El cardenal Sarah, despejando malentendidos

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El cardenal Robert Sarah, calumniado por una legión de críticos con la acusación de manipular al Papa Emérito, ha adoptado la acción más directa para despejar toda duda: se ha reunido con el propio Benedicto y ha salido de la reunión “feliz y con paz”.

En la esperpéntica oleada de dimes y diretes contra el cardenal Sarah y el propio Benedicto por la cuestionada coautoría del segundo del último libro del primero, sobre el sacerdocio, la acusación más grave vertida contra el prelado africano ha sido que éste habría manipulado al Papa Emérito al nombrarle como coautor de un libro sin la autorización de éste.

El arzobispo Gänswein, que está en la incómoda posición de ser el secretario personal de Benedicto y jefe de la Casa Pontificia de Francisco, pidió que se retirara el nombre de Benedicto como coautor y añadió que el emérito no había dado su visto bueno a la portada con la que, al final, ha salido el libro en sus primeras ediciones.

Esta comunicación de Gänswein desató la caja de los truenos en los dos bandos en que cada vez está quedando más definida la opinión católica. Para unos, los defensores de la ‘renovación eclesial’, Sarah habría mentido, usando al pobre anciano para ratificar opiones propias sobre la necesidad de mantener el celibato sacerdotal en contra del propio Papa. La prensa, especializada o generalista, hablaba ya de Sarah como de la “cabeza” de la oposición a Francisco, pese a las reiteradas protestas de fidelidad filial del africano.

Para los otros, Gänswein no sería tanto el secretario de Benedicto como su carcelero o, al menos, su controlador. Es un hecho comprobable que Gänswein controla quién puede ver y quién no a Benedicto, así como sus comunicaciones con el exterior.