Peña Parra, en posición de salida

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El cerco levantado por la investigación que se ocupa del último escándalo financiero vaticano y que ya ha costado la destitución fulminante del poderoso cardenal Becciu se está estrechando en torno a una polémica elección del Papa Francisco: el número dos de la Secretaría de Estado, el sustituto Edgar Peña Parra.

La Repubblica, el popular diario italiano fundado por el íntimo ateo del Papa, Eugenio Scalfari, desvela en su página en Internet que el ‘sostituto’ venezolano permitió al ya detenido financiero Gianluigi Torzi quedarse con 15 millones de euros a partir de un acuerdo verbal, en el curso del cada vez más enredado escándalo de la compraventa de un bloque de viviendas de lujo en Londres con dinero salido, en parte, del Óbolo de San Pedro (colecta universal supuestamente dedicada a obras de caridad).

Tras la caída del poderoso Becciu, que tras una difícil e intempestiva entrevista con el Santo Padre dejó de ser prefecto para las Causas de los Santos y perdió todos los privilegios anexos al cardenalato, era cuestión de tiempo que alguien se preguntara qué hacía el número dos de la Secretaría de Estado -que monopolizó toda la operación-, que es quien lleva las gestiones cotidianas del departamento, el tercer hombre más poderoso de la Santa Sede.

Y Peña Parra puede ya sentir el aliento de los investigadores en la nuca. Y es que es todo muy raro. Fue Raffaele Mincione quien metió al Vaticano en esta curiosa operación, aunque la sociedad formada por ambas partes se disolvió en 2018 tras entregar a Mincione, en concepto de indemnización, cuarenta millones de libras.

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Ya quedaba solo el Vaticano pero, curiosamente, el sustituto no se hizo cargo de la priopierdad a solas, sino asociado con un inversor con fama de poco escrupuloso, Torzi. De aquí pasamos a que el Vaticano recompre su propio edificio en una sociedad en la que solo decide Torzi, que posteriormente vende su derecho exclusivo a voto por 15 millones, aunque no había nada escrito que obligara a Peña a admitir este pago. ¿Por qué? ¿Para qué? Eso es lo que tiene que responder Peña Parra, pero no parece fácil.

Su Santidad -deben reconocer incluso los más ardientes partidarios de sus medidas- no parece tener demasiado suerte a la hora de elegir a las personas de las que se rodea.

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