Misa crismal: una celebración pascual

Misa crismal
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Por Manuel López Corps, cortesía de la revista Magnificat.

Manuel González López-Corps es Sacerdote de la diócesis de Madrid. Es doctor en Liturgia y profesor en la Facultad de Teología “San Dámaso” (Madrid).

La Misa crismal, en la cual el Obispo, que concelebra con su presbiterio, consagra el santo Crisma y bendice los demás óleos, es una manifestación de la comunión existente entre el propio Obispo y sus presbíteros en el único y mismo sacerdocio y ministerio de Cristo. Esta celebración une a los presbíteros de las diversas partes de la diócesis para concelebrar con su pastor y ser testigos y cooperadores en la consagración del Crisma, del mismo modo que en el ministerio cotidiano son sus colaboradores y consejeros.

Aquellos cristianos que en las diócesis y en las comunidades parroquiales o religiosas tienen la misión de la evangelización y de la catequesis prebautismal también son invitados a esta Eucaristía como testigos de la bendición del óleo de los catecúmenos. Los encargados de la catequesis para la Confirmación pueden también convocar a los que serán signados en el segundo sacramento con el santo Crisma. Los responsables de la pastoral de la salud, laicos y consagrados, participan activamente en la Misa en cuyo corazón se bendice el óleo para los enfermos. Ellos presentan al Obispo, con el pan y el vino de la Eucaristía, el aceite que ha de ser bendecido como óleo o consagrado como Crisma.

La consagración del Crisma y la bendición de los óleos de sanación y exorcismo, de ordinario y conforme a la tradición, la realiza el Obispo en el Rito latino y el Patriarca en los Ritos orientales. Y se hace en la Misa propia, que se celebra el Jueves Santo, por la mañana. Sin embargo, si es difícil para el clero y el pueblo reunirse aquel día con el Obispo, esta celebración puede anticiparse a otro día, pero siempre cercano a la Pascua. La razón es obvia: el nuevo Crisma y el nuevo óleo de los catecúmenos se han de utilizar en los Sacramentos de la Iniciación en la noche pascual ya que la Iglesia celebra la Resurrección de Jesucristo con los sacramentos pascuales.

La renovación de las promesas

La celebración crismal, al final del tiempo cuaresmal, siempre ha sido tenida en alta estima a causa de su significación en la vida de la diócesis. En las últimas décadas se ha revalorizado de un forma muy especial, en concreto a partir de la reforma de Pío XII (1956). Siempre es presidida por el Pastor de la diócesis que es el gran sacerdote de la grey, el Obispo, del cual se deriva y depende, en cierto modo, la vida de sus fieles en Cristo. En ella se pone de manifiesto la unción de Cristo como Sacerdote, nuestra participación en su unción sacerdotal y el ministerio de los que participan de Su sagrada misión por la imposición de las manos.

Esta Misa estacional, en la conmemoración anual del día en que Cristo Jesús confirió su sacerdocio a los apóstoles, es celebrada como una auténtica expresión de comunión eclesial. En ella, y como expresión de fidelidad a su ministerio, los presbíteros renuevan públicamente las promesas que el día de su ordenación hicieron ante el Obispo y ante el pueblo santo de Dios. 

Espiritualidad y pastoral 

Los textos bíblicos y las indicaciones que ofrece el Misal ponen de manifiesto que:

* Con el Santo Crisma se significa que los cristianos, injertados por el Bautismo en el Misterio Pascual de Cristo, participan de Su sacerdocio real y profético, y reciben por la Confirmación la unción espiritual del Espíritu Santo. En la ordenación sacerdotal, la signación en las manos de los presbíteros y en la cabeza de los obispos es el signo de la unción del Santo Espíritu que hace fecundo el ministerio (Cf. CEC 1574).

* Con el óleo de los Catecúmenos se extiende el efecto de los exorcismos, pues los ungidos con él reciben la fuerza para que se pueda renunciar al diablo y al pecado en el itinerario de la Iniciación Cristiana.

* La Unción con el óleo de los enfermos remedia las dolencias del cuerpo y alma de los enfermos, para que puedan soportar y vencer con fortaleza el mal y conseguir el perdón de los pecados (Cf. Mc 6, 12s; Mt 10, 8; St 5, 14s).

La recepción de los óleos sagrados en las distintas parroquias puede hacerse antes de la celebración de la Misa vespertina en la Cena del Señor donde los óleos y el santo Crisma se llevan en la procesión de entrada y se veneran con la incensación (Cf. CE 292. 294). Luego son custodiados en el Baptisterio o en un lugar apropiado de la iglesia.

También puede recibirlos cada comunidad en otro momento más oportuno dando ocasión a una oportuna catequesis. Todo esto puede ayudar a la formación de los fieles sobre el uso y efecto de los óleos y del Crisma en la vida cristiana. 

Es lo que enseña el Catecismo de la Iglesia: el Santo Crisma (denominado en Oriente Myron), cuya unción es signo sacramental del sello del don del Espíritu Santo, es tradicionalmente conservado y venerado en un lugar seguro del santuario. Se puede colocar junto al Crisma el Óleo de los catecúmenos y el de los enfermos (CEC 1183).

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