El padre Baeza, La Sacristía de la Vendée y el último dogma

La Sacristía de la Vendée

Es fácil observar que en la Iglesia de hoy se puede negar cualquier dogma salvo uno: la primacía papal. Y no deja de ser curioso que los medios y prelados más piadosamente hiperpapalistas hayan llegado a este nuevo estado solo con la llegada de Francisco.

Hizo falta llegar a finales del S. XIX para definir, no sin bronca polémica, la infalibilidad del Papa, lo que no significa, naturalmente, que la doctrina en cuestión no fuese pacífica y universalmente aceptada hasta esa fecha. Lo que sí puede significar, por el contrario, es que no se consideró hasta entonces necesario o conveniente, y que no era ni es un dogma de la misma centralidad que aquellos en los que se basa toda nuestra fe.

En el principio de todo, históricamente (y en nuestra fe, la historia, la realidad material de lo que pasó, lo es todo), está la Resurrección de Cristo. Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe. No existe, en realidad, porque no habría una prueba clara de que Cristo es el Hijo de Dios, Dios mismo, lo que hace que todo lo anunciado en el Evangelio tenga sentido y sea infinitamente fiable.

Hoy sacamos en portada la entrevista en la Cadena Ser con un sacerdote que se pasa por el forro todo lo que le apetece de la doctrina católica, y no es la primera vez que lo declara públicamente. Dice descreer en los milagros que se oponen a la naturaleza o, lo que es lo mismo, todos los milagros. Y sucede que nuestra fe entera se asienta sobre un milagro que se opone a la naturaleza tanto como el que un muerto vuelva a la vida realmente, materialmente. Si eso no es cierto, nada es cierto, la Iglesia es solo una construcción histórica que se acerca a su irrelevancia, una especie de club de debate con ideas cambiantes y siempre opinables.

Este sacerdote puede ser, sí, un caso extremo, pero dentro de una tendencia de la que, creo, casi todos tenemos experiencia directa. Peino canas, y estoy harto (en ambos sentidos) de saber de curas y prelados que cuestiona, con mayor o menor prudencia, la Resurrección carnal, la Virginidad Perpetua de María y, en fin, entre unos y otros, todos los dogmas de la fe. Lo que no es, en sí mismo, tan escandaloso como la falta de respuesta de nuestra jerarquía, tan rápida y tajante, en cambio, cuando se trata de la ‘línea del partido’, coyuntural y cambiante.

En comparación, todas las verdades relativas al Primado de Pedro son, no menos ciertas, pero sí derivadas, secundarias. La Iglesia no es una secta que cambie al albur de las ocurrencias de un líder o un gurú, y la misión explícita no es tener ocurrencias o introducir novedades (o salvar el planeta), sino custodiar y transmitir el Depósito de la Fe. Quien pilota la barca no es Pedro, es Cristo.

Y, sin embargo, lo que observamos en la práctica -en la ‘acción pastoral’, si se quiere- de la Iglesia es que la cúpula eclesial es siempre fulminante a la hora de castigar o amenazar a quien critica a un Papa que, por otra parte, ha pedido expresamente ser criticado desde los inicios de su pontificado.

Bruno M., laico que escribe en Infocatólica unos textos invariablemente magníficos y del que plagiado a medias el titular, lo explica mejor que yo en una reciente contribución a su blog: Hoy, en la Iglesia, se puede negar cualquier dogma impunemente, excepto uno: la autoridad del Papa y del obispo.

Es el caso de lo ocurrido con la tertulia sacerdotal online La Sacristía de La Vendee, reunión de sacerdotes fidelísimos a la doctrina, que han recibido un duro ‘apercibimiento’ por parte de su obispo por una broma de dudosa oportunidad. Cómo se echa de menos ese celo ante quienes hacen mangas y capirotes con el dogma o la sagrada liturgia.

Se ha hecho popular en este pontificado la imagen del necio que aserra la rama misma en la que está sentado, y no puede ser más oportuna. Si todo es líquido, si todo es discutible, si todo es aggionable, adaptable a los tiempos (es decir, al pensamiento dominante anticristiano), ¿por qué no se iba a cuestionar una doctrina relativamente menor y que se da de bofetadas con el ‘democratismo’ imperante como es la obediencia ciega al líder? La primacía de Pedro es consecuencia, no causa. Carece de sentido si la Revelación no es una verdad fielmente transmitida del mismo Dios, que no pasará cuando hayan pasado cielos y tierra.

Pero lo cierto es que el cuestionamiento nunca roza siquiera ese espacio sagrado, casi mágico. El propio Baeza puede atropellar y despreciar todas las verdades, pero salva respetuosamente a Francisco.

La razón, nos tememos, no es un celo estricto por la verdad del dogma. Si los obispos castigan a la velocidad del rayo a quien saque los pies del plato en la fidelidad a Francisco no es porque reaccionen a un cuestionamiento de la verdad. Si así fuera, Baeza no seguiría esparciendo sus herejías desde una parroquia bendecida por la Archidiócesis de Madrid, por citar el caso más reciente de una lista interminable y monótona.

Así que solo cabe concluir que los prelados actúan como podrían hacerlo los vicepresidentes de una multinacional ante las órdenes de un CEO especialmente riguroso o los cuadros de un partido político temerosos de no figurar en las listas para las próximas elecciones.