No, Cardenal O’Malley, sus medidas tampoco son suficientes

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O’Malley, al fin, ha hablado. El cardenal Seán Patrick O’Malley, arzobispo de Boston y presidente de la Comisión Pontificia para la Tutela de los Menores, ha reaccionado, como no podía ser menos, a la última (por el momento) hemorragia mediática de abusos sexuales al más alto nivel del clero y su encubrimiento por parte de colegas, superiores y subordinados.

En una declaración publicada en la página web de la diócesis de Boston ha dicho que la cosa no puede quedar en simples disculpas. Qué menos. También propone «tres acciones específicas»:

Primero, una atribución justa y rápida de estas acusaciones.

En segundo lugar, valorar hasta qué punto son adecuadas las normas y políticas de la Iglesia a todos los niveles en este sentido.

Y tercero, comunicar con mayor claridad a los fieles Católicos y a todas las víctimas el proceso para denunciar las acusaciones contra obispos y cardenales.

¿Parecerá irrespetuoso si confieso que, reconociendo su experiencia, su buena intención y su indudable preocupación, las tres ‘acciones específicas’ resultan, además de en absoluto ‘específicas’, un intento de paliar con soluciones burocráticas un gigantesco problema de orden espiritual, tratar de curar un cáncer con aspirinas?

Por ejemplo, no deja de ser significativo que ni una sola vez aparece en el texto la palabra ‘homosexualidad’ o alguno de sus derivados, siendo así que, aunque la prensa suele hablar de ‘escándalos de pedofilia’, la abrumadora mayoría de las víctimas son varones y rara vez se trata de niños?

No nos cabe duda de que Su Eminencia tiene auténtica preocupación, alarma incluso, por lo que está sucediendo. Pero es poco realista pensar que los mismos que han creado el problema, los mismos que siguen diciendo que no sabían nada y que no vieron nada hasta que la Justicia civil les enfrenta a sus contradicciones, van a solucionarlo en un comité, con ‘prácticas’ más ajustadas.

Es poco realista creer que un clero ‘activista’ y carrerista que no abre la boca ante los abusos, no solo de este tipo, sino también pastorales, doctrinales o litúrgicos, va a mejorar milagrosamente con un cambio de procedimientos.

No, Eminencia, se exige algo mucho más profundo que todo eso para atajar el mal. Es necesario hablar de hasta qué punto la homosexualidad es la norma en muchos seminarios y en muchas curias, y se crean verdaderas camarillas para purgar a los disidentes y ortodoxos.

Hay que acabar con la ‘profesionalización’ del clero, con su carácter de gremio, de grupo de poder, de carrera laboral y casi política, en la que la fe parece más una coartada y una excusa que se ventila con prisas y a regañadientes para ocuparse de ‘lo importante’, la política eclesial.

Tiene que llover mucho, Eminencia, y la primera señal de que se va por el buen camino es que sean destituidos todos los que, teniendo el deber de saber, callaron o ignoraron. Sí, tiene toda la razón en que no basta con pedir disculpas. Pero tampoco basta con una nueva remesa de directrices cuyo cumplimiento queda, al final, en manos de los mismos.

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Comentarios
7 comentarios en “No, Cardenal O’Malley, sus medidas tampoco son suficientes
  1. Su Eminencia hace unas declaraciones apañaditas y a veces contundentes, va de hábito talar, es sencillo y ejecutivo y tiene sana doctrina, pero sigue colaborando en el grupito de los consejeros orgánicos del papa sin discrepar aparentemente. Meng-tsé, compilador de Confucio un siglo después de la muerte del maestro, habla de esto, también: quien colabora en la corte con la intención de enderezar errores o injusticias, por el bien del pueblo gobernado y con buena voluntad, acaba anulado, maniatado, o simplemente se adapta al príncipe y su corte y se hace como ellos. Una cara de seriedad ascética no anula la actitud al cabo colaboracionista, condenada a la esterilidad.

  2. Mientras no haya un tribunal accesible eclesiástico para denunciar las tropelías en todos los órdenes cometidas por los obispos y sus cortes de vicarios no hay nada que hacer. El endiosamiento Episcopal producido por el Vaticano II con la excusa de la pastoral ha sido deletereo. Lo de los abusos a menores es sólo uno de los aspectos más repugnantes de ocultamiento, pero ni muchísimo menos el único. Mientras no haya mecanismos de control, como los había antes en el derecho canónico no queda más que acudir a los tribunales civiles, lo cual es una vergüenza para la Iglesia.

  3. ¡Cuánta verdad hay en este artículo! Quiera Dios lo lean quienes tienen la obligación de solucionar el problema de raíz, y tomen verdadera consciencia del horror que se está permitiendo. TODOS los responsables deberán rendir cuentas delante de nuestro Señor Jesucristo, el Supremo Juez. Y ¿qué le dirán?

  4. Aunque a los participantes en los blogs de Infovaticana me temo que les va a parecer una barbaridad, me atrevo de sugerir la adopción de unas sencillas medidas de honestidad previas a una actuación seria sobre este problema:
    1.- Supresión de los cánones 277, 1037 y 1042, del actual Código de Derecho Canónico.
    2.- Petición de perdón a los sacerdotes y religiosos que honestamente solicitaron la dispensa del celibato.
    3.- Ofrecimiento de su vuelta al ministerio ordenado, de acuerdo con las lúcidas y sensatas sugerencias de 1ª Timoteo, 3, 1-13

    1. Para todo problema complejo hay una respuesta simple … Y equivocada. Y en ese caso, también demoniaca. Porque sabes que el sacerdocio de hombres casados acabaría con las órdenes religiosas y heriría gravemente el sacramento de la confesión. Acabar con las órdenes y con la confesión es lo que los progresistas y los «bien intencionados» quieren. Y es también el mayor deseo del demonio.

  5. «Es necesario hablar de hasta qué punto la homosexualidad es la norma en muchos seminarios y en muchas curias, y se crean verdaderas camarillas para purgar a los disidentes y ortodoxos.»

    En efecto, ése es el problema, y no el celibato, progres, por favor abstenerse, que esto se lo debemos a ustedes.

    1. Que la homosexualidad sea la norma en muchos seminarios y en muchas curias me parece un poco fuerte, además de falso. Pero en el supuesto de que fuera así quedaría demostrada la urgencia extrema de aplicar tal cual las recomendaciones, llenas de sentido común aunque no se lo crean, de 1 Timoteo 3, 1-13.

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