Gil Hellín: «El matrimonio, aun el de los no cristianos, es camino de encuentro con Dios»

Gil Hellín: «El matrimonio, aun el de los no cristianos, es camino de encuentro con Dios»

Gil HellinMons. Gil Hellín, arzobispo de Burgos, ha concedido una entrevista a INFOVATICANA que puede leer a continuación. ¿Cómo surgió su vocación al sacerdocio? De chiquillo, en un hogar cristiano, donde la apertura a Dios estaba muy clara, ya afirmada. Tanto de la vivencia en el hogar como en el colegio, como en el ambiente parroquial, surgía por contaminación, con la espontaneidad del agua que emana. Y luego ya en el seminario se fue afirmando y se fue cristalizando en positivo. Lógicamente no todos los que estábamos en el seminario acabábamos siendo sacerdotes. Esa libertad que los papás, y en concreto mi madre siempre procuró en torno a mí, que de ninguna manera se diera por descontado que yo necesariamente iba a llegar a ser sacerdote, también me favoreció para purificar la libertad y la donación. Estuvo muchos años en Roma donde fue usted Secretario del Pontificio Consejo para la Familia. Gracias a Dios fueron años muy gozosos, de trabajar muy cerca del Santo Padre, en todas aquellas preocupaciones tan directas que él vivía, y que para él, en Iglesia debían ser de una importancia principal. Entiendo que debieron de ser unos años maravillosos como sacerdote. Sí, porque ya era profesor en Valencia, precisamente de matrimonio y familia, y lógicamente, luego trabajar cerca de un hombre como el Santo Santo Padre, que vivía con tal pasión ese tema, nos invadió a aplicar nuestra mente y corazón. Acababa de publicarse la Familiaris Consortio, que es un diccionario de sabiduría en torno a este tema, que tenemos que volver y volver para redescubrirlo. Es usted autor de un libro llamado Matrimonio y Vida Conyugal, es experto en Familia. Desde ese aspecto ¿cómo valora el Sínodo que se está desarrollando en estas dos semanas? ¿Qué expectativas tiene sobre el Sínodo? Yo, de algún modo, gozosamente, comparto esta preocupación por redescubrir lo fundamental en la Iglesia, que para la inmensa mayoría de los bautizados es ese estado de santificación. Ojalá que el Señor no solo nos dé luces, sino también nos dé fortaleza en el corazón, para dedicarnos sacerdotalmente, todos aquellos que llevamos alguna comunidad cristiana, para que los laicos, los esposos, los casados, puedan vivir gozosamente esa entrega, y ser uno para el mundo. Porque el matrimonio, aun el matrimonio de los no cristianos, es camino de encuentro con Dios. Y por ello espero luces, espero sobre todo decisiones, orientaciones, para que los sacerdotes lo pongamos en primer lugar de nuestra tarea. Recuerde que cuando yo estudiaba teología, del matrimonio sabíamos dos o tres tesis: que era sacramento para los cristianos; que daba por tanto gracia; unas notas de unidad de indisolubilidad; y basta. Sin embargo, como digo, la Familiaris Consortio es todo un tratado de doctrina y de acción pastoral, en relación a nuestros hermanos los fieles laicos casados. En ese sentido, parece que algunos medios de comunicación quieren centrar la atención del Sínodo en los divorciados vueltos a casar. ¿Cree usted que va a ver cambios? Como si fuera el único problema, es verdad que están aumentando, y por tanto no podemos cerrar los ojos, pero ¿quién se plantea por ejemplo, si se pueden acercar a la Eucaristía, quienes están en otras situaciones, que son situaciones de desorden grave? Por ejemplo, por decirlo de alguna manera, quienes se dedican actualmente a la droga.  ¿Pueden acercarse a la Eucaristía? Quienes están en trata de prostitución. ¿Pueden acercarse a la Eucaristía? Si son situaciones desordenadas graves. Otra cosa es que muchos divorciados han sufrido el divorcio, y afrontan su situación sin contraer un matrimonio civil, y lógicamente para ellos no hay problema de poderse acercar a la Eucaristía. Pero justamente, el Papa ha dicho que la Eucaristía no es un sacramento para los santos sino para los que están en camino. ¿Cómo se puede interpretar eso? Exactamente, los que están en el camino convirtiéndose y acercándose a Dios. Lógicamente la Eucaristía es un punto también para todos esos que somos pecadores, y que tenemos que convertirnos todos desde nuestra situación, pero aquellos que están actualmente, voluntariamente, gozosamente en una situación desordenada, es un punto de referencia, pero no compatible con su momento actual. Usted ha dicho que Jesucristo es la Gran Noticia que el mundo necesita conocer. ¿Cree usted que los medios de comunicación de la Iglesia en España tienen clara esta máxima? Pues no lo sé, porque hay unos que son de inspiración cristiana, y esos son abiertos a toda información, pero especificándose con unos criterios de verdadera autenticidad cristiana. Yo creo que es muy importante que éstos existan en la sociedad, y no solo confesionales que se dedican específicamente a contenido religioso, sino por el modo y por el amor a la veracidad, por el modo de saber presentar las cosas con atractivo hacia el bien, y lógicamente a la Fe cristiana. ¿Cuál cree usted que es el mayor logro del Diablo en la sociedad actual? En las personas, la sospecha de Dios, como si Dios fuera el posible enemigo. El tema es que decimos: que no me complique, que no me complique. Como si Dios fuera el robador de la felicidad de los hombres, cuando es precisamente quien puede llenar de contenido y de bondad y de cercanía hacia los demás. La sospecha de Dios. Que el Diablo, es por sí engañador. No es una mentira, sino la duda, la desconfianza. Es como cuando en los hijos se mete la desconfianza radical del papá, de la mamá, y dicen es que hacen esto pero es para…es buscando. O sea, no el bien que pueda proceder de mamá y papá, es con un interés más alto, es la sospecha. Sin duda, también vemos como un logro del Diablo la política de iniquidad hacia los no nacidos que se ha establecido en occidente. ¡Por supuesto! Es como consecuencia. Fíjese que el primer bien es la vida. Claro, si esa sospecha de Dios se convierte lógicamente en aplicaciones concretas. La vida como una complicación, como un empobrecimiento, como una atadura. En ese sentido, varios obispos, entre ellos el de Alcalá, el de San Sebastián o el de Soria, han declarado que, actualmente, un católico en España, no puede votar a conciencia a ninguno de los partidos presentes en el parlamento. ¿Cómo valora usted estas palabras? Vamos a ver, yo lo que quiero distinguir es un programa que haga compatible el no-respeto a la vida con otras promociones políticas del bien social. Creo que no puede ser auténtico un programa que no parta de la defensa de la vida, lógicamente de la ayuda a quienes transmiten la vida, a quienes puede serles, por circunstancias contingentes, un problema el aparecer la vida en sus personas, que hay que ayudar y proteger. Demonizar de manera global y total a los partidos…yo querría a referirme a programas concretos. Y de hecho, tantos que tenemos la Fe de Cristo, vimos en ese programa concreto que hoy han tirado por tierra por incoherencia, no quizás un programa perfecto, políticamente hablando, pero al menos que era compatible con ese ir ganando terreno con respecto a la vida. Por eso yo no demonizaría globalmente a todos, pero sí llamaría a la responsabilidad de aquellos que tienen que actuar en coherencia con respecto al programa presentado a los electores. ¿Entonces es legítimo que un católico se mantenga en un gobierno que ataca la vida como la ataca el gobierno de España? Vamos a ver, yo, en el mantenerse o no mantenerse, tiene que cada uno plantearse, y ver lo que puede realizar en esa situación para promover el bien. Yo lo que le digo es que si a mí hoy se me presenta un partido que ha sido incoherente con ese respeto que había presentado en su programa político, no habiéndolo respetado, me parece que un cristiano tendría que… ¿Recapacitar? Recapacitar mucho por volverle a votar. Por volver a Roma, aparte de a San Juan Pablo II, entiendo que debió tratar mucho con el beato Álvaro del Portillo. ¿Qué recuerdos guarda de él? Entiendo que habrá sido un motivo de alegría su beatificación, como para todos. ¡Cómo no! Tan bueno, tan recto, tan sencillo y con tantos servicios realizados, no solo, lógicamente, para el Opus Dei, sino también directamente para las estructuras de la Iglesia. Yo he podido conocer de primera mano, a través de mis investigaciones sobre el Concilio Vaticano II, toda la labor que llevó a cabo como secretario para la Comisión para el Clero, en la producción para el documento Presbyterorum Ordinis, que trata sobre los sacerdotes, pues yo he estado viendo ahí su firma en tantas reuniones, en tantas modificaciones del texto, que luego terminó en el decreto conciliar. ¿Estuvo usted presente en su beatificación? ¡Si! ¡Cómo no! ¡Gozosamente, gozosamente! Fue una fiesta para la Iglesia. Creo que para la Iglesia y muy concretamente para ésta nuestra Iglesia de España, al fin y al cabo, él madrileño, aunque también de origen, por la mamá, mexicano, es un bien para toda la Iglesia. Aquello que dijo el Papa Pablo VI cuando falleció san Josemaría Escrivá, que ya es patrimonio de la Iglesia Universal. ¿Cómo afecta su pertenencia al Opus Dei en su labor como arzobispo en Burgos? Bueno, pues yo fui a la Obra ya siendo diácono, y a mí siempre me ha ayudado a tratar de ser fiel a mi vocación sacerdotal. Es decir, que no me ha supuesto como un doble punto de referencia, sino que viviendo gozosamente mi vocación en la Obra, estaba respondiendo más y mejor a esa vocación en la Iglesia de Cristo, en concreto entonces como sacerdote y lógicamente como obispo posteriormente. Usted ha dicho alguna vez que su santa obsesión son las vocaciones. ¿Qué es lo mejor de ser sacerdote? ¿Qué le dice a los jóvenes para animarles a entregar su vida a Dios en el sacerdocio? La vida se gana entregándola. Si uno está preocupado de darle sentido a la vida, obsesionado por sí mismo, termina desvaneciéndose el don en sus manos. Mientras que descubre que en la medida en que la entrega, la descubre y recupera y la goza, desde Dios encontrará el servicio a Cristo en sus hermanos como sacerdote, si es voluntad de Dios. Por ello yo diría, no mirarse el ombligo, no mirarse la punta de los pies, sino descubrir en Cristo: ¿Señor qué quieres? ¿Qué quieres de mí? In aeternum miserircodia eius, es su lema episcopal, si no me equivoco. Si, porque salió espontáneamente cuando el Santo Padre me anunció el ser obispo. Había sido penitenciario, y había dedicado tantísimas, gozosamente, tantísimas horas a ayudar a mis hermanos en la confesión, y me salió espontáneo. ¿Qué le gustaría cambiar de la Iglesia? Que es un gozo cuando se establece como ministro de Cristo una apertura, un diálogo con quienes vienen preocupados y empiezan a descubrir el gozo y la misericordia de ser perdonados. Entonces el sacerdote disfruta en ese estar como mediador entre el amor y la contrición de ese hermano suyo, que nos ayuda a descubrir también que nosotros somos pecadores y que con ese corazón de hermano estamos administrando los dones de Dios. ¿Qué le gustaría cambiar de la Iglesia? Bueno, pues yo en los sacerdotes querría que mejoráramos en no estar esperando, sino en salir al encuentro. Eso es lo que el Papa, me parece, nos está haciendo descubrir. Así como en un ámbito de cristiandad podíamos ser más o menos burocráticos administrando los sacramentos y la misericordia de Dios, hoy día tenemos que tomar la iniciativa. Ojalá en muchas parroquias nuestras, sí, el despacho habrá que atenderlo, pero tantas y tantas horas habrá que salir al encuentro de esos hermanos que a veces no están contentos con sus vidas, y que en la medida en que encuentran aprecio y cariño, se abren y se les puede ayudar de una manera muy concreta. Ojalá. Ya por no quitarle más tiempo. ¿Conocía Infovaticana? Bueno, las noticias van llegando, lógicamente. No es que hubiera tenido relación directa, pero esto también contribuye para que pueda. Lo que pasa es que es una invasión de tanta cosa que hay que ir seleccionando, porque si no, ese servicio a los demás se aminora en el tiempo porque hay que estar tan informado de tantas cosas. Y gracias a Dios tengo al secretario que me ayuda un poquito en esto. Bueno, yo le sugiero que nos elija. ¡Muy bien! ¡Humilde! Lo recordaré. Don Francisco, muchísimas gracias por su tiempo, se lo agradezco muchísimo. ¡Buen trabajo!

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