarístico es especialmente crucial en la vocación de los casados y para la vida familiar iniciada mediante el intercambio del consentimiento matrimonial. A través de la participación en la santa misa y en la devoción eucarística, el marido y la mujer llegan a comprender las características esenciales de su amor mutuo. El amor de Cristo entregado en la sagrada Eucaristía es la fuente de su amor, que, por definición, es total, siempre fiel y abierto a la procreación de nueva vida humana. La relación entre padres e hijos, asimismo, encuentra su modelo en el más puro y oblativo amor de Cristo en el sacrificio eucarístico.
Nuestro santo padre concluye el tratamiento sobre la sagrada Eucaristía y la espiritualidad de los laicos urgiendo a los sacerdotes que sirven en las parroquias a «apoyar, educar y animar a los fieles laicos a vivir plenamente su propia vocación a la santidad en el mundo, al que Dios ha amado tanto que le ha entregado a su Hijo para que se salve por él» (cf. Jn. 3, 16). Los principales medios para lograr esto con los que los pastores de almas asisten a los que son llamados al matrimonio y a la familia son la educación en la verdad respecto a la sagrada Eucaristía y la exhortación al amor a ella.
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Este fragmento, ha sido extraído del libro Divino amor hecho carne (2018) de Cardenal Raymond L. Burke, publicado por Bibliotheca Homo Legens.
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