Según los datos oficiales distribuidos por el Ministerio de Sanidad, en España han recibido la vacuna contra el Covid-19 más de 40 millones de personas.
El porcentaje de personas mayores de 12 años que al menos ha recibido una dosis es del 93,1%, una de las tasas más altas de todo el mundo. En España, algo más de 28 millones de personas han sido vacunadas con Pzifer, quien acaba de reconocer en el Parlamento Europeo que no testaron sus vacunas.
No se sabe si es eficaz y ha quedado demostrado que no evita el contagio. Lo que tampoco se sabe son los posibles efectos adversos que pueda tener este producto que no ha sido analizado ni comprobado. De algún modo, se podría afirmar que se ha experimentado con la población. Las grandes farmacéuticas alegan que la urgencia y la necesidad primó por encima de todo y eso permitió saltarse los cauces reglamentarios que han de seguir todas las vacunas.
Esta confesión de Pzifer, suponemos que de algún modo es extensible al resto de vacunas de otras farmacéuticas contra el Covid-19. El escándalo se destapó esta semana en el Parlamento Europeo gracias a un eurodiputado holandés del grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos.
El eurodiputado Robert Roos ha conseguido captar la atención internacional tras su viral denuncia en redes sociales. Este eurodiputado, preguntó a la directiva de Pfizer lo siguiente: «¿Fue la vacuna de Pfizer contra la covid testada para frenar la transmisión del virus antes de ser lanzada al mercado?” Y continúa: “Si no fue así, por favor, dígalo claramente. Si fue así, ¿estaría dispuesta a compartir la fecha con esta Comisión? Y realmente espero una contestación clara: sí o no. Estoy deseando escuchar su respuesta. Muchas gracias».
La respuesta de J. Small fue: “Respecto a la pregunta sobre lo que nosotros sabíamos sobre la paralización-inmunización antes de lanzar las vacunas al mercado, no, jaja. Esto, ya sabes, tenemos que movernos a la velocidad de la ciencia para entender realmente cómo funciona el mercado”.
La vacunación como «acto de amor»
Desde el comienzo del proceso de vacunación, desde el Vaticano se animó a los católicos a vacunarse. «Con espíritu fraterno, me uno a este mensaje de esperanza en un futuro más luminoso. Gracias a Dios y al trabajo de muchos, hoy tenemos vacunas para protegernos del COVID-19. Ellas traen esperanza para acabar con la pandemia, pero sólo si están disponibles para todos y si colaboramos unos con otros», dijo Francisco en agosto del 2021.
El Santo Padre añadió que «vacunarse, con vacunas autorizadas por las autoridades competentes, es un acto de amor. Y ayudar a que la mayoría de la gente lo haga, es un acto de amor. Amor a uno mismo, amor a los familiares y amigos, amor a todos los pueblos. El amor es también social y político, hay amor social y amor político, es universal, siempre desbordante de pequeños gestos de caridad personal capaces de transformar y mejorar las sociedades (cf. Laudato si’, 231; Fratelli tutti, 184)».
A pesar de las insistencias desde prácticamente todos los organismos internacionales, muchas personas apostaron por obrar según la virtud de la prudencia.
Según el Catecismo de la Iglesia católica «la prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. “El hombre cauto medita sus pasos” (Pr 14, 15). “Sed sensatos y sobrios para daros a la oración” (1 P 4, 7). La prudencia es la “regla recta de la acción”, escribe santo Tomás (Summa theologiae, 2-2, q. 47, a. 2, sed contra), siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación. Es llamada auriga virtutum: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar».
Por obrar de esta manera, los que optaron por esperar o rechazar la vacunación contra el covid-19 fueron criminalizados por ello. Ahora, el tiempo parece dar la razón a aquellos, que en conciencia y en virtud de la prudencia apostaron por abstenerse de vacunarse.
Pfizer reconoce que lanzó las vacunas al mercado sin saber si eran efectivas