Sorpresas navideñas

La eterna promesa del Amor
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Hoy les ofrecemos este extracto del libro La eterna promesa del Amor de Janette Oke. El Amor llega suavemente, primera novela de Janette Oke, acercó a millones de lectores a la historia de Clark y Marty Davis, atrapados en un matrimonio de conveniencia que, con el tiempo, se transformó en respeto mutuo y amor profundo. Toda una generación de lectores ha reído y ha llorado con Marty y Clark.

En esta secuela, La eterna promesa del Amor, ambos encabezan ahora una creciente familia en su pequeña casa en la pradera. Pero, a medida que cultivan sus relaciones con los miembros de su comunidad en la Frontera, Clark y Marty descubrirán que el amor no se ve limitado por el tamaño del hogar.

Sorpresas navideñas

Tal y como prometió Clark, la nueva casa estuvo lista antes de Navidad. La mudanza fue mucho trabajo y en uno de los numerosos viajes entre casa nueva y la vieja, Marty nunca le dijo a Clark que esperaba no tener que hacer aquello nunca más. Pero una vez que todos los muebles estuvieron en su nuevo lugar, las cortinas de estreno colgadas y todos instalados en sus habitaciones, Marty quedó muy satisfecha.

Marty y Clark se sentaron a la mesa para el desayuno con las primeras tazas de café en su nuevo hogar y dieron gracias al Señor por todas las bendiciones que les había dado a ellos y a su familia a lo largo de los años.

─Bueno, el café está tan delicioso como siempre. Menos mal ─bromeó Clark mientras se levantaba para ir al granero.

Willie LaHaye era un frecuente invitado a la nueva casa de los Davis, lo que alegraba a Clark y a Marty. Si tenían que perder a su querida Missie, les alegraba que fuera por un joven como él.

Pero en Nochebuena, Willie disipó de golpe y sin pretenderlo, la cómoda sensación de acogerlo como novio de Missie. Fue durante una conversación casual con los hombres de la casa. Josh, el marido de Nandry, había estado hablando de sus planes de conseguir un animal de mejor calidad para su lote de cerdos y Willie afirmó que ese era el rumbo que quería tomar: empezar con unas cuantas reses de calidad e ir aumentando el rebaño. Pero antes tenía que elegir una tierra adecuada. Esperaba partir la primavera del año siguiente para explorar y elegir rancho. Una vez comprada la tierra, volvería a por Missie.

Clark se quedó rígido y Marty volvió la cabeza para mirarle.

─ ¿No piensas sembrar por la zona? ─preguntó Clark al fin.

─No tengo pensado sembrar en absoluto ─contestó Willie─. Tengo muchas ganas de dedicarme al ganado.

─ ¿Cómo de lejos…? ¿Cómo de lejos crees que tendrías que ir para encontrar buenas tierras de rancho a un precio asequible? ─preguntó Marty vacilante.

—Unos cientos de millas, de todos modos.

Marty sintió que la debilidad recorría todo su cuerpo, de repente. Willie se dirigía más hacia el oeste. Y, además, planeaba casarse con Missie. Oh, Dios bendito, se lamentó en silencio. Va a llevarse a Missie al oeste.

Se dirigió silenciosamente a la cocina, esperando que nadie se diera cuenta. Entró en la fresca despensa y apoyó la cabeza en la puerta del armario.

—Oh, Señor mío ─rezó de nuevo, pronunciando las palabras con labios temblorosos─. Por favor, ayúdale a quitarse esa estúpida idea de la cabeza.

De pronto cayó en la cuenta. Me pregunto si Missie lo sabe.

Pero Missie la había seguido hasta la despensa.

─Mamá ─dijo, poniéndole la mano sobre el brazo─. Mamá, ¿te encuentras bien?

─Estoy bien… Estoy bien ─le aseguró Marty mientras se enderezaba.

─ ¿Es por…? ¿Es por lo que ha dicho Willie?

─ Bueno, he de admitir que me ha dejado un poco aturdida. No tenía ni idea de que tuviera esos planes.

─Debería habértelo contado antes…

─Entonces, ¿lo sabías?

─Por supuesto. Willie y yo habíamos hablado de esto antes de… antes de tener planes en común.

─ Ya veo.

─Debería habértelo dicho ─repitió Missie─. Supongo que Willie pensó que lo había hecho.

─ No pasa nada, Missie.

─ Es… duro para ti, ¿verdad, mamá?

─ Sí… supongo que sí ─Marty intentó que no le temblase la voz.

─ Te estarás sintiendo ─dijo Missie cuidadosamente─ como se sintió tu madre cuando decidiste irte con Clem.

Escúchame bien, quería reñirla Marty, estás siendo muy injusta echándome eso en cara. Pero después de un momento se limitó a decir.

─ Sí, puede que tengas razón.

Por primera vez, Marty pensó en los sentimientos de su propia madre y entendió por qué había sido tan difícil para su familia aceptar su marcha.

─ Sí ─repitió─. Supongo que es así como se debió sentir.

***

Este fragmento ha sido extraído del libro La eterna promesa del Amor (2022) de Janette Oke, publicado por Bibliotheca Homo Legens.

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