El pasado mes de febrero, en la 237º reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal en la que se votaba el cargo de consiliario nacional de la Asociación Católica de Propagandistas, se produjeron varias irregularidades, auspiciadas todas por el Secretario General de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo, y el presidente, Ricardo Blázquez.
Es sabido que los últimos meses que pasó Fidel Herráez como consiliario nacional de la ACdP fueron tormentosos. Fidel llegó a una ACdP literalmente partida por la mitad y quiso trabajar por la unidad. Así fue, pacíficamente, hasta que en las elecciones de mayo de 2014 y tras su victoria, Carlos Romero se sintió fuerte para «eliminar» a todos sus adversarios políticos y hacer cosas profundamente inmorales y de dudosísima legalidad.
Tras haber advertido privadamente a Carlos Romero de las barbaridades que estaba haciendo en la organización (tejemanejes económicos, nombramientos y contrataciones, detectives de los que hablaremos en otro momento, y empresas de seguridad informática incluidas…), Romero aseguró ante sus cercanos que iba a quitarse de encima a Fidel. Y así fue, con la inestimable ayuda de dos eclesiásticos, Gil Tamayo y Blázquez.
Durante la reunión del Consejo Nacional de la ACdP en la que había que proponer una terna para la elección del Consiliario Nacional, la práctica totalidad de los consejeros manifestaron su deseo de que continuara don Fidel Herráez, ya arzobispo de Burgos, como consiliario, «dada la magnífica labor que ha realizado durante los 4 años que lleva en este cargo».
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Sin embargo, el presidente de la asociación, Carlos Romero Caramelo, pidió que se incorporaran dos obispos más a la terna, y no sacerdotes, por cuestiones de formalidad. Los consejeros propusieron un cura, para «rellenar» la terna, pero Romero insistió en que fueran dos obispos.
Finalmente, la terna incluía, además de a Herráez, a Cerro Chaves, obispo de Coria-Cáceres, y a García Beltrán, obispo de Guadix, pero a la hora de enviar la terna a la Conferencia Episcopal Romero añade, contra el criterio explícito del Consejo Nacional, que el orden es irrelevante, que «no hay preferencia», y que no importa a quien elijan. Es decir, ocultó que la práctica totalidad del Consejo Nacional había optado por Fidel.
Poco antes de la reunión de la Comisión Permanente en la que se produciría la votación tuvo lugar un encuentro del Comité Ejecutivo de la CEE, compuesto éste sólo por el presidente (Ricardo Blázquez), vicepresidente (Carlos Osoro), cuatro arzobispos (Asenjo, Barrio, del Río y Cañizares) y el secretario general (Gil Tamayo). En la reunión se habló ya de la conveniencia de apartar a Fidel de la ACdP por estar ya en Burgos, y buscar a alguien más cercano a Madrid.
Efectivamente, se produce la reunión de la 237º reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia, entre el 23 y el 24 de febrero. Cuando llega el momento de votar por el consiliario de la ACdP, Gil Tamayo indica a Fidel, con sorpresa de los presentes, que abandone la sala, por estar en la terna.
Mientras Herráez se encontraba fuera, Gil advierte a los votantes de que «a pesar de que el primero de la terna es Fidel, no tienen por qué votarle a él porque el orden es irrelevante». Irregularidad ésta ya denunciada por Hipólito Velasco en una carta que pueden leer aquí.
Se procedió a la votación, y Fidel Herráez sale elegido consiliario nacional de la ACdP por mayoría de los presentes (9 a 6), algo que Gil Tamayo y Blázquez no podían permitir, y para evitarlo recurrieron a una trampa legal que convierte en nulo todo lo que ocurrió a continuación.
InfoVaticana ha tenido acceso al acta de la votación, en la que se puede leer:
«Los candidatos son los siguientes. S.E. Don Fidel Herráez Vegas, Arzobispo de Burgos, S.E. D. Ginés García Beltrán, obispo de Guadix, y S.E. Don Francisco Cerro Cháves, obispo de Coria-Cáceres. El comité ejecutivo en su reunión 403 del pasado 11 de febrero, acordó que la propuesta de la ACdP fuese elevada a la comisión permanente para su votación y elección. Conforme al artículo 21 de los Estatutos de la CEE y el artículo 11.3 del reglamento de la Comisión Permanente se necesitan 2/3 de los votos para la elección».
Se produjo la primera votación, y Fidel Herráez obtuvo 9 votos, frente a los 6 del segundo candidato, pero Gil Tamayo forzó una siguiente votación alegando que se necesitaban dos tercios de los votos, como explica el acta. ¿Dónde está la trampa? Veamos los artículos a los que se hace referencia en el acta.
ARTÍCULO 21 (Estatuto de la CEE)
Los acuerdos de la Comisión Permanente se tomarán por mayoría de dos tercios, siempre que esté presente la mayoría de los que deben ser convocados. Las elecciones se harán a tenor del c. 119, 1.º.
CANON 119.1º del Código de Derecho Canónico
Respecto a los actos colegiales, mientras el derecho o los estatutos no dispongan otra cosa:
Cuando se trata de elecciones, tiene valor jurídico aquello que, hallándose presente la mayoría de los que deben ser convocados, se aprueba por mayoría absoluta de los presentes; después de dos escrutinios ineficaces, hágase la votación sobre los dos candidatos que hayan obtenido mayor número de votos, o si son más, sobre los dos de más edad; después del tercer escrutinio, si persiste el empate, queda elegido el de más edad;
Es decir, tras la primera votación y a la luz de su resultado, debió proclamarse consiliario nacional de la ACdP a Fidel Herráez, sin embargo, se repitió la votación, y finalmente resultó elegido Ginés García Beltrán, en un escrutinio que nunca debió haberse producido.
Dos meses después, las actas de la reunión se envían a la Nunciatura Apostólica y a todos los obispos, y muchos de ellos se dan cuenta del grave error, que por su obviedad para quien está familiarizado con el funcionamiento de la CEE, y es de suponer que Presidente y Secretario General lo están, es muy difícil aceptar que no haya sido malintencionado. No olvidemos cuál es el papel esencial que los Estatutos de la CEE otorgan al Secretario General.
ARTÍCULO 38
La Secretaría General es un instrumento al servicio de la Conferencia para su información, para la adecuada ejecución de sus decisiones y para la coordinación de las actividades de todos los organismos de la Conferencia.
Algo para lo que Gil Tamayo ha demostrado no estar capacitado, aunque todavía queden dos años para que termine su mandato.
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