De Prada descubre el lado religioso de María Antonia Iglesias, el látigo de la derecha

|

De Prada  

Juan Manuel de Prada, el escritor conservador más influyente, leído y versado nos descubre el lado más íntimo y humano de María Antonia Iglesias, la periodista que fue el látigo de la derecha política durante muchos años en televisión junto a Enric Sopena, sobre todo en Telecinco, donde acompañaba muchas noches del sábado a Jordi González. Un artículo emotivo extraído de ABC que sorprenderá a personas de diferentes ideologías, pero que vienen a confirmar la independencia de este escritor católico que demuestra que, ante todo, se debe ser intelectualmente honesto y justo.   MARÍA ANTONIA IGLESIAS   “PARA quienes no la trataron, María Antonia Iglesias era un fantoche televisivo: para las gentes adscritas al negociado de la izquierda, una suerte de gozosa némesis que vapuleaba a todos los tertulianeses adversos; para las gentes adscritas al negociado de la derecha, una ménade sectaria que lograba sacarlos de sus casillas, tal vez la «bicha» por excelencia de la derecha sociológica española, durante los años del zapaterismo. Yo tuve el honor y la suerte de tratar a María Antonia Iglesias durante algún tiempo muy profundamente; y de conocerla allá en los adentros que no mostraba ante las cámaras. Sobre esa María Antonia Iglesias recóndita quisiera escribir ahora. Nos conocimos en un coloquio en el que, inevitablemente, nos enzarzamos; hasta que, como por arte de ensalmo, María Antonia se apaciguó. Cuando concluyó el coloquio la inquirí por su cambio de actitud; y me respondió: «Es que lo que nos une es mucho más importante que lo que nos separa». Lo que nos unía era, naturalmente, la inquietud religiosa; debo confesar que María Antonia era una de las criaturas más sinceramente religiosas que haya conocido nunca: nada parecido, desde luego, a una meapilas (su carácter indómito se lo habría impedido), pero mujer de misa diaria y práctica asidua de los sacramentos que, además, dedicaba mucho tiempo a la oración y a la meditación espiritual (con ella aprendí mucho sobre Santa Teresa de Jesús, a la que veneraba muy especialmente). Debo reconocer también que María Antonia Iglesias trajo mucho consuelo a mis desbaratados días en una época especialmente tormentosa, en la que –por tener yo la vida hecha añicos– más necesitaba de atenciones samaritanas; y, allá donde mi vida rota y dolorida sólo servía a muchos santurrones y fariseos como motivo de cotilleos y maledicencias, María Antonia puso en ella mucho bálsamo, ayudando a curar lo que entonces parecía incurable. Era una persona extraordinariamente afectiva y caritativa; y no de un modo ñoño y buenista, sino aguerrido y áspero, como nos ocurre a todos los sentimentales. Por supuesto, seguíamos enzarzándonos por cuestiones mundanas; pero, de repente, nos mirábamos y soltábamos una risa socarrona, echando a barato todas aquellas disensiones. Con María Antonia salía a veces a pasear; y cenábamos juntos muchas noches (además de samaritana, era muy desprendida). Formábamos una estampa estrambótica, ambos feos y gordos, ella muy petisa y de andares siempre convalecientes, yo gigantón y de andares plantígrados. Era una mujer que había sufrido sobremanera, que seguía sufriendo cuando la conocí; y esta experiencia del dolor –que mantenía coronado su corazón de espinas– le permitía ser clemente y sanadora del dolor ajeno. Tenía una inteligencia felina que se lanzaba sobre las ideas con voracidad temible; y una pasión política incombustible, en la que se entreveraban en curiosa aleación el desengaño y la ilusión renovada. Y era una periodista formidable, con una escritura briosa e inquisitiva (muchas veces la veía teclear, con aquellas manecitas de menina, ante una máquina que era más grande que ella, y era como ver a Rachmaninov al piano), que se metía de hoz y coz en los asuntos más espinosos, sin complacencia ni temor. Era desgarrada y conmovedora, era intemperante y delicada, era jocunda y taciturna, era piadosa e impía, era una rojaza y una catolicona, era una hermosa criatura, llena de amor malherido y ansioso de brindarse. La conocí bien, y no necesito que nadie venga a contarme cómo era. Descansa en paz, querida amiga: gracias por todo el bien que me hiciste. Por supuesto, rezaré por ti, como tú en vida hiciste tantas veces por mí”.    

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios
8 comentarios en “De Prada descubre el lado religioso de María Antonia Iglesias, el látigo de la derecha
  1. Ay Juan Manuel… ¡Lo que defendió por activa o por pasiva las leyes del aborto la Señora Iglesias! No sé cómo hay gente que por complejo e ilusión al final creen lo que no es

  2. Esto que «descubre» JM de Prada no es nuevo. No discuto que esta señora, que muchas veces en tv parecía poseída por el diablo, fuese o no a Misa y tuviese inquietudes espirituales. Su vida privada es precisamente eso, privada. Lo que no es discutible es su faceta pública y ahí están los archivos para verlo. Esta señora criticó, como pocos, a la Iglesia Católica, al Papa, a los Obispos, a los curas…defendió, con verdadero ardor, el aborto libre, el divorcio, el matrimonio homosexual… y si bien a veces discutía de cosas mundanas sin importancia como si en ello le fuera la vida, muchas otras lo hacía sobre cosas más trascendentales y su postura no era, ni de lejos, la de un católico. Esta señora ha contribuido ha la propagación del MAL y a la argumentación, equivocada pero con éxito, de auténticas barbaridades.

  3. Pues me dejan frío las devociones de los que promueven el aborto y el gaymonio. Un psicoanalista podría interesarse por el caso, pero es todo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles