Sin ser ingenuos, partimos de la base de la complicada situación que atraviesa la Iglesia en todo el mundo y por la que tanto hay que rezar.
A pesar de la creciente escalada de secularización mundial y de los sínodos sinodales que tanta confusión y problemas están generando en el seno de la Iglesia católica, es conveniente analizar dos sucesos importantes ocurridos estos últimos meses.
El pasado 24 de junio el alto Tribunal de Estados Unidos tumbó la sentencia del caso Roe contra Wade. Esta histórica victoria provida permitió que el aborto dejase de ser un derecho en Estados Unidos.
Desde ese día, numerosos Estados del país han legislado a favor de la vida restringiendo al máximo el aborto y provocando la asfixia y la quiebra de muchos negocios que ganaban dinero matando niños en el seno materno.
Esta decisión fue celebrada por toda la Iglesia de Estados Unidos. “Como líderes religiosos, nos comprometemos a continuar nuestro servicio al gran plan de amor de Dios para la persona humana, y a trabajar con nuestros conciudadanos para cumplir la promesa de Estados Unidos de garantizar el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de felicidad para todas las personas», escribieron los obispos del país.
Pero he aquí el dato más relevante. El día que se hizo pública la sentencia fue el 24 de junio, celebración de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. ¿Casualidad? No lo creo.
21 obispos alemanes impiden cambios en moral sexual y género
Vayamos al segundo acontecimiento y más reciente. Esta semana los propulsores de las herejías en Alemania no han logrado sacar adelante su texto en el que pedían un cambio en la moral sexual y de género.
La resolución no obtuvo suficiente apoyo de los obispos en la reunión sinodal celebrada esta semana en Frankfurt. Más de dos tercios de los participantes en el proceso sinodal votaron a favor de adoptar un documento de 30 páginas titulado “La vida en las relaciones exitosas: los principios de una ética sexual renovada”. Dos tercios de los obispos participantes, votaron a favor de ese texto, pero 21 obispos votaron en contra, lo suficiente como para detener la aprobación de la resolución.
Lo más llamativo, ha sido ver el enfado y lamento del presidente de los obispos alemanes, Georg Bätzing, quien dijo sentirse «decepcionado con el resultado de la votación». Quien también dijo sentirse decepcionado fue el cardenal Marx, quien forma parte del círculo más íntimo de cardenales que asesora al Santo Padre.
A quien tampoco ha sentado bien la no aprobación de este texto, ha sido a muchos laicos y religiosos que participaban en la asamblea sinodal. Algunos salieron llorando de la sala y otros montaron una protesta espontánea al no ver cumplidos sus objetivos de dejar de considerar pecado a lo que siempre lo será.
Durante todo este tiempo, han estado alardeando de la importancia y lo bonito que es recorrer juntos el camino sinodal. Ahora que los resultados no han sido los esperados para ellos, montan en cólera contra los obispos alemanes que bloquearon ese texto.
No debemos perder de vista que la gran mayoría de obispos alemanes apoyaron el texto, lo cual significa que entre el episcopado alemán priman y reinan las doctrinas y comportamientos cismáticos sin que se observe ninguna intención del Vaticano de intervenir en este proceso que puede conducir a la Iglesia de Alemania al abismo. Parece que en Roma están más ocupados interviniendo y organizando los carismas de la Orden de Malta, del Opus Dei o de Comunión y Liberación.
Pero he aquí otro dato importante y relevante. El día de la votación en la que no se aprobó el cambio de moral sexual en Alemania coincidió con la festividad de la Natividad de la Virgen, Madre de Dios y Esposa del Espíritu Santo. ¿Otra casualidad? Tampoco lo creo.
A pesar de esa primera «victoria», en los días siguientes de la Asamblea sinodal si que fueron aprobados textos pidiendo al Papa Francisco la ordenación de mujeres o de sacerdotes homosexuales. Solo queda confiar y tener fe en que el Espíritu Santo actúe de nuevo y evite males mayores, aunque como dice el refrán «no hay mal que por bien no venga», y quizá sea necesario que la Iglesia en Alemania vuelvan a ser doce.