Carta abierta de José Andrés Calderón, perseguido por del delegado del Gobierno y multado por la policía nacional por rezar el Rosario en Ferraz, al cardenal Omella:
Eminentísimo y Reverendísimo Sr. D. Juan José Omella, Presidente de la Conferencia Episcopal,
El pasado 12 de diciembre Su Eminencia participó en el encuentro de Nueva Economía Forum. En un momento de la charla, respondió a esta pregunta formulada por el periodista Jesús Bastante de Religión Digital:
«Se rezan rosarios por el “golpe de Estado” de Pedro Sánchez. Supuestos católicos se inventan denuncias falsas de abusos. ¿Todo vale para defender a la Iglesia?».
Su respuesta fue la siguiente:
«Luego las personas que rezan y que piden, yo qué sé lo que pide cada persona en su conciencia…allá ellos y sus grupos. Nosotros no controlamos las personas y los grupos. Nosotros lo que queremos es siempre trabajar codo a codo, decir lo que hay que decir, y trabajar codo a codo por el bien común, si nos dejan y si cuentan con nosotros. Lo que no vamos a hacer es batallas políticas y batallas de hacer caer gobiernos. Nosotros propondremos valores que hay que defender y ya está. |…| Eso es lo propio de un cristiano y de un ciudadano democrático».
Su Eminencia no me conoce, así que mi deber es presentarme. Mi nombre es Jose Andrés Calderón Rojas. Un joven católico madrileño de 25 años graduado en Derecho y Ciencias Políticas. Soy uno de los cristianos que acude cada tarde a las escaleras del Santuario del Inmaculado Corazón de María para rezar el Santo Rosario. Un humilde siervo de Dios que se encuentra profundamente preocupado por la situación que vive nuestra nación y Occidente.
El 3 de noviembre comenzaron las protestas frente a la sede del PSOE. El lunes 6, sin previo aviso, la Unidad de Intervención Policial (UIP) gaseó y agredió a ancianos, mujeres y niños. Una desproporcionalidad y un comportamiento inaudito. Estos sucesos fueron denunciados por propios sindicatos policiales como la Unión Federal de Policía, Una Policía para el Siglo XXI y JUPOL. A partir de ese instante, el pueblo español comenzó a protestar sistemáticamente en las inmediaciones de la calle Ferraz. Nació lo que se ha denominado Noviembre Nacional.
En los primeros días de esta revuelta espontánea era habitual encontrarse con banderas del Sagrado Corazón de Jesús y cánticos a favor de una «España cristiana». El propio símbolo del movimiento Noviembre Nacional es dos «N» y una Cruz. Había un anhelo profundo de Dios y algunos cristianos decidimos dar un paso hacia delante. El domingo 12, en mitad de las protestas, iniciamos el rezo del Santo Rosario a las 19:30. Durante todos esos días no se generó ningún problema y cada vez más españoles se unieron en oración por nuestra nación.
Sin embargo, el miércoles 22 un inspector de policía quiso identificarme al considerar que «soy el responsable» del Rosario. Tras esto, y para evitar cualquier clase de problemas, procedí a comunicar a la Delegación de Gobierno nuestra intención de orar en las escaleras del Santuario todos los días. Hasta el domingo, la actitud gubernamental fue de silencio y, como corolario, de consentimiento a la concentración religiosa. Todo cambió el lunes 27. A poco más de una hora de proceder rendir culto a Dios, recibí un correo electrónico de don Francisco Martín Aguirre, el delegado de Gobierno de Madrid. Este cargo político me prohibía rezar del 27 al 30 de noviembre en las mencionadas escaleras que, por cierto, son suelo privado de la misma Iglesia.
Quince policías acompañados de un inspector jefe llegaron al lugar de oración, diez minutos antes de comenzar a rezar el Rosario, preguntando por mi nombre y apellidos. Inmediatamente después de acudir a su llamada, me advirtieron de que si rezábamos «interrumpirían la oración» y multarían a todos los que estaban allí presentes. Ese día se terminó el Rosario en el Paseo de Pintor Rosales con la finalidad de evitar cualquier tipo de molestia a los allí presentes.
Esa noche, tras volver a mi casa, estuve reflexionado sobre lo ocurrido. ¿Desobedecer los caprichos arbitrarios de un cargo político o rendir el culto debido a Dios y a su Purísima Madre? Esa era la cuestión. El delegado de Gobierno hacía abuso de su poder prohibiendo lo que estaba sucediendo sin ningún problema para el orden público y que él mismo había permitido semanas anteriores. Es notorio y patente que ha utilizado subterfugios legales para impedir el rezo. Las concentraciones posteriores a la oración —la mayoría de ellas sin la comunicación a la Administración Pública— se han tolerado, mientras ha querido prohibir el Santo Rosario. ¿Casualidad? Juzgue usted mismo.
Ante esta disyuntiva decidí acudir al lugar dónde todo católico debe dirigirse: a la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo, a las enseñanzas de los Padres de la Iglesia y a encíclicas papales. «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29); «Dichosos los que sufren persecución por defender la justicia, porque les pertenece el Reino de los Cielos. Dichosos vosotros cuando os injurien, os persigan y os imputen todas las maldades por mi causa» (Mateo 5:10-11); «Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio» (Lucas 21: 12- 19); San Ambrosio de Milán se opuso al emperador Valentiniano II y le advirtió que «si exiges a mi persona, estoy listo para someterme: llévame a prisión o a la muerte, no resistiré; pero nunca traicionaré a la Iglesia de Cristo»; el Pontífice León XIII recordó en Libertas Praestantissimum que: «Una sola causa tienen los hombres para no obedecer: cuando se les exige algo que repugna abiertamente al derecho natural o al derecho divino». Insiste en el mismo documento que «cuando el poder humano manda algo claramente contrario a la voluntad divina, traspasa los límites que tiene fijados y entra en conflicto con la divina autoridad. En este caso es justo desobedecer». En Au milieu des sollicitudes escribe: «jamás deben ser aceptadas las disposiciones legislativas, de cualquier clase, contrarias a Dios y a la religión».
Por ende, el martes 28 me presenté en Ferraz para rezar bajo el manto del Santuario. Acudí asumiendo todas las consecuencias plausibles: desde la multa a la misma detención por incumplir las órdenes del señor Martín Aguirre. No habría habido mayor honor que pasar una noche en el calabozo por querer rezar a la Madre de Dios. Esa tarde acudieron más de mil personas a rendir culto. La UIP no actuó hasta pasados veinte minutos del Rosario. En ese momento, pidieron que me acercara hacia el furgón para proceder a multarme. Desconozco si para algo más. En todo caso, el pueblo español salió en mi defensa para evitar cualquier represalia mayor.
La desobediencia a las órdenes gubernamentales está teniendo consecuencias perjudiciales para mi futuro personal y profesional. Llevaba más de año y medio preparando la oposición para ingresar a la escala ejecutiva de la Policía Nacional. Con toda seguridad, es muy difícil superar una entrevista —es una de las pruebas que tienen que hacer los aspirantes— teniendo una o varias multas de seguridad ciudadana por dirigir una «concentración prohibida». Además, Su Eminencia conocerá perfectamente que defender públicamente la Fe en esta sociedad impía y secular supone condenarte a la muerte civil. Sea como fuere, uno no debe tener nunca miedo a hacer algo cuando sabe que es lo correcto. No se puede tener temor a las consecuencias derivadas de mostrar tu amor a la Virgen María y a Jesucristo.
Una vez respondido a lo que el periodista decía de «denuncias falsas de abusos», procedo a explicarle los motivos que nos llevan a rezar en Ferraz. ¿Es el coup d’Etat que quiere perpetrar Pedro Sánchez el motivo que hace que llevemos más de un mes rezando? La amnistía es la gota que colma el vaso. No obstante, son mucho más profundas las causas que hacen que hayamos decidido rezar públicamente.
La nación española lleva padeciendo durante décadas gobiernos oligárquicos que han olvidado su función primordial: procurar el bien común. En su día, Don Marcelo González Martín, obispo primado de España, advirtió de los peligros que atenazaban a la nación. Junto a él, otros siete obispos españoles se mostraron preocupados de la senda a la que se deslizaba la patria.
Lo cierto es que es que el relativismo, el nihilismo, el hedonismo, las estructuras de pecado y la falta de sentido común se han instalado en el êthos español. Las ideologías actúan como religiones seculares o sustitutorias que buscan arrancar el mensaje de Cristo de nuestros corazones. Desgraciadamente, todo esto se ha visto plasmado en textos «legales» que promueven el aborto, la eutanasia y la ideología de género, entre otras muchas cuestiones. Estamos ante lo que Augusto del Noce, católico y filósofo italiano, pronosticó: el triunfo de la sociedad opulenta, la secularización y la irreligiosidad. Se busca asentar nuestra civilización, por primera vez en la Historia, sobre la «muerte de Dios» que pronosticó Nietzsche.
Ante esto, el católico no debe quedar impasible. Tenemos el derecho y el deber de participar en la vida pública. El padre Ángel Ayala, por ejemplo, mostró lo transcendental que es tener un papel activo, desde un prisma cristiano, en la sociedad. Es el momento de reaccionar y no hay mejor «arma» que la oración. «En el rezo del Rosario está cifrada la salvación de España», explicó San Antonio María Claret. Todo esto es lo que nos ha llevado a rezar en el Santuario mariano.
Finalmente, quería explicarle que nosotros no mezclamos política y religión. Tenemos muy claro que «al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mateo 22:15- 22). En la encíclica Nobilissima Gallorum gens se recuerda que «existen dos poderes, sometidos ambos a la ley eterna y a la ley natural, y consagrados cada uno a su fin propio en todo lo referente a la esfera jurídica de su propia jurisdicción y competencia». Sin embargo, estamos presenciando cómo el Estado se inmiscuye en materias que no le competen. Ha usurpado la auctoritas que le pertenecía a la Iglesia. El Leviatán se ha arrogado la capacidad de dictar lo que es bueno y justo a su puro arbitrio. Impone hasta la educación moral que deben recibir un niño y un adolescente. La Verdad ha sido desplazada por el capricho de un legislador omnipotente que carece de todo límite. Benedicto XVI, en su Discurso en el Bundestag alemán en 2011, no dudó en afirmar que «en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta».
Es el momento de recodar las palabras de Pio XII en Summi Pontificatus: «la Iglesia no puede renunciar al ejercicio de su misión, que consiste en realizar en la tierra el plan divino de restaurar en Cristo todas las cosas de los cielos y de la tierra». El católico, ante lo que estamos viviendo, no puede quedarse impávido. Tenemos la misión de evangelizar, llevar el mensaje de Cristo al corpus social y pedir la intercesión de la Reina del Cielo. En mi caso y el de muchos otros, como laicos no adscritos a ningún movimiento, ayudamos a esta tarea rezando con Fe, devoción y esperanza en las escaleras del Santuario del Inmaculado Corazón de María todos los días a las 19:30.
Quedo a su entera disposición por si quisiera recibir más información sobre lo sucedido en el “Rosario por España” de Ferraz. No podemos olvidar estas palabras de Cristo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará” (Mateo 16: 13-20). Los católicos debemos, más que nunca, estar unidos para defender la Verdad y el mensaje de Dios. Aprovecho esta misiva para desearle una Feliz Navidad y rogarle su oración por España y por todos aquellos que nos concentramos todas las tardes para orar en Ferraz.
Que Dios le bendiga. Un cordial saludo,
José Andrés Calderón Rojas
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La jerarquía española, desde hace años, ha preferido «no molestar» al gobierno de turno, antes que defender los valores cristianos NO negociables.
Ante tal cobardía, es la hora de los laicos.
Al parecer lo único que preocupa a Omella es la «x» en la declaración del IRPF.
Omella y Soros no son precisamente consagrados ejemplares que representen a Dios en España, porque entre otras cosas, fueron quienes mintieron al decir que el gobierno habia ordenado el cierre de iglesias cuando la pandemia. La realidad fue muy distinta, fueron Bergoglio y sus títeres quienes ordenaron el cierre.
Los consagrados cierran las iglesias por orden de Osoro y Omella. Pero pasado un mes, como no les llegan donativos, deciden engañarnos diciendo que van a pedir al gobierno que les permita abrir las iglesias. Pero antes de que el gobierno marxista se pronunciara con el articulo 11,-que permite mantener el culto con las medidas de seguridad-, ellos ordenaron el cierre, por orden de Bergoglio.
infovaticana.com/2020/03/14/madrid-se-queda-si-misas/
infovaticana.com/2020/04/27/omella-ha-pedido-al-gobierno-que-vuelvan-las-misas-publicas/
Non Nobis.
Miren, entiendo a este chico pero lo que debería haber hecho hace tiempo es rezar por el fin de la CAUSA (EL RÉGIMEN DEL 78) y no sólo por las consecuencias (La situación actual).
El Régimen del 78, lo primero que tenías que hacer, es dar la cara (poner tu nombre), lo segundo tener vergüenza, si hubieras ido a Ferraz algún día, verías, que es un cristiano de Dios, muchos sacerdotes que fueran como él, y la iglesia sería otra cosa, estarían llenas. Reza y rezamos a La Santísima Virgen para que haga el milagro, que España, está a punto de desaparecer ¡ASQUIEROSO!
Fui a uno de los Rosarios de Ferraz. En realidad, nos hallábamos en las escaleras de acceso a la iglesia del Inmaculado Corazón de María. Ese día nadie nos molestó. Había imágenes de la Inmaculada, muchas banderas de España con el Sagrado Corazón y los policías se hallaban en un discreto segundo plano, aunque, posiblemente, alguno estaba infiltrado entre el grupo de los allí presentes. Ahora bien, incluso aunque nos ordenaran disolvernos, no hay por qué obedecer. Primero, porque ningún funcionario está obligado a obedecer a una orden ilegal a sabiendas y, si lo hace, queda como cómplice de la ilegalidad; sería el caso de que un oficial ordenase a sus soldados asaltar La Moncloa. Segundo: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Esta es una ley ineludible para los cristianos, como bien dice nuestro heroico protagonista y quien no la cumpla se hace cómplice. ¿Cuántas veces hemos visto como la Iglesia obedece a los hombres y no a Dios?.
Maravillosa carta y llena de verdad.
Hace mucho tiempo que los obispos y cardenales desviaron su camino.
Nos lo lleva advirtiendo la santa madre en multitud de apariciones.
Y me llena de esperanza que este chico joven, no tema las consecuencias que le pueda separar en su futuro poniendo por delante su amar a nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen María.
Un valiente en el camino de la santidad.
La carta es perfecta, sólo le critico el cierre, que debe ser mediante la fórmula «que besa la sagrada púrpura de Vuestra Eminencia». Esta cosas deben conservarse, y más con estos sujetos que, como Paco Bergoglio, van de buen rollito, pero eso no les impide actuar como déspotas. Si no les gusta, no haber aceptado.