Benedicto XVI ensalza los últimos días de Meisner, cuando planteó y publicó los dubia

Benedicto XVI ensalza los últimos días de Meisner, cuando planteó y publicó los dubia

El Papa emérito Benedicto XVI envió un mensaje al funeral del Cardenal Meisner que tuvo lugar ayer en Colonia. Meinser es uno de los cuatro cardenales que pidieron aclaraciones al Papa sobre Amoris Laetitia.

Benedicto XVI ha sufrido la pérdida de uno de sus grandes amigos, el cardenal alemán Joachim Meisner, que falleció en Colonia la semana pasada. Tanto es así que quiso interrumpir su silencio y discreción habituales y envió un mensaje que fue leído durante las exequias del purpurado, uno de los cuatro firmantes de las dubia.

En su mensaje, traducido por InfoVaticana, firmado el día de la fiesta de San Benito, Benedicto XVI revela que la noche antes de fallecer, Meisner y él mantuvieron una conversación telefónica, al igual que reveló el Cardenal Müller, y que éste le contó que había estado en Vilnius para celebrar la beatificación de un obispo lituano.

En su mensaje, Benedicto destaca de Meisner el amor a la Iglesia de los países del Este, «que han sufrido la persecución comunista», y señala que «no es coincidencia que la última visita en vida haya sido a uno de esos países, confesores de la fe».

Lo que más le impresionó de la última conversación con el cardenal, explica el Papa emérito, fue «su alegría interior», y explica que «fue difícil para él abandonar su puesto», especialmente en un momento en que la Iglesia necesita convencer a los pastores para que «resistan al espíritu de los tiempos y a que vivan y piensen la fe con determinación». Sin embargo, recuerda Ratzinger, «lo que más me conmovió fue que en este último período de su vida había aprendido a dejarse ir y a vivir con la profunda confianza de que el Señor no abandona a su Iglesia, aunque a veces parezca que está apunto de zozobrar».

Dos cosas, señala Ratzinger, llenaban a Meisner de esperanza. Por un lado, la alegría del perdón experimentada en el sacramento de la Penitencia. Por otro lado, el crecimiento silencioso y discreto de la devoción a la Eucaristía en el mundo. Durante la JMJ de 2005, que tuvo lugar en Colonia, recuerda Benedicto, esto era un punto central para él: Que hubiera adoración, ese silencio en el que Dios habla al corazón del hombre.

Concluye Benedicto señalando el gran valor de la forma de morir de Meisner: «Cuando en su última mañana no apareció en Misa, fueron a su dormitorio y lo encontraron muerto, con el breviario abierto en la mano:  El breviario se le había escapado de las manos. Estaba orando muerto, mirando al Señor, hablando al Señor. La muerte que le fue concedida muestra una vez más cómo ha vivido: Mirando al Señor y hablando con él. Así podemos mantener nuestra alma segura».

«Señor buen Dios, te damos gracias por el testimonio de tu siervo Joachim. Que sea intercesores de la Iglesia de Colonia, y mundial.
¡Descansa en paz!», concluye el mensaje del Papa emérito.

El Papa Francisco también manifestó su tristeza por la «muerte inesperada» del purpurado, y envió un telegrama de condolencias.

Las palabras exactas de Benedicto XVI, traducidas por «un puente de fe»:

Ciudad del Vaticano 11. 7. 2017

En esta hora, en la que la Iglesia de Colonia, personas de fe despiden al cardenal Joachim Meisner, mi corazón y mi pensamiento están con ustedes y con mucho gusto siguiendo los deseos del cardenal Woelki, dirijo unas palabras de recuerdo hacia él.

Cuando supe el miércoles pasado por una llamada telefónica de la muerte del cardenal Meisner, no lo creía al principio. El día anterior, habíamos hablado por teléfono. En su voz sonaba el agradecimiento de que había llegado la hora de sus vacaciones y de haber estado previamente el domingo 25 de junio en la beatificación del obispo Teofilius Matulionis en Vilnius. El amor por las iglesias en los países vecinos del este, que habían sufrido bajo la persecución comunista, así como la gratitud por el aguante en los sufrimientos de ese tiempo le ha influido a lo largo de su vida. Por lo que probablemente no es una coincidencia que en su  última visita de su vida ha sido considerado como uno de los confesores de la fe en esos países.

Lo que más me impresionó en las recientes conversaciones con el cardenal difunto era su relajada serenidad, la alegría interior y la confianza que había encontrado. Sabemos que él, el apasionado pastor y padre espiritual, fue duro, dejar su cargo y esto precisamente en un momento en que la Iglesia necesita con mayor urgencia pastores convincentes que se resistiesen a la dictadura del espíritu de la época y decididamente vivir con fe y razón. Pero más aún me conmueve que ha aprendido a dejarse ir en este último período de su vida y vivirla con la profunda certeza de que el Señor no abandona a su Iglesia, aunque a veces la barca esté a punto de zozobrar.

Dos cosas lo han hecho cada vez más feliz y seguro en los últimos tiempos.

– Por una parte, me ha dicho en repetidas ocasiones, cómo le llena de profundo gozo experimentar en la penitencia,  como los jóvenes, especialmente los jóvenes, experimentan la gracia del perdón – el don de haber encontrado verdaderamente la vida que sólo Dios puede darles.

–  La otra cosa que siempre le ha emocionado y feliz aceptó, fue el crecimiento silencioso de la adoración eucarística. En la Jornada Mundial de la juventud en Colonia este fue un punto central – que había adoración, un silencio en el que sólo el Señor habla a los corazones. Algunos expertos de pastoral y liturgia creían que ese silencio no podía alcanzarse a los ojos del Señor con un número tan grande de personas. Algunos de ellos eran también de la opinión que la adoración eucarística era anticuada como tal, puesto que el Señor se recibiría en el Pan eucarístico y no de otra manera. Pero no se puede comer este pan como cualquier alimento, el Señor en el Sacramento Eucarístico pide «recibir» todas las dimensiones de nuestra existencia- El hecho de que la recepción deba ser adorada se ha vuelto muy claro. Por ejemplo, la adoración eucarística del día mundial de la juventud en Colonia se ha convertido en un evento interior que no sólo fue memorable para el cardenal. Desde entonces, este momento siempre ha estado invariablemente presente y ha sido una gran luz para él.

Cuando la última mañana el cardenal Meisner no apareció en la Misa, fue encontrado muerto en su habitación. El Breviario se había escapado de sus manos: había muerto orando, a los ojos del Señor, en conversación con el Señor. El tipo de muerte que le fue otorgado muestra una vez más cómo vivió: a los ojos del Señor y en conversación con él. Así podemos alabar su alma a la bondad de Dios. ¡Señor, te agradecemos el testimonio de tu siervo Joachim ¡ ¡ Ahora que sea un intercesor de la iglesia de Colonia y de toda la tierra!

Benedicto XVI. Papa Emérito.

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