El papa al que había que liquidar

De Roma a Berlín
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Hoy les ofrecemos este extracto del libro De Roma a Berlín de Gabriel Calvo Zarraute. Calvo Zarraute nos trae los resultados de su última investigación, ya apuntada en su anterior obra, De la crisis de fe a la descomposición de España: la asunción de la Leyenda negra protestante por parte de la Iglesia Católica. Es decir, la aceptación de la superioridad moral del protestantismo en todos los órdenes (religioso y cultural, político y jurídico, educativo y económico) que tiene como consecuencia la sumisión de la Iglesia a la cosmovisión protestante. Esto es, La protestantización de la Iglesia Católica.

El papa al que había que liquidar

Antes de concluir la revisión de esta obra sucedieron una serie de hechos más que avalan la denuncia fundada de este libro. Contextualizaré primero, a nivel universal, el acontecimiento que ha acelerado la protestantización de la Iglesia, y que es la renuncia de Benedicto XVI al trono de San Pedro. A continuación, trataré los episodios concretos acontecidos en España, Bélgica e Italia, y que ilustran a la perfección el seguidismo cobarde y descerebrado de la casi totalidad de los dirigentes de la Iglesia actual, decididos a abandonar a Nuestro Señor Jesucristo para seguir a la sociedad atea posmoderna, definida por Zizek como: «la nada cósmica sometida al vacío». Debido a su identificación acrítica con la ideología antropocéntrica del mundo contemporáneo, los funcionarios eclesiásticos se mimetizan con dicha sociedad, transformándose también ellos en un cero, envuelto en la nada, poblado de analfabetos funcionales, de monos aulladores y alabadores.

El verdadero problema central de la jerarquía, actualmente irresoluble, es su conformación por un ejército de idiotas útiles, condicionados hasta la médula, con los que siempre se puede contar para disolver la fe católica. Para uno que acierta, generalmente por conveniencia o porque está tocado en su propia esfera individual, diez hacen mal. Son pastores inútiles que generan confusión, y que, debido a su formación modernista, carecen por completo de la capacidad para abrazar la complejidad o al menos de acercarse a ella. No siendo conscientes de las continuas contradicciones en las que incurren.

No pueden olvidarse las vacilaciones que asolaron los últimos años de Benedicto XVI, prefiriendo jugar con hipótesis arriesgadas y cabalísticas, cuando no ridículas, sobre la validez de su abdicación. Independientemente de sus errores de gobierno, que no fueron pocos, en los eventos previos a su marcha se produjo una fuerte oposición doctrinal y política a la acción gubernamental del papa Ratzinger por parte de: i) los sectores de la Curia romana trufados de masonería y homosexualidad; ii) el episcopado universal modernista con Alemania l frente. Resulta más cómodo, psicológicamente, no considerar el avance de la corrupción intelectual y moral en el cuerpo eclesial por lo que se prefiere considerar, únicamente, que Paolo Gabriele, el mayordomo de Benedicto XVI, robara documentos secretos de las estancias privadas del pontífice. Como todos saben, al igual que en las novelas de Agatha Christie o Arthur Conan Doyle, el culpable es siempre, y por tanto solo, el mayordomo. Pero esta vez no fue así y los hechos alineados lo prueban.

En la enigmática historia criminal vaticana sería interesante que alguien se tomara la molestia de comprobar hasta dónde había llegado la acción moralizadora de Benedicto XVI en vísperas de la sustracción de dichos documentos secretos, caso denominado como vatileaks. Lo que clarificaría las razones inconfesables, además de las ya más que discutibles de la política eclesiástica, que tuvieron quienes organizaron dicha operación y su repercusión psicológica en un papa octogenario y asediado desde el interior y el exterior de la Iglesia, desde el inicio de su pontificado. Así se demostraría que la causa del traumático final de su gobierno al frente de la Iglesia se debió a la convergencia entre: i) diplomáticos ambiciosos; ii) potencias extranjeras invasoras; iii) eclesiásticos corruptos. El programa de gobierno de Benedicto XVI fracasó estrepitosamente llevando hasta el solio de Pedro a Francisco, y exhibiendo que la Iglesia Católica no merecía tener a su cabeza a un hombre de la talla del pontífice alemán.

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Este fragmento, ha sido extraído del libro De Roma a Berlín (2022) de Gabriel Calvo Zarraute, publicado por Bibliotheca Homo Legens.

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Comentarios
3 comentarios en “El papa al que había que liquidar
  1. Tenemos una jerarquía que mayoritariamente está disolviendo la doctrina católica, y por ello los católicos fieles debemos resistir, para liquidar y erradicar el error en la Iglesia.

  2. Recuerdo a finales del franquismo, como un grupo numeroso de sacerdotes modernistas al hilo del concilio, se encerraban en las iglesias para protestar sobre cualquier asunto social o político, incluso se manifestaban por las calles para protestar contra el franquismo y a favor de la libertad y de la democracia, como el famoso caso de los 180 capuchinos de Barcelona, que con sotanas salieron a la calle hasta que los disolvió la policía. Y no digamos los famosos curas obreros en todas los barrios populares del país, renunciando a sus sueldos para dárselo a los mas necesitados. En realidad la mayoría de ellos eran comunistas infiltrados, y en cuanto cayó el régimen salieron pitando para nunca mas volver. Lo digo, por que creo que si los sacerdotes tradicionalistas no hacen algo similar hoy en día, y se rebelan en contra de la deriva destructiva de nuestra iglesia, estamos perdidos. Por favor, Ahora o nunca. Carlismo Rebelde

  3. No es que la Iglesia no merezca a un Papa, es que los católicos de una determinada época pueden no merecer muchas cosas. No hay dos Iglesias, una ideal que es santa y católica, y otra fáctica de la que se puede decir cualquier cosa. En todo esto tiempo una «regla para no errar» sería un uso controlado y crítico del término «Iglesia», que se lo usa sin necesidad en muchos casos, la Iglesia de esto y la Iglesia de aquello. No copiemos la forma de hablar de los progres, que salían con la Iglesia que ellos soñaban y que ellos querían y que ellos construían, etc., y al final no podían caminar de tantas «Iglesias» que había por ahí.

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