En la última plenaria de la Conferencia Episcopal Española, Hakuna fue objeto de críticas por parte de varios obispos. Que si eran demasiado “informales”, que si sus métodos no se ajustaban a la seriedad eclesial. Sin embargo, ahora esos mismos obispos les encargan nada menos que la canción oficial del Congreso de Vocaciones.
¿En qué quedamos? ¿Hakuna es un problema o la solución? Este doble juego no solo desconcierta a los fieles, sino que proyecta la imagen de una Conferencia Episcopal que no se aclara consigo misma. No se puede tachar de “ligeros” a unos jóvenes que luego se convierten en el plato fuerte de la pastoral vocacional.
Si los obispos creen que Hakuna puede aportar algo bueno, ¿por qué no lo dicen claramente? Y si no lo creen, ¿por qué les dan este protagonismo? La vocación no necesita de marketing contradictorio, sino de claridad. ¿O acaso están más preocupados por llenar congresos que por la coherencia de sus decisiones?
El Congreso de Vocaciones debería ser un espacio de verdad y compromiso, no una feria de conveniencias. Pero para eso, primero, la Conferencia Episcopal Española tendría que mirarse al espejo y decidir qué quiere ser: ¿referente o contradicción andante? Por ahora, la música suena, pero la partitura no se entiende.