
A los 93 años. Era uno de los principales representantes del progresismo.
Atrio, su obra personalísima, un día desapareció sin despedirse y sin que nadie, desde el progresismo, la dedicara un adiós. Repetidamente intentó que le echaran una mano en la página y en su sostenimiento económico, con nulo resultado. de lo que se lamentó repetidamente. El ver la desaparición de la niña de sus ojos tuvo que amargar sus últimos días. En los que, supongo, que quien fue a visitarle sería la enfermedad.
La Iglesia española no perdió nada con la desaparición de Atrio, más bien ganó. Duato experimentó que sus ideas, era de los últimos supervivientes de aquella desgracia eclesial que tuvo tanta relevancia y hoy ya ha prácticamente desaparecido, ya no interesaban a nadie.
Ante su muerte pidamos a Dios que tenga misericordia de su alma. El que posiblemente los únicos que encomienden su alma a Dios sea desde esa Iglesia que él aborrecía, de vivir, le haría experimentar más su inmenso fracaso.
Ayuda a Infovaticana a seguir informando