La Santa Sede ha publicado en la mañana de este viernes el mensaje que el Papa Francisco ha enviado a la Presidenta de la Asociación Internacional para la Promoción del Estudio del Derecho Canónico, con motivo del 50° aniversario de la Fundación.
Al leer el mensaje del Pontífice, rápidamente saltan las alarmas por las incongruencias entre lo que escribe y predica y como luego actúa. Nada tiene que ver las palabras que Francisco dirige a estos canonistas con cómo está obrando él mismo con el ex profesor de Gaztelueta.
«Sin duda, la persona está en el centro del derecho canónico y del derecho civil; la peculiaridad del Derecho Canónico es la persona como redimida en Cristo, como fiel en la Iglesia», escribe Francisco quien subraya que «a través de las leyes, tanto la Iglesia como la sociedad civil pretenden procurar el bien común; sin embargo, en la Iglesia no es sólo un orden externo que permite al individuo cumplir sus obligaciones y ejercer sus derechos, sino que es expresión de la presencia de Cristo Salvador, una realidad interna de la gracia, que es un bien común precisamente porque pertenece a todos los leales».
Además, llega a afirmar que «la ley, ya sea canónica o civil, está hecha para el hombre, no el hombre para la ley (cf. Mc 2,27)».
El Santo Padre defiende en su escrito que «el derecho canónico está también revestido de este mandato que el Maestro dio a su Iglesia, por lo que es necesario que sea más pastoral y misionero. Ser pastoral no significa dejar de lado las reglas y orientarse como uno quiera, sino que al aplicarlas hay que procurar que los Christifideles encuentren en ellas la presencia de Jesús misericordioso, que no condena, sino que exhorta a que ya no pequen porque él les da la gracia».
«Por eso, incluso cuando deba aplicarse una sanción severa a alguien que ha cometido un delito gravísimo, la Iglesia, que es madre, le ofrecerá la ayuda y el apoyo espiritual indispensables para que en el arrepentimiento pueda encontrar el rostro misericordioso del Padre», añade Francisco.
¿Por qué actúa de manera diferente con el ‘caso Gaztelueta’?
Supongo que si José María Martínez lee este mensaje del Papa no saldrá de su asombro. «Misericordia», «la ley hecha para el hombre» o «la Iglesia madre que ayuda y apoya», son algunos de los mensajes que lanza el Pontífice y que no ha querido emplear con el ex profesor de Gaztelueta.
Tal y como contaba el -todavía- numerario del Opus Dei en su última entrada en su blog, hasta en tres ocasiones ha solicitado al Papa Francisco que le reciba para poder ser escuchado y dar al menos su versión, ya que la otra parte sí que fue recibida por Francisco. Pues ni caso, para él no hay escucha que valga mientras dure todo este proceso al que cada vez más juristas ponen el grito en el cielo.
Estamos ante un caso único dentro de la Iglesia. Se está aplicando el derecho canónico contra un laico. El obispo de Teruel (juez instructor de la causa cuyo tribunal se montó entre amiguetes designados por el padre Arana) de quien se presupone que debe ser imparcial, demostró no serlo al escribir a José María Martínez para incitarle a que confesara de lo que le están acusando.
«Como el derecho canónico no me podía condenar, ahora se inventan un procedimiento alternativo para que sea el Opus Dei el que me condene y ellos se laven las manos», denunció el profesor en su blog quien acusó a Satué de cambiar las reglas de juego a mitad de partida.
El tribunal ha pasado por alto toda la investigación que hizo Doctrina de la Fe en 2015 con el cardenal Ladaria al frente del Dicasterio y se le obligó en verano a cambiar de abogados por decisión de José Antonio Satué.
Por seguir con la lista de hechos insólitos que tiran por la borda el discurso del Papa Francisco sobre el derecho canónico, hay que destacar que en este procedimiento se ha anulado el principio de irretroactividad de la ley penal. Le despojaron de un derecho que ni siquiera se le conculca a un criminal de guerra.
Se redactó una ley ad hoc para él dentro del derecho canónico ya que su caso no entraba dentro de los parámetros sobre los que tiene jurisdicción la Iglesia y por no hablar de la prevaricación que supone juzgar dos veces una misma causa.
El propio José María Martínez ya denunció este verano que por alguna razón se enfrenta a un proceso sin regulación, «en el que la defensa es imposible porque se ha establecido un procedimiento para que, de hecho, no lo sea: se recusa a mis abogados — que llevan muchos años de ejercicio profesional — declarándoles incompetentes para mi defensa después de haberlos aceptado; se me imponte un abogado de oficio ya que, de hecho, no me quedará otro remedio que aceptar el que quieran; se callan cuando se les dice que están aplicando una ley penal con carácter retroactivo, lo que es completamente contrario a todo Derecho Sancionador. Tristemente, todo se disfraza de legalidad pero es autoritarismo e imposición».
La desolación y desesperación de este ex profesor al leer este tipo de discursos del Papa al compararlo con el trato que está recibiendo ha de ser harto complicado de digerir.