El cristiano en el mundo de nuestro tiempo

Esperanza cristiana libro Burke
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Hoy les ofrecemos este extracto del libro Esperanza para el mundo del cardenal Raymond Leo Burke. El cardenal Burke, en una conversación informal con Guillermo de Alançon, delegado episcopal para la familia y para la vida de la diócesis de Bayona, desarrolla sus ideas abiertamente y sin tabúes acerca de los grandes temas de la actualidad: la Iglesia, la liturgia, la familia, el matrimonio, la paternidad, el respeto a la vida… Este gran jurista, con cualidades pastorales innegables, evoca con simplicidad estos temas a veces difíciles. Un libro claro e indispensable para comprender los valores esenciales y las raíces profundas de la ley natural.

El cristiano en el mundo de nuestro tiempo

Hoy en día, los cristianos nos encontramos en una sociedad totalmente secularizada. El papa san Juan Pablo II, en sus enseñanzas sobre la misión de los fieles laicos en el mundo, nos recordó de forma inequívoca que muchos hoy, incluso en lo que una vez fueron países cristianos, viven como si no tuvieran relación con Dios y, por lo tanto, con su plan para nosotros y nuestro mundo. Aquél describió la situación contemporánea de la Iglesia en el mundo con estas palabras:

«Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo. Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo —si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria— inspiran y sostienen una existencia vivida “como si no hubiera Dios”. Ahora bien, el indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los problemas, incluso graves, de la vida, no son menos preocupantes y desoladores que el ateísmo declarado».

Para remediar la situación, el santo Pontífice afirmó que «urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana».

Se adelantó a añadir que, si se pretende alcanzar este remedio, la Iglesia misma debe ser nuevamente evangelizada. Fundamental para comprender la secularización radical de nuestra cultura es entender también lo mucho que penetró la secularización en la vida de la Iglesia. En palabras del Papa san Juan Pablo II, «la condición es que se rehaga la cristiana trabazón de las mismas comunidades eclesiales que viven en estos países o naciones».

De modo similar, el Papa Benedicto XVI, en su discurso de navidad del año 2010 a la Curia Romana, reflexionando sobre los graves males que nos están destruyendo como individuos y como sociedad y que generaron una cultura marcada predominantemente por la violencia y la muerte, describió un relativismo en la teología moral contemporánea —llamado «proporcionalismo» o «consecuencialismo»— que provocó profunda confusión y errores rotundos respecto a las verdades fundamentales de la ley moral. Se llegó a una situación en la cual, según su discurso, «la moral fue sustituida por un cálculo de las consecuencias, y por eso mismo deja existir». Si, por lo tanto, el insustituible orden moral —que es el camino hacia nuestra libertad y felicidad— debe ser restaurado; tenemos que afrontar con claridad y firmeza el error del relativismo moral —proporcionalismo y consecuencialismo— que permea nuestra cultura y que —como el Papa Benedicto XVI nos recordó— también penetró en la Iglesia.

Para hacer frente a esta ideología, el Papa Benedicto XVI nos urgió a estudiar de nuevo las enseñanzas del Papa san Juan Pablo II en su Carta Encíclica Veritatis Splendor, sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia. En Veritatis Splendor, el Papa san Juan Pablo II, en palabras del Papa Benedicto XVI, «señaló con fuerza profética que las bases esenciales y permanentes del actuar moral se encuentran en la gran tradición racional del ethos cristiano». Recordando a los católicos la necesidad de que el hombre forme su conciencia de acuerdo con las enseñanzas morales de la Iglesia, también les recuerda: «Toca a nosotros hacer que estos criterios sean nuevamente escuchados y comprendidos por los hombres como caminos de verdadera humanidad, en el contexto de la preocupación por el hombre, en la que estamos inmersos».

La vida cristiana es —si es vivida hoy con integridad— necesariamente contracultural. Como el papa san Juan Pablo II tan frecuentemente nos recordaba, los cristianos hoy están llamados a una nueva evangelización de la cultura. La situación puede ser descrita así: el evangelio fue proclamado y echó profundas raíces en los países cristianos, pero después fue olvidado. El olvido conduce a una reacción indiferente u hostil cuando la verdad del evangelio es nuevamente proclamada. La fe ya no posee más raíces profundas en las vidas de las generaciones sucesivas. Así pues, lo que se necesita es una nueva evangelización de la sociedad y de la cultura que, de hecho, ya no pueden más ser consideradas cristianas. La fe cristiana y su práctica tienen que ser nuevamente impartidas, como si fuera la primera vez, como fueron transmitidas durante los primeros siglos del cristianismo y en los tiempos de la evangelización de nuestras tierras de origen. El carácter cristiano de la cultura ya no es más algo dado, aunque lo haya sido por siglos.

Debemos hoy responder con más entusiasmo y energía aún al mandato de Nuestro Señor en su Ascensión: «Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado». Ante los desafíos de vivir la fe en nuestro tiempo, el Papa san Juan Pablo II nos recordó la urgencia del mandato de Cristo dado a sus primeros discípulos y, en no menor medida, a los misioneros a lo largo de los siglos cristianos, así como también a nosotros hoy en día. Sostuvo:

«En verdad, el imperativo de Jesús: «Id y predicad el Evangelio» mantiene siempre vivo su fuerza, y está cargado de una urgencia que no puede decaer. Sin embargo, la actual situación, no sólo del mundo, sino también de tantas partes de la Iglesia, exige absolutamente que la palabra de Cristo reciba una obediencia más rápida y generosa. Cada discípulo es llamado en primera persona; ningún discípulo puede es camotear su propia respuesta: “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!”».

La obediencia —fundamental y esencial en la nueva evangelización— es también una virtud adquirida con gran dificultad en una cultura que exalta el individualismo y cuestiona toda autoridad, a excepción de sí misma. Sin embargo, aquélla es indispensable si el evangelio debe ser enseñado y vivido en nuestro tiempo.

Tomemos el ejemplo de los primeros discípulos, de los primeros misioneros en nuestros lugares de origen y de la multitud de nuestros hermanos santos que se entregaron completamente a Cristo a lo largo de los siglos cristianos, invocando la ayuda y la guía del Espíritu Santo para purificarse de toda rebelión ante la voluntad de Dios y para fortalecerse en el ejercicio de esta última en todas las cosas. Ante el gran desafío de vivir hoy la fe cristiana, nosotros, como ellos, tomemos coraje de la promesa con la cual Nuestro Señor concluyó su mandato misionero: «Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos».

***

Este fragmento ha sido extraído del libro Esperanza para el mundo (2018) del cardenal Raymond Leo Burke, publicado por Bibliotheca Homo Legens.

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Comentarios
2 comentarios en “El cristiano en el mundo de nuestro tiempo
  1. El cardenal Burke es muy bueno. Si él hubiera sido papa, la Iglesia no estaría en la terrible confusión que padece.

    1. En principio, si un católico hubiese sido elegido papa no sería está situación de exaltación del adulterio y la sodomía, además de las herejías y el paganismo de falsos religiones.

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