PUBLICIDAD

SI AL MENOS FUERAN TREINTA MONEDAS DE PLATA…

|

Recientemente asistí a una subasta pública en una feria de productos de la famosa huerta del pueblo, donde se exponía las frutas mejores de la temporada.

Comunión en la mano
No hay ni punto de comparación entre Cristo y un trozo de oro puro

«Sin que mediara subasta alguna, por propia iniciativa y desconociendo los intereses ocultos de aquel traidor del círculo de apóstoles de Jesús, llegó a comprar a su Maestro por treinta monedas de plata»

         Llevo un tiempo considerando un tema litúrgico de no pequeña importancia como es la comunión en la mano. Me preocupa la falta de fe en algunos cristianos sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Vengo observando que la vibración en la vida de piedad se va templando cada vez más. No quiero entrar en los motivos que pueden causar este ambiente cada vez más extendido. Se ha escrito mucho sobre el tema y no quiero sumar otro más, sino sobre algo que vi no hace muchas horas, cuando distribuía la comunión en un templo a mi cargo.

         Esto sucedió. Una persona comulgó en la mano y no se dio cuenta de que una partícula se le había quedado en la palma de la mano. Con toda prudencia se lo indiqué para que la consumiera, pero como si le hubiera hablado de un capítulo de telenovela. Tuve que tomarla yo y llevármela a la boca.

         Al momento me asaltó montones de argumentos para argüir sobre esta actitud tibia de esta persona ante la presencia de Cristo Sacramentado en aquellas partículas visibles a todas luces. Y me acordé de aquella comparación que leí hace ya mucho tiempo. Si una persona está repartiendo virutas de oro a todas aquellas personas que extiendan las manos, estaría seguro que nadie, ni el más tembloroso, dejaría caer la más mínima lámina, por muy pequeña que fuera. Y, en esos momentos, estaba repartiendo algo más que laminillas de oro, era a Cristo Sacramentado, Rey del Universo.

         Cuando estaba dando gracias por la misa celebrada, me volvió a asaltar a la memoria aquella habitación en tinieblas, donde Judas Iscariote recibió una taleguilla con treinta monedas de plata que, cuando ya era demasiado tarde arrojó a los pies de los subastadores, sirvieron para comprar a una persona y entregarlo al tormento más cruel conocido hasta entonces y jamás superado hasta nuestros días. Y pensaba: “¡Si al menos treinta monedas de plata…! Algo es algo. Pero hoy se subasta a Cristo, a la Iglesia, su doctrina, su moral, a sus clérigos… por nada, ni siquiera por alguna baratija, por alguna bagatela.

            Decía la letra de la “aurora de mi pueblo”: “Por chica que sea la hostia, contiene el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo”. ¡Qué grande se hizo aquella partícula tan pequeña!

Comentarios
0 comentarios en “SI AL MENOS FUERAN TREINTA MONEDAS DE PLATA…
  1. En infocatólica hay un artículo de otro sacerdote en sentido similar, aunque más amplio. ¿Y que se hará al respecto? ¿Será que el río ha empezado a sonar donde antes no traía agua?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *