«Desigualdad» en la Doctrina Social de la Iglesia

TEOLOGÍA, ECONOMÍA Y LIBERTAD
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Espero haber dejado claro en las anteriores entradas, sobre todo con las palabras de León XIII, que las desigualdades de talentos, de habilidad, de salud, etc. no son inmorales. Y que “de la inevitable diferencia de estas cosas brota espontáneamente la diferencia de fortuna” (León XIII, Rerum Novarum 3, 1891).

Hay desigualdades que se han conseguido de modo injusto, es cierto. Pero la inmensa mayoría de desigualdades en el mundo responden a la naturaleza humana y las personas las tienen o han llegado a ellas de modo justo y son por lo tanto justas.

Llegados a este punto debo decir que, en este aspecto, la Doctrina Social de la Iglesia es contradictoria. O cuanto menos extremadamente imprecisa. Me da dolor señalarlo. Pero es lo que me dice mi conciencia.

En claro contraste con lo afirmado por León XIII, tenemos los siguientes ejemplos en el Compendio de Doctrina Social:

Junto al fenómeno de la interdependencia y de su constante dilatación, persisten, por otra parte, en todo el mundo, fortísimas desigualdades entre países desarrollados y países en vías de desarrollo, alimentadas también por diversas formas de explotación, de opresión y de corrupción, que influyen negativamente en la vida interna e internacional de muchos Estados. El proceso de aceleración de la interdependencia entre las personas y los pueblos debe estar acompañado por un crecimiento en el plano ético- social igualmente intenso, para así evitar las nefastas consecuencias de una situación de injusticia de dimensiones planetarias, (Compendio 192)

 

En este punto, se mencionan injusticias que causan desigualdades (explotación, opresión, corrupción…) dándose a entender que las diferencias entre países desarrollados y países en vías de desarrollo corresponden todas a una situación de injusticia de dimensiones planetarias, lo que no es verdad.

Tomemos otro punto:

El mismo progreso tecnológico corre el riesgo de repartir injustamente entre los países los propios efectos positivos. Las innovaciones, en efecto, pueden penetrar y difundirse en una colectividad determinada, si sus potenciales beneficiarios alcanzan un grado mínimo de saber y de recursos financieros: es evidente que, en presencia de fuertes disparidades entre los países en el acceso a los conocimientos técnico-científicos y a los más recientes productos tecnológicos, el proceso de globalización termina por dilatar, más que reducir, las desigualdades entre los países en términos de desarrollo económico y social. (Compendio 363)

No es cierto que el progreso tecnológico reparta injustamente entre los países los efectos positivos. Y menos aún es cierto que el progreso dilate más que reduzca las desigualdades. El Compendio ni explica ni justifica por qué esto es así. Ninguna Iglesia ni ninguna ONG ha sacado de la pobreza a tantos cientos de millones de personas en la historia de la humanidad como el progreso tecnológico y el libre mercado. En los últimos 30 años más de mil millones de personas han salido de la pobreza en China, India y muchos otros países.

En la Gaudium et Spes, del Vaticano II, podemos leer:

Es evidente que no todos los hombres son iguales en lo que toca a la capacidad física y a las cualidades intelectuales y morales. Sin embargo, toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino. En verdad, es lamentable que los derechos fundamentales de la persona no estén todavía protegidos en la forma debida por todas partes. Es lo que sucede cuando se niega a la mujer el derecho de escoger libremente esposo y de abrazar el estado de vida que prefiera o se le impide tener acceso a una educación y a una cultura iguales a las que se conceden al hombre.

Más aún, aunque existen desigualdades justas entre los hombres, sin embargo, la igual dignidad de la persona exige que se llegue a una situación social más humana y más justa. Resulta escandaloso el hecho de las excesivas desigualdades económicas y sociales que se dan entre los miembros y los pueblos de una misma familia humana. Son contrarias a la justicia social, a la equidad, a la dignidad de la persona humana y a la paz social e internacional (Vaticano II, Gaudium et Spes 29, 1965)

Los párrafos anteriores mencionan que hay desigualdades justas. Algo que por cierto, casi ningún obispo ni Conferencia Episcopal dice hoy en día. Pero llegados a las últimas frases, la Gaudium et Spes parece implicar que todas las desigualdades son contrarias a la justicia.

Es clave distinguir bien, como señalaba en esta entrada, entre las desigualdades de origen justo, y las de origen injusto. ¿Cómo no va a ser clave esta distinción? Desde un punto de vista moral, es una distinción similar a la que existe entre que te roben algo o que lo pierdas. O entre la muerte en un accidente o que te maten.

Sin embargo, en general, la Doctrina Social de la Iglesia no hace esta distinción en sus textos.

Miguel Ángel Sanz

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Comentarios
2 comentarios en “«Desigualdad» en la Doctrina Social de la Iglesia
  1. Como habrás visto, hace poco que he dado con tu blog. Me parece muy interesante, dado que la DSI es una materia que me interesa mucho. Una pena que lleves ya unos años sin publicar…

    Como observación personal, te diré que me llama la atención, al menos en las dos entradas que he leído hasta ahora, algo del magisterio más moderno, de Benedicto XVI y Francisco. Que no contradice ni mucho menos al anterior, pero creo que es especialmente concreto. Y de un contexto más actual, claro.

    Saludos

  2. Miguel Angel,
    Si no ponen mas arriba tus brillantes escritos, no va a participar nadie.
    Y es tragico, porque apuntas a un tema central de la Incultura Contemporanera.

    Lo que es cierto es que el malogrado Conc. Vaticano 2 ha abierto las puertas a imprecisiones que han impregnado el seudo-pensamiento de muchisimos Catolicos.

    Ese Concilio ha resultado una Bomba Letal, yo reconozco que recien el los ultimos tiempos me he dado cuenta.

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