Strickland es solo el último: los depurados del Papa Francisco

Joseph Strickland Joseph Strickland, obispo de Tyler
|

Con motivo del inexplicable cese del popular obispo de Tyler, Joseph Strickland, Il Giornale ha tenido la provechosa idea de recordar los nombres de quienes obstaculizaban las políticas de Francisco y fueron convenientemente depurados.

Como el pionero de esta lista negra, obispo paraguayo Rogelio Ricardo Livieres Plano, privado de su diócesis mientras se encontraba en Roma solo un año después de comenzar el pontificado del Papa reinante, en 2014.

El nombramiento de un administrador apostólico para su sede, la diócesis de Ciudad del Este, llegó al final de una visita apostólica y estuvo motivado por «graves razones pastorales» en nombre del «bien mayor de la unidad de la Iglesia local». Livieres, miembro del Opus Dei y obispo disidente de la mayoría del episcopado paraguayo, fue presionado para que dimitiera y, como el de Tyler, rechazó esta opción. Trató entonces de entrevistarse con Francisco, calificando su cese de «decisión infundada y arbitraria y de la que el Papa tendrá que responder ante Dios más que ante mí». Moriría menos de un año después.

Otro caso no explicado -aunque explicable, a tenor del modus operandi convertido en patrón de conducta- es el más reciente del obispo de Arecibo, en Puerto Rico, Daniel Fernández Torres, de apenas 57 años. También se le invitó a renunciar, también rechazó esa opción. La comunicación de su cese no incluía razón alguna, aunque oficiosamente se aludía a su negativa a hacer ‘propaganda eclesial’ de la vacuna contra el covid y sus críticas a las políticas de género.

En 2021 le tocó, por primera vez, a todo un arzobispo de París nombrado por el propio Francisco en 2014, Michel Aupetit. La prensa le acusó de haber mantenido una relación con una mujer en 2012, y aunque el prelado rechazó la acusación, que no llegó a probarse, Francisco aceptó su dimisión. De vuelta de su viaje a Grecia, el Papa ‘explicó’ que había aceptado la dimisión » no en el altar de verdad, sino en el altar de la hipocresía.» El obispo, a sus 72 años, sigue sin cargo.

Pero también ha habido numerosas bajas en la propia Curia Romana. En 2014, el cardenal Raymond Leo Burke, hasta entonces prefecto del tribunal supremo de la firma apostólica, fue nombrado patrono de la Soberana Orden de Malta con sólo 66 años de edad. Desde el pasado mes de junio el cardenal estadounidense, uno de los hombres más representativos del alineamiento crítico con la línea del actual pontificado, también cesó en este papel que en realidad ya no desempeñaba de facto desde 2017, cuando el Papa nombró al entonces monseñor Giovanni Angelo Becciu como su delegado especial.

Este último, muy poderoso sustituto de la Secretaría de Estado, creado cardenal y luego nombrado prefecto de la congregación de la causa de los santos, es otro de los grandes » purgados» de este pontificado. El 24 de septiembre de 2020, tras una audiencia muy dura en la que el Papa dijo al cardenal sardo que ya no tenía confianza en él porque la oficina del promotor de justicia le había informado de posibles actos de malversación de fondos cometidos por él, Becciu perdió su cargo de prefecto y también los derechos relacionados con el cardenalato. Aún así, su nombre sigue fuera de la lista de cardenales que participarán en un posible cónclave a pesar de tener menos de 80 años y estar acusado en un proceso penal en el Vaticano.

Otro famoso «purgado» es el cardenal Gerhard Ludwig Müller, predecesor de Ladaria y Fernández al frente de Doctrina de la Fe, que perdió el cargo tras cinco años de mandato, al no ser renovado. Müller lleva seis años esperando un nuevo trabajo.