Sócrates y Moro: un paralelismo necesario

Santo Tomás Moro
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Hoy les ofrecemos este extracto del libro Tomás Moro de Miguel Cuartero Samperi. El académico italiano Miguel Cuartero nos regala un libro deslumbrante, impregnado de la lucidez reservada a los filósofos y de la sencillez tan propia de quien prefiere la divulgación al esoterismo. Un libro que, por otra parte, es mucho más de lo que parece: no es sólo una biografía de Tomás Moro sino, también, un tratado filosófico sobre la naturaleza y las exigencias de la conciencia.

Sócrates y Moro: un paralelismo necesario

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La sorprendente cantidad de elementos comunes entre Sócrates y Moro nos lleva, salvando las distancias, como exige todo estudio de carácter histórico, a intentar establecer un paralelismo que nos muestre una contigüidad en las dos historias de la acusación, la condena y la muerte de Sócrates, en el siglo III a.C., y de Tomás Moro en el siglo XVI de la era cristiana.

El motivo por el cual consideramos, además de lícita, necesaria esta obra es básicamente el de incluir con mayor derecho –más del que ya tiene por sí mismo– al filósofo inglés en la tradición filosófica occidental, en la que encontramos pensadores dedicados por completo a la búsqueda de la verdad y la defensa de la justicia. Desde el punto de vista filosófico somos deudores de Tomás Moro, cuyo pensamiento muchas veces no es bien conocido o adecuadamente considerado. Moro, en efecto, suele ser recordado exclusivamente por dos motivos. El primero es biográfico: la historia de su condena injusta por obra del rey Enrique VIII y la consiguiente decapitación en el patíbulo. El segundo es de naturaleza política: Moro es de hecho conocido –casi exclusivamente– por ser el autor de un afortunado librito de filosofía política, Utopía. Sin embargo, consideramos que, así como su biografía no se puede reducir absolutamente a su trágico epílogo, sino que está marcada por acontecimientos de gran interés y de crucial importancia para comprender la historia de su muerte, tampoco su obra se agota en Utopía, sino que abarca la literatura, la poesía, la moral, la política, la filología, la filosofía, la teología y la espiritualidad.

A este respecto, el propio Moro no cree que Utopía sea su obra más importante; es más, la considera digna de permanecer oculta al público. Así lo declara, con jovial ironía, en una carta escrita desde la Torre de Londres a su amigo Antonio Bonvisi:

«Generalmente, de hecho, el amor, cuando se levanta más en alto, arroja sombras en los pensamientos de los hombres. Es lo que, me doy cuenta, te ha pasado a ti, sobre todo por el hecho de que te ha gustado mucho Utopía, un libro que yo considero francamente digno de quedarse para siempre escondido en su isla».

También refiriéndose a Utopía, en una carta al «maestro Erasmo» de 1516, Tomás Moro habla de su obra en tono bromista, declarando que no la había escrito muy bien: «Te mando mi Ningúnlugar, del que ningún lugar está escrito bien».

Además, sería un grave error –cometido muy a menudo también por los manuales escolares– considerar el texto de Utopía como el exacto reflejo del pensamiento de Moro. Este error de valoración ha hecho que se le atribuyeran al filósofo inglés teorías y posiciones que a él nunca se le habría ocurrido seguir: solo hay que pensar en cómo el texto en cuestión ha sido leído erróneamente en clave política como la teorización de una sociedad comunista.

El complejo problema de la interpretación de Utopía y de las intenciones de su autor ha sido objeto de estudio durante siglos en todo el mundo. Conviene subrayar que la intención de Moro no estribaba en identificar una sociedad perfecta en todos sus aspectos; tampoco el contenido de su obra representó, para él, un proyecto históricamente factible o un experimento empírico destinado a arreglar los problemas de la sociedad de la época.

«El período abierto por la Utopía de Moro y que tiene su triunfo en la Italia de la Contrarreforma […] es un período bien definido, con características inconfundibles, que la alejan de cualquier tipo de pensamiento y actitud pragmáticos. No es una proposición empírica, ni un programa que se puede proponer, sino un paradigma ideal inmóvil puesto como un espejo al revés de la actual sociedad, un serio y penoso juego, pero un juego de la inteligencia que de este modo puede criticar radicalmente en virtud de dicho radicalismo, pero no de manera que pueda servir de base a una transformación y una acción concretas».

Estos problemas no hacen más que confirmar la necesidad de conocer a fondo la vida de este autor, su pensamiento y las circunstancias en las que escribió: sólo así se puede ofrecer una correcta interpretación de su obra.

Es más necesario que nunca descubrir, detrás del mártir, al Moro estudiante, profesor, abogado, juez, cristiano, ciudadano, marido, padre de familia, amigo y maestro. Además, forma parte de este descubrimiento de Tomás Moro una seria revalorización del hombre-filósofo en el sentido más pleno de la palabra: filósofo del conocimiento, amante de la sabiduría, buscador de la verdad, defensor de la justicia, educador de jóvenes, un filósofo plenamente renacentista (anclado en la tradición, pero, al mismo tiempo, un gran innovador, un teólogo católico de notable importancia, un servidor del rey, pero primero de Dios).

Aunque Moro no nos ha dejado un tratado de filosofía ni ha recogido en un compendio su pensamiento filosófico (como Sócrates, que prefirió no escribir tratados, sino filosofar dialogando), sus distintas obras muestran un pensamiento fuerte en cuyo centro encontramos la primacía de la conciencia como motor del pensamiento y de la acción.

La conciencia, como guía y motor interior del actuar humano, es el argumento que nos permite realizar un salto ideal en el pasado –un salto de diecinueve siglos– para regresar al logos socrático, que mueve al hombre desde su interior y lo empuja a actuar según la razón. Lejos de querer (en el caso de que fuera posible) relacionar el pensamiento de Sócrates con los temas más tradicionales de la ética cristiana, nos proponemos efectuar el recorrido inverso: incluir el pensamiento de Moro –un pensamiento profundamente cristiano– en el meollo de la tradición filosófica griega, de los principios filosóficos socráticos sobre la moral, la verdad, la justicia, el sumo bien, la vida y la muerte.

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Este fragmento ha sido extraído del libro Tomás Moro (2020) de Miguel Cuartero Samperi, publicado por Bibliotheca Homo Legens.

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Comentarios
4 comentarios en “Sócrates y Moro: un paralelismo necesario
    1. No me refiero a eso, sino a su frase: «se llevan casi dos milenios» (cuando se habla de miles de años, tanto la fecha real como esa errata, no hacen variar que sean casi dos milenios igualmente). Creía que lo decía por algo concreto, pero ya veo que no.

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