El corresponsal de la Comunidad de Lanceros en Granada nos informa de la agitación que se vive en esa diócesis. Desde hace semanas se ha intensificado la batalla por la conquista del arzobispado, por el nombramiento del nuevo arzobispo de Granada. Una historia que dice mucho de lo que está pasando en la Iglesia española.
Si hay un arzobispo peculiar, amado por unos, incomprendido por otros, es el arzobispo de Granada, monseñor Javier Martínez, alias “El Pululu”. Un obispo que, allá por dónde ha pasado, no ha dejado a nadie indiferente. El próximo 20 de diciembre cumplirá setenta y cinco años, momento de presentar la carta de renuncia. El 15 de marzo de 2003 se hizo público su nombramiento como Arzobispo de Granada. Entró en la diócesis el 1 de junio de ese mismo año.
Con su inteligencia y perspicacia, a monseñor Javier Martínez se le ocurrió la genial idea de adelantarse a los acontecimientos y comenzar a maquinar en Roma, dónde tiene buenos padrinos, para que el próximo arzobispo fuera una persona que entendiera algo de lo que se ha hecho en los últimos años en Granada.
En esa ciudad se habla de la conversión del arzobispo al pontificado del papa Francisco, lo que ha traído como consecuencia que cambie sus relaciones con los jesuitas de la Facultad de Teología. Cuando nada más llegar, Martínez montó sus propios centros académicos de filosofía y teología.
Un momento crítico de su conversión fue la salida de uno de sus fichajes estrella, el filósofo Josef Seifert, que había criticado algunos documentos del papa. Un favor que en algún momento el arzobispo de Granada se cobraría.
Fue entonces cuando alguna mente pensó que lo mejor sería un arzobispo coadjutor con derecho a sucesión. Algo que ya había ocurrido en Granada con el claretiano Fernando Sebastián, aunque al final la historia no terminó como pensaban.
Otra posibilidad no descartada sería nombrar un obispo auxiliar que después se quedara como arzobispo, una vez pasara el tiempo habitual de prórroga, que para algunos no sería mucho.
Ninguna de estas soluciones le cayó en gracia al cardenal Omella y a sus comparsas en la comisión de nombramientos de obispos. El jesuita del gran poder tenía la misión de buscar un arzobispo de Granada que se aviniera a los jesuitas que controlan la Facultad de Teología y a la mitad del clero de la diócesis.
Hubo por tanto que buscar un candidato. El elegido con más votos, dentro y fuera de la comisión de ayuda al Nuncio, es el obispo de Getafe, Ginés García Beltrán, sacerdote destacadísimo de la diócesis de Almería, de la Provincia Eclesiástica de Granada, obispo de Guadix, de la Provincia Eclesiástica de Granada y Bachiller en teología por la Facultad de Teología de Granada (1984). Un hombre querido y deseado por gran parte del clero que el está esperando con los brazos abiertos.
Diego Lanzas