Munilla desmonta la falacia: ‘Es un error enseñar que Dios no castiga’

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«Decir que Dios es amor y por tanto no puede existir el castigo eterno es contraponer los conceptos de una manera infantil», respondía Munilla a una pregunta en Radio María.

El Arzobispo de Madrid, el neocardenal Carlos Osoro, respondía de esta manera a una pregunta sobre el castigo divino el pasado viernes en una entrevista en un digital:

-¿Y Dios castiga a veces? Un sacerdote italiano declaró recientemente que los terremotos que han asolado a su país son un castigo divino por haber aprobado la ley de uniones civiles entre gais.

-Dios ama, nunca castiga. Es amigo del hombre. Otra cosa es que los hombres no quieran vivir según ese amor que nos tiene y relegan muchas cosas. Pero Dios nos señala situaciones en las que podemos entregar ese Amor. En la vida, uno puede vivir matando o haciendo vivir. Dios vino a este mundo para hacernos vivir. No hay duda de que el Dios en el que creemos los cristianos, revelado en Jesucristo, es un Dios que ama y que sale a favor del hombre. Tan es así que dio la vida a favor nuestro. Y nos pide que hagamos lo mismo nosotros.

La contraposición entre amor y castigo es un error recurrente en conversaciones de gente poco formada, pero no es habitual verla entre cardenales de la Iglesia Católica.

Para explicar dónde está la confusión resulta muy ilustrativo escuchar el programa Sexto Continente, de Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián, del 16 de junio de 2014.

El obispo de San Sebastián respondía así a la pregunta de un oyente sobre el castigo divino. La pregunta es:

«Me atrevo a volver a preguntarle lo siguiente. Se trata de saber si Dios castiga o no, porque unos se empeñan en que Dios no puede castigar porque Dios es amor».

 Puede escuchar la respuesta de D. José Ignacio Munilla a partir del minuto 04.00 y hasta el minuto 16.

A continuación, la transcripción de la respuesta de Munilla:

«Voy a intentar dar una respuesta expuesta de una manera más ordenada y sin hacer referencia exclusivamente a la pregunta de una oyente que habla de una situación existencial. Voy a intentar dar una respuesta más expositiva sobre la Doctrina Social.

¿Qué dice nuestra fe católica con respecto al concepto castigo, castigo divino?

Vamos a ver, en primer lugar hay que distinguir entre lo que se entiende el castigo eterno y el castigo temporal. Por el castigo eterno entendemos lo que dice Mateo 26. Dios, en ese momento del juicio final, dará un castigo definitivo a los malvados, el castigo eterno de la condenación. Eso está reconocido explícitamente en Mateo, 26, en la Sagrada Escritura, y esto no es en absoluto incompatible con que Dios es amor.

Decir que Dios es amor y por lo tanto no puede castigar y por lo tanto no puede existir la condenación eterna, no puede existir el castigo eterno, es contraponer los conceptos de una manera infantil. En Dios la justicia y la misericordia no son dos cosas, sino que en Dios se funden, son una sola cosa. En Dios, Verdad y Amor, hay una plena confluencia. Nosotros solemos oponer misericordia y justicia, verdad y amor… En Dios todo está unificado. Quizá, como es un misterio que nos supera, para poderlo entender tenemos que asomarnos un poco en el corazón de Dios.

Me atrevo a hacer el siguiente comentario: La sentencia condenatoria de Dios, a un hombre malvado, que es conforme a justicia, es tremendamente dolorosa para el mismo Dios, porque se trata de la condenación de alguien al que Dios ama. Dios no deja de amar a una persona que se ha condenado, que ha sido condenada por Dios, porque podemos decir que se ha condenado y que Dios le ha condenado, y eso es tremendamente doloroso para Dios, porque Dios le ama.

Por tanto, no nos imaginemos la condenación como si Dios dijese -no me da la gana salvar a este hombre porque se ha portado mal- sino mas bien tenemos que imaginarnos como si Dios sentenciase diciendo -me duele que él haya rechazado mi salvación, que se haya autoexcluido de la salvación-.

Así que la sentencia de la condenación de Dios es por una parte el respeto de Dios a la libertad del hombre y por otra es la proclamación de la verdad, que por cierto, es muy dolorosa para el propio Dios. Dios es infinitamente feliz, pero no por eso no sufre: Dios sufre con nuestro rechazo de su amor.

Esto es lo que se entiende por el concepto de castigo eterno.

El debate, posiblemente, está más centrado en el tema del castigo temporal. ¿Dios manda castigos temporales a esta vida? ¿Se puede decir que Dios no manda castigos temporales? No, no se puede decir tal cosa.

En la Sagrada Escritura hay pasajes muy claros en los que se habla de castigos de Dios, como en las plagas de Egipto, o a David… Por tanto, no cabe decir «Dios no castiga nunca», sería incorrecto. Nuestro Papa emérito, Benedicto XVI, en el inicio del Sínodo en 2008, en la homilía inaugural, dijo una cosa que sorprendió a mucha gente, dijo «Si contemplamos la historia, nos vemos obligados a constatar a menudo la frialdad y la rebelión de cristianos incoherentes. Como consecuencia de esto, Dios, aun sin faltar jamás a su promesa de salvación, ha tenido que recurrir con frecuencia al castigo.»

Por tanto, decir que el concepto de que Dios castigue está fuera del cristianismo no es correcto, ahora bien, las palabras no son solo lo que el diccionario dice de ellas, también la palabra es lo que popularmente sugiere, y por tanto las palabras se utilizan, las utilizamos, cuidando del efecto que van a causar en el oyente, y el término castigo tiene una serie de connotaciones carnales que pueden deformar el rostro de Dios. Cuando decimos que Dios castiga, puede sugerir en el oyente una serie de reminiscencias que deformen el rostro de Dios. Es un hecho que el termino castigo se utiliza mucho mas en el antiguo testamento que en el Nuevo Testamento… Más bien en el Nuevo Testamento se utilizan otros conceptos, ponernos a prueba, ser aquilatados al fuego, expuestos a prueba… Son términos que remarcan mucho más el aspecto medicinal. Dios nos pone a prueba y todo resulta para bien. En Dios hay una Providencia que puede sernos costosa pero termina siendo medicinal…»

Por otra parte, el propio Cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, explicaba cómo Dios castiga al que se enriquece o toma posesion de algo, o logra un fin a traves de un medio malo: «Esa es la tradición bíblica.»

Pueden ver el vídeo aquí.

Para saber más:

El Cardenal Carlos Osoro y la misericordia devaluada

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Comentarios
9 comentarios en “Munilla desmonta la falacia: ‘Es un error enseñar que Dios no castiga’
  1. En las mismas declaraciones, Osoro valoraba el que Lutero hubiera puesto ”la Palabra de Dios en lo alto”. Pero debió de ponerla tan alto aquel Reformador, que luego el propio Osoro no alcanza a comprobar que su ”Dios no castiga nunca” no esta ni por asomo en la Palabra de Dios…

  2. Pero, corrigiendo a Osoro, está corrigiendo al mismísimo Bergoglio y los bergoglianos y kaspergoglios y sus teologías en rodillas De todos modos creo que lo explica mucho mejor mi admirado Juan Manuel de Prada, quien deja, a quienes se ponen de rodillas ante el politically correct, con el culo al aire :

    Dios, que nos está llamando porfiadamente, no puede sin embargo allanar la casa de nuestra alma para concedernos su perdón, porque respeta nuestra libertad; sólo si el hombre cede en su desvarío y abre arrepentido esa puerta puede Dios procurarle su amistad.

    Juan Manuel de Prada

    Juan Manuel de Prada13 diciembre 2015

    Este Año de la Misericordia será, inevitablemente, ocasión pintiparada para que nos bombardeen las meninges con teologías mamarrachoides y almibaradas. Como ya nos advirtiera Chesterton, el mundo se ha llenado de “virtudes cristianas que se han vuelto locas”; y para volver locas las virtudes no hay sino que desgajarlas del haz divino que les da sentido y esparcirlas por separado a modo de espantajos humanitarios: la misericordia sin justicia, la caridad sin verdad, etcétera. Como antídoto contra la turbamulta de teólogos de pitiminí y mitrados delicuescentes que van a salir a la palestra durante los próximos meses, poniendo voz de ojete en remojo, para soltar paparruchas y hacer postureo misericordioso, conviene nutrirse en la lectura de nuestros clásicos, que además de excelsa pluma tenían –como no podía ser de otro modo– óptima teología.

    Nadie ha sabido expresar de un modo tan sublime la entraña de la misericordia divina como Lope de Vega en un soneto que, sin hipérbole, podemos considerar el más hermoso de nuestra lengua:

    ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
    ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
    que a mi puerta cubierta de rocío
    pasas las noches del invierno oscuras?

    ¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras
    pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
    si de mi ingratitud el hielo frío
    secó las llagas de tus plantas puras.

    Cuántas veces el ángel me decía:
    «¡Alma, asómate agora a la ventana,
    verás con cuánto amor llamar porfía!»

    Y cuántas, Hermosura soberana,
    «Mañana le abriremos», respondía,
    ¡para lo mismo responder mañana!

    Lope nos dilucida en apenas catorce versos lo que cierta patulea teologal trata de escamotearnos en sus mamotretos tostónicos: Dios, que nos está llamando porfiadamente, no puede sin embargo allanar la casa de nuestra alma para concedernos su perdón, porque respeta nuestra libertad; sólo si el hombre cede en su desvarío y abre arrepentido esa puerta puede Dios procurarle su amistad. Y es un hecho desolador, pero cierto, que Dios no siempre triunfa en su porfía, porque el hombre es libre para perseverar en su error o renegar de él. Muchas veces se trata de ocultar este hecho, aparentemente por tapar el fracaso de Dios; pero en realidad se pretende algo mucho más monstruoso, que es escamotear la necesidad de arrepentimiento para obtener la misericordia divina, con lo que se niega el libre albedrío y se despoja a Dios del atributo de la justicia, convirtiéndolo en un pelele buenista.

    A los canarios flautas que propagan estas delicuescencias dedicó Quevedo un pasaje muy mordaz y sarcástico en Los sueños, donde el autor se topa en el infierno con muchos que han sido condenados por invocar la misericordia de Dios. Ante lo que pregunta al diablo: “Pues, ¿cómo puede ser que la misericordia condene, siendo eso de la justicia?”. Y el diablo, con irreprochable teología, le responde: “¿No sabéis que la mitad de los que están en el infierno se condenan por la misericordia de Dios? Y si no, mirad cuántos son los que, cuando hacen algo mal hecho y se lo reprehenden, pasan adelante y dicen: «Dios es piadoso y no mira en niñerías; para eso es la misericordia de Dios tanta». Y con esto, mientras ellos haciendo mal esperan en Dios, nosotros los esperamos acá”. Todavía insiste Quevedo: “¿Luego no se ha de esperar en Dios y en su misericordia?”. Y el diablo remacha: “Se burlan las almas que consideran la misericordia de Dios encubridora de sus maldades (…). No merece la piedad de Dios quien sabiendo que es tanta la convierte en licencia y no en provecho espiritual”.

    Ahora que, una vez enloquecidas, las virtudes cristianas se han vuelto licencia, la lectura de nuestros clásicos resulta más reparadora y luminosa que nunca.

  3. Misericordia y castigo no se contraponen en la economía divina; otra cosa es que nos cueste entenderlo. Pero es verdad de fe. Habrá que recordarle a Su Neoilustrísima, que sus afirmacines incurren verosímilmente en herejía y ese mal sigue incluído enetre los pecados reservados que, a diferencia del aborto, aún no puede absolver un sacerdote del común. Debe de ser que el rojo púrpura deslumbra el entendimiento.

  4. Don José Ignacio Munilla, es un obispo como Dios manda. Auténtico sacerdote católico, no ateo ni hereje como Osoro y Bergoglio. Un buen PAPA sería José Ignacio Munilla. Son muchos los sacerdotes y obispos que están en contra de esta pareja y cía, pero no pueden hablar por temor a graves represalias.

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