Sarah, sobre Traditionis Custodes: «Su objetivo no es en absoluto abolir la antigua liturgia»

Sarah, sobre Traditionis Custodes: «Su objetivo no es en absoluto abolir la antigua liturgia»

(Le Figaro)- En el contexto de la crisis de los abusos sexuales cometidos por una minoría del clero, el cardenal Robert Sarah publica un libro (Pour l’éternité – Méditations sur la figure du prêtre) a contracorriente para defender la figura del sacerdote católico.

¿Qué opina de las medidas adoptadas por la Conferencia Episcopal francesa en la asamblea de Lourdes contra el delito de pedofilia cometido por una minoría de sacerdotes?

Era necesario enfrentarse a la verdad. ¿Qué hemos descubierto? En primer lugar, la extensión y profundidad del pecado. Si hay una responsabilidad institucional, esta reside en no saber llamar al mal por su nombre. Hemos demostrado una terrible falta de conciencia de la gravedad del pecado.

Cuando un sacerdote agrede a un niño, no es un accidente en su vida. Es una negación radical de su condición de sacerdote. Es un delito. Destruye la vida humana y espiritual de la víctima. Contamina el sacerdocio. Ensucia a toda la Iglesia e impide la evangelización.

El delito debe ser castigado. El pecado debe ser reparado.

¿Ha confundido la Iglesia la misericordia y la justicia con respecto a los sacerdotes incriminados?

Durante demasiado tiempo hemos confundido la misericordia y la indulgencia con el pecado. La Iglesia se ha dejado contaminar por un espíritu mundano que, con el pretexto de la comprensión subjetiva, llega a ignorar la gravedad objetiva de los hechos. El perdón solo es posible cuando se reconoce y se lamenta el mal hecho. Esto es válido tanto para los delitos de pederastia como para cualquier otro pecado.

Cuando la Iglesia no denuncia el pecado, es infiel a Cristo, fracasa en su misión. Los santos no temían utilizar palabras violentas para denunciar la gravedad de los pecados. Pero temblamos ante las palabras «castigo», «reparación», «pecado».

¿No se han olvidado del 97% de los sacerdotes de la Iglesia de Francia que no son responsables de estos abusos?

La gran mayoría de los sacerdotes han sido fieles a su sacerdocio. Su sacrificio diario es silencioso y discreto. Nadie habla de ellos. Sin embargo, son para toda la Iglesia motivo de esperanza y renovación. He escrito este libro para ellos. Decirles que no tengan miedo de vivir todo el sacerdocio, como nos lo dejó Cristo.

Pero, ¿era necesario que los obispos franceses llegaran a reconocer la «responsabilidad institucional» y «sistémica» de los abusos sexuales?

Había que decir que nuestra silenciosa ligereza ante la gravedad del pecado se había convertido en un sistema, hasta el punto de que había terminado por infiltrarse en las mentes y engendrar una forma de complicidad inconsciente, una indiferencia ante el pecado. ¡Pero también hay que subrayar que el 97% de los sacerdotes han sido fieles! Por lo tanto, no es el sacerdocio en sí mismo ni la doctrina católica sobre los sacerdotes lo que está en cuestión. Sé que algunos tienen la tentación de inventar una nueva figura del sacerdote, o incluso una nueva Iglesia. Estas tentaciones son vanas. Que algunos hayan secuestrado la paternidad o autoridad del sacerdote para convertirlo en instrumento de su perversión no significa que debamos negar que el sacerdote es padre y que tiene un oficio de gobierno en virtud de su ordenación sacramental. El pecado no es una mera debilidad psicológica ni la consecuencia necesaria de una estructura social. Sería un fracaso de nuestra responsabilidad culpar a la estructura de la Iglesia. Tengamos cuidado de no instrumentalizar el sufrimiento de las víctimas para promover una ideología.

¿Le ha faltado a la Iglesia corazón para estas víctimas?

En todo el mundo, cada día, miles de monjas y sacerdotes dan su vida para servir a los niños, desde el momento de la concepción, en las maternidades, las escuelas y los orfanatos. La Iglesia siempre se ha tomado en serio las palabras de Jesús en el Evangelio: «Lo que hicisteis a los más pequeños, a mí me lo hicisteis». Es un deber de justicia recordarlo. Al igual que es correcto decir que demasiados obispos no han tenido el valor de ejercer su papel de padres. En efecto, la paternidad del obispo consiste en escuchar y reconocer la inocencia de los niños víctimas, denunciar y castigar el pecado de los culpables. Todos nosotros, sacerdotes y laicos, necesitamos esta palabra episcopal objetiva y paternal.

¿Por qué eligió como título de su libro estas palabras: Pour l’éternité [Para la eternidad]?

Quería dirigirme a la gran mayoría de los sacerdotes. Todos aquellos cuya fidelidad diaria no aparece en los titulares. Sería injusto utilizar la desviación del 3% de ellos para cuestionar el sacerdocio en sí. Sería como si la figura del sacerdote, configurada con Cristo para la eternidad por el sacramento, fuera en sí misma nociva y portadora de una tentación de omnipotencia psicológica. Por el contrario, esta configuración espiritual compromete a los sacerdotes a vivir la radicalidad del Evangelio de manera particular.

En este contexto, ¿hablar de santidad no es apuntar demasiado alto?

Corresponde a los obispos proporcionar a los sacerdotes las condiciones concretas para que se esfuercen por alcanzar esta santidad de la que no pueden prescindir. Pero no se espera que los sacerdotes sean superhombres omniscientes o estrellas brillantes a los ojos de los hombres. Se espera que sean santos, es decir, que vivan plenamente su condición de servidores del pueblo de Dios mediante el don de los sacramentos y la fidelidad a las enseñanzas de Cristo.

En el centro del debate está también el celibato sacerdotal. Algunos lo cuestionan…

La Comisión Sauvé ha afirmado que el celibato no puede considerarse una causa de abuso sexual. Considerando a la población en general, la gran mayoría de los abusos sexuales son cometidos por hombres casados. El celibato es el signo del don de sí mismo como servidor y esposo de la Iglesia. Por otro lado, hay que adoptar medios concretos y realistas para preservarlo.

Al igual que un cónyuge preserva su fidelidad en el matrimonio evitando ocasiones equívocas, un sacerdote debe actuar siempre como tal, vistiendo un hábito reconocible. No hay vida privada para él, separada de su vida sacerdotal.

Usted se basa en textos, algunos de ellos milenarios, de santos, papas y grandes autores. ¿Qué lecciones extrae de ellos para la crisis actual?

El pecado es tan antiguo como el mundo. La Iglesia no debe tener miedo a las crisis. Los santos no temían llamar al pecado por su nombre. Así hicieron brillar la belleza y la santidad de la Iglesia. En lugar de intentar «comunicar» para hacerse popular y aceptable a los ojos del mundo, la Iglesia debería tratar de ser simplemente fiel al Evangelio y a su exigencia de conversión y santidad.

¿Y qué le dice a los fieles católicos que acaban dudando de «su» Iglesia? ¿Y de «sus» sacerdotes?

También escribí este libro para ellos. Para que puedan redescubrir quién es realmente el sacerdote. No le pidamos que haga más. Pidámosle simplemente que sea un sacerdote, configurado con Cristo. Apreciemos a los sacerdotes por lo que son, no por lo que hacen.

No pidamos a la Iglesia que tenga éxito, que sea eficiente. No es una ONG. Pidámosle la verdad del Evangelio, la belleza de la liturgia, la gracia de los sacramentos.

Mucha gente trata de enfrentarlo con el papa Francisco. ¿Cuál es exactamente la situación?

Mucha gente, incluso entre los cristianos, tiene una visión política de la Iglesia. La ven como una lucha de poder. Intentan enfrentar a los cardenales entre ellos o contra el papa. Todo esto es superficial. La realidad profunda de la Iglesia es espiritual. Más allá de todos estos gestos, yo solo busco una cosa: anunciar el Evangelio de Cristo, ser fiel a esta Iglesia a la que le ha prometido el Reino de los cielos.

Usted ha sido prefecto de la Congregación para el Culto Divino, encargado de la liturgia. ¿Qué opina de las tensiones actuales entre los fieles por el motu proprio Traditionis custodes que restringe el uso de la antigua liturgia latina? (Un motu proprio es un decreto de aplicación, decidido únicamente por el papa, en el marco del derecho canónico, nde)

Tocar la liturgia es siempre muy delicado. Es la expresión de nuestra relación íntima con Dios en la alabanza y el amor. Creo que el papa Francisco ha explicado claramente su intención en las distintas visitas ad limina de los obispos franceses y polacos. Su objetivo no es en absoluto abolir la antigua liturgia. Es consciente de que muchos jóvenes y familias están íntimamente ligados a ella. Y está atento a este instinto de fe que se expresa en el pueblo de Dios. No se trata, por tanto, de una nostalgia de personas mayores. El papa ha pedido que este texto se aplique con flexibilidad y sentido paternal. Sabe que lo que ha sido sagrado durante tantas generaciones no puede ser despreciado y desterrado de la noche a la mañana.

Por el contrario, creo que el papa espera que la liturgia actual se enriquezca con lo mejor de la liturgia antigua. También espera claramente que se celebre la antigua liturgia en el espíritu del Vaticano II, lo que es perfectamente posible. No es ni debe convertirse en un pretexto para quienes cuestionan el Concilio.

Publicado por Jean-Marie Guénois en Le Figaro

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana

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