Mons. Kruijen: una fe arco iris puede agradar, pero no salva

LGTB Pell
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(Luisella Scrosati/La nuova bussola quotidiana)-La entrevista que ha concedido el cardenal Gerhard Müller ha revelado que el tema más recurrente en el sínodo no fue la sinodalidad, sino la homosexualidad.

A pesar de las palabras tranquilizadoras del relator general, el cardenal Jean-Claude Hollerich, durante la primera asamblea general fue evidente el intento de establecer premisas «emocionales» para cambiar la doctrina de la Iglesia sobre el tema. Y el Papa echó una mano muy clara, recibiendo a la hermana Jeannine Gramick y al personal de New Ways Ministry justo durante el Sínodo.

Es por ello más que bienvenido el artículo de monseñor Christophe Kruijen, sacerdote de la diócesis de Metz, hasta 2016 Consultor en la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicado en el número 165 de la revista Sedes Sapientiæ con el título ¿Cambiar la doctrina de la Iglesia en materia de homosexualidad? Algunas notas críticas.

Se diga lo que se diga, la doctrina de la Iglesia católica sobre la homosexualidad manifiesta un extraordinario respeto y promoción de la dignidad de la persona que experimenta una orientación sexual desordenada, aun cuando afirma que los actos sodomíticos nunca pueden ordenarse al bien. Kruijen tiene la virtud de resumir y abordar las objeciones más comunes a la enseñanza de la Iglesia sobre el tema, objeciones que, a fuerza de repetirse como si fueran obvias, van destruyendo poco a poco las convicciones hasta ahora sustancialmente establecidas de los católicos.

El autor presenta seis de ellas; en este artículo nos centraremos en las tres más insidiosas, que nos parecen estar abriéndose paso. La primera se resume así: «La doctrina de la Iglesia sigue condenando los actos homosexuales, pero no la homosexualidad, porque ésta no es una elección». Esta postura, que a primera vista podría parecer una forma de respeto hacia quienes se encuentran con una orientación que no han elegido, esconde en realidad una concepción reductora de la persona humana. La cuestión es comprender que no es posible afirmar la homosexualidad de una persona «desde su nacimiento» como se puede afirmar su masculinidad o su feminidad. Dios creó al hombre varón y mujer: no hay una tercera opción. Sostener que la homosexualidad de una persona es una especie de «tercera identidad», que por tanto legitimaría los actos consecuentes, es un grave error. Monseñor Kruijen explica: «La Iglesia rechaza hacer de las personas homosexuales una categoría separada de seres humanos, como si sólo ellas estuvieran privadas de la posibilidad de disponer de sí mismas (…). Por el contrario, las considera dotadas de libertad como las personas heterosexuales y, por tanto, capaces de controlar sus propios actos».

La persona, precisamente porque es tal, emerge sobre sus propios actos y, por tanto, es capaz de orientarlos y dominarlos. Como escribió santa Catalina de Siena, citada en el artículo como transmitiendo las palabras de Dios Padre, «el alma es libre, liberada del pecado en la sangre de mi Hijo, y no puede ser obligada si no quiere consentir con la voluntad que está unida al libre albedrío» (Diálogo de la Divina Providencia, 51). Quienes afirman una especie de necesidad para la persona con orientación homosexual de vivir su sexualidad en contradicción con la ley de Dios revelan que tienen una concepción errónea del hombre y una desconfianza total en la gracia. «A una visión antropológica determinista y fundamentalmente fatalista, la Revelación bíblica y la consiguiente enseñanza de la Iglesia oponen un enfoque más confiado en los recursos de la naturaleza humana (especialmente ayudada por la gracia)».

Esta visión pesimista y fatalista del hombre se apoya también en otras nuevas «aperturas» morales en las relaciones hombre-mujer, desplazando así la vida moral hacia una continua desresponsabilización del agente moral, en busca de todo lo que pueda reducir su imputabilidad, en lugar de centrarse en lo que conduce al perfeccionamiento de la naturaleza humana. De la moral de las virtudes nos deslizamos inexorablemente hacia la moral de las excusas y los atenuantes.

Otra reflexión aborda la objeción de que, con el Papa Francisco, se habría realmente desarrollado la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad. El arzobispo Kruijen recuerda la teología del Magisterio, «a veces minimizada hasta el extremo (cuando molesta), a veces maximizada como si pudiera elevarse por encima de Dios mismo (cuando queremos que confirme nuestras posiciones)». Utilizando el lenguaje claro de la teología, el Magisterio es de hecho norma normata y no norma normans: el Magisterio está sometido a la Palabra de Dios, que es la única norma suprema. Lo que significa básicamente que «las doctrinas profesadas por la Iglesia no son verdaderas porque el Papa las afirme, sino que es porque son verdaderas que el Papa tiene la misión de custodiarlas santamente y exponerlas fielmente».

La plenitudo potestatis del Romano Pontífice no tiene nada que ver con el absolutismo. En la importantísima homilía con ocasión de su instalación en la Cátedra romana, Benedicto XVI recordó con insistencia, no sin particular clarividencia, esta sumisión del Papa a la Palabra de Dios. Monseñor Kruijen cita también un documento oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe precisamente sobre la primacía del Sucesor de Pedro: «El Romano Pontífice está -como todos los fieles- sometido a la Palabra de Dios (…). No decide según su propia voluntad, sino que da voz a la voluntad del Señor, que habla al hombre en las Escrituras vividas e interpretadas por la Tradición; en otras palabras, la episkopè del Primado tiene los límites que proceden de la ley divina y de la inviolable constitución divina de la Iglesia contenida en la Revelación».

Por último, se aborda la peligrosa objeción de que quienes condenan la homosexualidad adoptarían un enfoque excesivamente literal y fundamentalista de las Sagradas Escrituras. La cuestión es que, refiriéndose precisamente a los textos bíblicos de ambos Testamentos, «la tradición bimilenaria de la Iglesia ha visto en estos actos un grave atentado contra el sexto mandamiento del Decálogo». Y así, el Magisterio de la Iglesia ha condenado sistemáticamente los actos homosexuales. Es precisamente este anclaje en la Palabra de Dios lo que anula de entrada todo intento de cambiar la doctrina de la Iglesia. La respuesta dada por el cardenal Christoph Schönborn el pasado 23 de octubre sobre la posibilidad de que el Papa modifique el Catecismo sobre el tema es, por tanto, sorprendente y poco realista. Por no hablar de la declaración del cardenal Hollerich el año pasado.

«Desde el punto de vista de los principios de la doctrina católica, es por tanto falso afirmar, como hacen hoy algunos, que la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad podría y debería modificarse a la luz de los conocimientos científicos actuales o, más banalmente, de los cambios sociales contemporáneos. Esta enseñanza, efectivamente, no se basa en el razonamiento humano, sino en la revelación divina», concluye Kruijen. Por lo tanto, es evidente que la aceptación de un cambio en este punto desencadenaría una dinámica devastadora, que “provocaría inevitablemente revisiones o pérdidas doctrinales cada vez más numerosas y extensas. Semejante dilapidación del depósito de la fe conduciría en última instancia a la destrucción del propio cristianismo, en favor de una religiosidad cuyas normas ya no se derivan en última instancia de la Revelación, sino de opiniones dominantes (mainstream) siempre cambiantes según el tiempo y el lugar».

Un cristianismo así puede incluso agradar a algunos, pero hay un problema: no es capaz de salvar.

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Comentarios
3 comentarios en “Mons. Kruijen: una fe arco iris puede agradar, pero no salva
  1. El llamado papa francisco, usurpador vaticano, es imprudente, cuando no, inconsciente o simplemente malo. ¿¡Qué demonio tendrá dentro este hombrecillo?!

  2. Yo recomiendo ver en Youtube en el canal «Ama, conoce y Vive tu Fe» que lleva el apologeta católico Luis Román, la entrevista que ha hecho a Julio Laredo ( Presidente de la TFP en Italia y co-autor del Libro ‘El Proceso Sinodal una Caja de Pandora: 100 Preguntas y 100 Respuestas’, que está disponible gratis en PDF) que explica muy bien los propósitos de ese sínodo siniestro (más que sínodo, aquelarre).

    Estos temas de gays en la iglesia, mujeres curas, etc, ya lo tendrán más que decididos (aprobarlos cuando sea oportuno, la ventana de Overton ya está abierta) pero la esencia del sínodo- aquelarre es más cruda: van a cambiar la estructura de la Iglesia, se trata de hacer una especie de «iglesia democrática» (al estilo democracia de los gobiernos izquierdistas, falsaria para engañabobos) y eso conllevará cambiar TODO, por «decisión democrática». Es la REBELIÓN contra Cristo, similar a la de Satanás cuando proclamó el «Non Serviam».

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