Sobre este digamos presunto indeseable, es una mera concesión formal, protegido incomprensiblemente por el Vaticano que hacía trizas de la tolerancia cero más falsa que Judas en bastantes ocasiones, se ha llegado, por fin, a una solucioncita que más parece forzada por los medios que por la voluntad de la Iglesia.
Ese impresentable, en cuyo ordenador abundaba la pornografía infantil, lo que me parecen hechos más que probados al confirmarlo la detención vaticana, no debe estar en la cárcel de ese diminuto Estado que, siempre en mi opinión, hoy no debería tenerla.
Si lo que se le imputa es cierto, como parece, a la calle reducido al estado laical. Y que sean los tribunales de los Estados quienes le juzguen y si procede le ingresen en una prisión civil. En la que ahí se las apañe. Lo de ahora sigue pareciendo una cierta protección.
La extraterritorialidad vaticana, que me parece necesaria, no debe servir para preservar conductas asquerosas de las penas legales. Existe un status diplomático que preserva a quienes gozan de él de ser juzgados y encarcelados en los países donde cometieron sus fechorías para recibir un trato mucho mejor en el Estado de donde son funcionarios. Evidentemente no voy a desarrollar aquí un tratado sobre el tema. Pero la Iglesia no es un Estado al uso aunque teóricamente gracias a Musolini lo sea. Pero uno piensa que no para cubrir vergüenzas propias.
A mí que este sujeto esté detenido en el Vaticano me es igual. Lo que deseo es que no esté protegido en el Vaticano. Y que tenga el mismo trato, reducido al estado laical, que cualquier otro ciudadano que consuma pornografía infantil.
Tampoco es como para fusilarle al amanecer. La pena que le corresponda en el Estado que proceda. Y sigo pensando que la Iglesia, ni en sede romana ni en ninguna otra, no debe tener cárceles. Hoy. El pasado fue el que fuere. Incluso con condenas a muerte. Pero eso es otra cuestión.
https://www.revistaecclesia.com/comunicado-de-la-santa-sede-sobre-el-arresto-de-monsenor-carlo-alberto-capella/