La visión del Infierno de santa Teresa de Jesús

Santos que vieron el infierno
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Hoy les ofrecemos este extracto del libro Santos que vieron el Infierno de Paul Thigpen. Desde los primeros tiempos de la Iglesia, santos y otros videntes católicos han relatado horribles escenas de castigo eterno. Docenas de santos a lo largo de la historia han descrito los terrores del Infierno y relatado el horror de ser separados de Dios por la eternidad. Son dones que Dios concede a aquellos capaces de soportarlos para que el resto podamos corregirnos y arrepentirnos.

En Santos que vieron el Infierno, las visiones y testimonios de san Juan Bosco, santa Teresa de Ávila, los pastorcitos de Fátima, Ana Catalina Emmerick, santa Faustina Kowalska, santa Hildegarda de Blingen, santa Catalina de Siena o san Beda se dan cita con las advertencias de Jesucristo, los profetas y los apóstoles sobre este terrible destino.

La visión del Infierno de santa Teresa de Jesús

Después de mucho tiempo que el Señor me había hecho ya muchas de las mercedes que he dicho y otras muy grandes, estando un día en oración me hallé en un punto toda, sin saber cómo, que me parecía estar metida en el Infierno. Entendí que quería el Señor que viese el lugar que los demonios allá me tenían aparejado, y yo merecido por mis pecados. Ello fue en brevísimo espacio, mas aunque yo viviese muchos años, me parece imposible olvidárseme.

Parecíame la entrada a manera de un callejón muy largo y estrecho, a manera de horno muy bajo y obscuro y angosto. El suelo me parecía de un agua como lodo muy sucio y de pestilencial olor, y muchas sabandijas malas en él. Al cabo estaba una concavidad metida en una pared, a manera de una alacena, en donde me metieron, era un espacio muy estrecho.

Todo esto era deleitoso a la vista en comparación de lo que allí sentí. Esto que he dicho va mal encarecido.

Lo estoy por decir, me parece que no se pueda ni siquiera intentar describirlo ni se puede entender: sentía en el alma un fuego de tal violencia que yo no sé cómo pueda decir.

Los dolores corporales tan incomportables, que, con haberlos pasado en esta vida gravísimos y, según dicen los médicos, los mayores que se pueden acá pasar (porque fue encogérseme todos los nervios cuando me tullí, sin otros muchos de muchas maneras que he tenido, y aun algunos, como he dicho, causados del demonio), no es todo nada en comparación de lo que allí sentí, y ver que habían de ser sin fin y sin jamás cesar.

Esto no es, pues, nada en comparación del agonizar del alma: un apretamiento, un ahogamiento, una aflicción tan sentible y con tan desesperado y afligido descontento, que yo no sé cómo lo encarecer. Porque decir que es un estarse siempre arrancando el alma, es poco, porque aún parece que otro os acaba la vida; mas aquí el alma misma es la que se despedaza. El caso es que yo no sé cómo encarezca aquel fuego interior y aquel desesperamiento, sobre tan gravísimos tormentos y dolores. No veía yo quién me los daba, mas sentíame quemar y desmenuzar; y, lo repito, este fuego interior y esta desesperación son los mayores tormentos de todos.

Estando en tan pestilencial lugar, tan sin poder esperar consuelo, no hay sentarse ni echarse, ni hay lugar, aunque me pusieron en éste como agujero hecho en la pared. Porque estas paredes, que son espantosas a la vista, aprietan ellas mismas, y todo ahoga. No hay luz, sino todo tinieblas oscurísimas. Yo no entiendo cómo puede ser esto, que, con no haber luz, lo que a la vista ha de dar pena todo se ve.

No quiso el Señor entonces viese más de todo el Infierno. Después he visto otra visión de cosas espantosas, de algunos vicios el castigo. Cuanto a la vista, muy más espantosos me parecieron, mas como no sentía la pena, no me hicieron tanto temor.

En esta última visión quiso el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos y aflicción en el espíritu, como si el cuerpo lo estuviera padeciendo. Yo no sé cómo ello fue, más bien entendí ser gran merced y que quiso el Señor yo viese por vista de ojos de dónde me había librado su misericordia. Porque no es nada oírlo decir, ni haber yo otras veces pensado en diferentes tormentos (aunque pocas, que por temor no se llevaba bien mi alma), ni que los demonios atenazan, ni otros diferentes tormentos que he leído.

Pero no es nada con esta pena, porque es otra cosa. En fin, como de dibujo a la verdad, y el quemarse acá es muy poco en comparación de este fuego de allá.

Yo quedé tan espantada, y aún lo estoy ahora escribiéndolo, con que ha casi seis años, y es así que me parece el calor natural me falta de temor aquí adonde estoy. Y así no me acuerdo vez que tengo trabajo ni dolores, que no me parece nonada todo lo que acá se puede pasar, y así me parece en parte que nos quejamos sin propósito.

Y así torno a decir que fue una de las mayores mercedes que el Señor me ha hecho, porque me ha aprovechado muy mucho, así para perder el miedo a las tribulaciones y contradicciones de esta vida, como para esforzarme a padecerlas y dar gracias al Señor que me libró, a lo que ahora me parece, de males tan perpetuos y terribles.

Después acá, como digo, todo me parece fácil en comparación de un momento que se haya de sufrir lo que yo en él allí padecí. Espántame cómo habiendo leído muchas veces libros adonde se da algo a entender las penas del Infierno, cómo no las temía ni tenía en lo que son. ¿Dónde estaba? ¿Cómo me podía dar cosa descanso de lo que me acarreaba ir a tan mal lugar?

¡Seáis bendito, Dios mío, por siempre! Y ¡cómo se ha parecido que me queríais Vos mucho más a mí que yo me quiero! ¡Qué de veces, Señor, me librasteis de cárcel tan tenebrosa, y cómo me tornaba yo a meter en ella contra vuestra voluntad!

De aquí también gané la grandísima pena que me da las muchas almas que se condenan (especialmente de aquellos que han dejado la Iglesia, porque eran ya por el bautismo miembros de la Iglesia), y los ímpetus grandes de aprovechar almas, que me parece, cierto, a mí que, por librar una sola de tan gravísimos tormentos, pasaría yo muchas muertes muy de buena gana.

Miro que, si vemos acá una persona que bien queremos, en especial con un gran trabajo o dolor, parece que nuestro mismo natural nos convida a compasión y, si es grande, nos aprieta a nosotros. Pues ver a un alma para sin fin en el sumo trabajo de los trabajos, ¿quién lo ha de poder sufrir?

No hay corazón que lo lleve sin gran pena. Pues acá con saber que, en fin, se acabará con la vida y que ya tiene término, aun nos mueve a tanta compasión, estotro que no le tiene no sé cómo podemos sosegar viendo tantas almas como lleva cada día el demonio consigo.

Esto también me hace desear que, en cosa que tanto importa, no nos contentemos con menos de hacer todo lo que pudiéremos de nuestra parte. No dejemos nada, y plega al Señor sea servido de darnos gracia para ello.

Cuando yo considero que, aunque era tan malísima, traía algún cuidado de servir a Dios y no hacía algunas cosas que veo que, como quien no hace nada, se las tragan en el mundo y, en fin, pasaba grandes enfermedades y con mucha paciencia, que me la daba el Señor; no era inclinada a murmurar, ni a decir mal de nadie, ni me parece podía querer mal a nadie, ni era codiciosa, ni envidia jamás me acuerdo tener de manera que fuese ofensa grave del Señor, y otras algunas cosas, que, aunque era tan ruin, traía temor de Dios lo más continuo.

Y veo adonde me tenían ya los demonios aposentada, y es verdad que, según mis culpas, aun me parece merecía más castigo. Mas, con todo, digo que era terrible tormento, y que es peligrosa cosa contentarnos.

Ni traer sosiego ni contento el alma que anda cayendo a cada paso en pecado mortal; sino que por amor de Dios nos quitemos de las ocasiones, que el Señor nos ayudará como ha hecho a mí. Plega a Su Majestad que no me deje de su mano para que yo torne a caer, que ya tengo visto adónde he de ir a parar. No lo permita el Señor, por quien Su Majestad es, amén.

Andando yo, después de haber visto esto y otras grandes cosas y secretos que el Señor, por quien es, me quiso mostrar de la gloria que se dará a los buenos y pena a los malos, deseando modo y manera en que pudiese hacer penitencia de tanto mal y merecer algo para ganar tanto bien, deseaba huir de gentes y acabar ya de en todo en todo apartarme del mundo. No sosegaba mi espíritu, mas no desasosiego inquieto, sino sabroso.

Bien se veía que era de Dios, y que le había dado Su Majestad al alma calor para digerir otros manjares más gruesos de los que comía. Pensaba qué podría hacer por Dios. Y pensé que lo primero era seguir el llamamiento que Su majestad me había hecho a religión, guardando mi Regla con la mayor perfección que pudiese.

***

Este fragmento ha sido extraído del libro Santos que vieron el Infierno (2023) de Paul Thigpen, publicado por Bibliotheca Homo Legens.

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Comentarios
5 comentarios en “La visión del Infierno de santa Teresa de Jesús
  1. P Fortea a propósito del infierno
    Hoy mismo ha aparecido un video en Youtube, sobre el infierno, que es una respuesta del P Fortea a una critica de un bloguero de Infocatólica sobre este mismo tema. El P Fortea considera errónea e injusta tal crítica e intenta defenderse.
    Pero curiosamente tal respuesta, en vez de ponerse a bien, ante la doctrina de la Iglesia, lo que pone de manifiesto, es que Fortea es un hereje y un exponente de la nueva teología, como siempre hemos pensado y ahora de nuevo él mismo pone de manifiesto.
    Tales herejías de manera sumaria consisten en lo siguiente:
    – Que en el infierno no existe la pena de sentido.
    – Que en el infierno hay una felicidad natural.
    – Que son muy pocos los condenados, todo lo más un 5% y pensar eso ya es terrible.
    A lo que contestamos ¿Y como lo sabe?
    (continua)

  2. También dice, que todos los tomistas actuales han dejado de creer en la pena sentido, a lo que contestamos que ¿como lo sabe?. Desde luego con Royo Marín, del que dice en otro video que fue su director espiritual, se equivoca flagrantemente.
    Además todo esto contradice al libro que comentáis arriba, que habéis publicado en Homo Legens, cuya publicación me parece muy oportuna, en el que multitud de santos muestran su experiencia mística del infierno.
    Ya para finalizar el P Fortea se mostró en otro video como un “fans absoluto” (la expresión es suya) de Maria Valtorta y como consecuencia le preguntamos ¿ha leído usted su extenso escrito sobre el infierno?: Terrible visión, en la que los condenados son cantidades ingentes y donde se muestran terribles escenas del fuego eterno.

  3. (continuación)
    El P Fortea tiene muchísimos más errores, tantos, que darían lugar para un libro entero.
    Realmente confieso que el P Fortea, con una expresión siempre tan santurrona, cada vez me causa mayor repulsión. Que Dios se apiade de él, que ya me gustaría que fuese un santo sacerdote y se dedicara más a la confesión, en vez de aparecer a todas horas en Youtube, donde parece jugar a ser un hombre estrella.
    19- enero- 2023
    Anonimo ap

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