Una evidencia[1]: en tiempo de Jesucristo no había magnetófonos, afirmación formulada también en nuestros días. Luego, en los Evangelios, no se conservan las palabras textuales de Jesucristo. Aunque la premisa sea verdad, la conclusión seguramente no lo es.
Una ignorancia: las palabras de Jesucristo inicialmente se transmitieron de memoria, oralmente, no por escrito. Y, en compensación, se ensalza la plena fidelidad de la oralidad o de la transmisión oral, memorística, en la Antigüedad.
- La «cuestión homérica», la «épica medieval» y la «evangélica»
Más de un lector estará preguntándose: ¿Pero, qué tiene que ver la cuestión homérica con la evangélica? Incluso alguno reaccionará con la indignación de Tertuliano cuando escribía en el año 200: «¿Qué hay de común entre Atenas y Jerusalén, entre la Academia (platonismo) y la Iglesia» (Praescr 7,9).
1.1. Homero, el «Poeta sagrado» y «educador» de la Grecia precristiana
Los poemas homéricos son, en cierto sentido, un texto sagrado en la antigüedad griega. De hecho se recurre a ellos como si lo fueran, incluso ya en torno al nacimiento de Cristo, Plutarco, sacerdote durante veinticinco años en el santuario de Apolo Pítico en Delfos. Aristóteles[2] considera a Homero y a Hesiodo como los primeros «theologizantes» o «hacedores de teología, teólogos», cuando señala su nota común y diferencial respecto de los «filósofos». Según él, coinciden en que unos y otros quieren enseñar doctrinas sobre la divinidad; se diferencian en que los «filósofos» las enseñan mediante razonamientos, los «teólogos» en forma mítica, o sea, conforme a la tradición mitológica. «Teología» en griego es un término sinónimo de «mitología» como explícitamente afirma Platón (siglos V-IV a. C.)[3].
Homero, según la mayoría, era «el maestro/educador de la Hélade[4]«, o sea, de los griegos en la Grecia precristiana en todas las vertientes de la vida, también en la ético-religiosa. No obstante, Platón no comparte esta opinión y parecer mayoritarios, al menos en la dimensión moral. Pues proclama a Homero «el más grande poeta y el primero de los trágicos», pero en su Estado ideal no acepta más poesía que la de «los himnos a los dioses y las alabanzas de los hombres buenos», no a quienes publican su inmoralidad. Por eso expulsa de su Estado utópico a Homero, aunque lo haga tras coronarlo con las guirnarlas merecidas por su calidad literaria excepcional, única (Resp 606e-607a; 377e-578e). Ya Jenófanes de Colofón (siglo VI a. C.) reprocha a Homero haber atribuido a los dioses «todo lo que en los hombres es deshonroso y reprobable: robar, cometer adulterios, engañarse mutuamente» (Fragm 10-11). Cicerón prefiere que hubiera hecho menos humanos a los dioses y más divinos a los hombres (Tusculanae disputationes 1,26,65).
1.2. La «cuestión homérica», prototípica de las restantes
Sin embargo no solo están relacionadas, sino que, además, la cuestión homérica parece ser como el prototipo que ha configurado la cuestión épica medieval y la cuestión evangélica, al menos en sus trazos básicos. Cuando se cae en la cuenta de ello, no puede evitarse la sorpresa de ver cómo no pocos biblistas han seguido, en este terreno, los pasos de bastantes filólogos clásicos. La sorpresa se hace mayúscula al comprobar que los mismos traspiés y trompicones de la cuestión evangélica habían sido dados antes en la homérica.
1.3. Aparición y desarrollo de la cuestión homérica
François d´ Hederlin, abbé d ´Aubignac, abre la cuestión homérica con su discurso Conjectures académiques ou Dissertation sur l´ Iliade, pronunciado en el año 1664[5]. Considera la Iliada como un conglomerado de cantos cortos y anónimos, unificados en el poema actual por Licurgo[6] (siglo IX a. C.) y sobre todo por Pisístrato (siglos VI-V a. C.). Consiguientemente niega la existencia de Homero. Curiosamente el abbé (sacerdote) d´ Aubignac provocó el nacimiento de la cuestión homérica debido a su afán, torpemente realizado, por defender de sus «defectos» a Homero. «Hay amores que matan», dice el refrán castellano. El del abbé d´ Aubignac le llevó a diluir la autoría de los poemas homéricas y a negar la existencia de Homero. Contribuyó también el desconocimiento de la existencia de la escritura en los tiempos homéricos. Para llenar su vacío, se afirmó la composición y transmisión oral de la Ilíada y de la Odisea.
Friedrick August Wolf revistió la teoría del abbé d´ Aubignac del aparato científico, adecuado para su presentación en el mundo intelectual, en su Prolegomena ad Homerum, concebidos como introducción de su edición de la Iliada del año 1795 (reimpresa, Hildesheim 1963). Herder manifestó entonces sus dudas y pensamiento a Heine en una carta del 13-5-1795, que termina con la célebre frase: Jezt müssen wir an den alten Text des Homers wie an ein Evangelium glauben. Con tal de no verse obligado a «creer en el viejo texto de Homero como en un Evangelio», Herder despersonaliza al autor de los poemas homéricos y los somete a los criterios de la cuestión homérica sin intuir que, unas décadas más tarde, el Evangelio mismo sería sometido a un proceso similar al padecido por Homero.
1.4. Extensión del método de la «cuestión homérica» a los poemas épicos medievales
Casi medio siglo más tarde, los románticos alemanes aplicaron los principios y los métodos de la cuestión homérica al estudio de los poemas épicos medievales: Chanson de Roland (Francia), Nibelungos (Alemania), La Tabla redonda y los Caballeros del rey Arturo Gran Bretaña), Beowulf (Inglaterra, Islandia), Kalevala (Finlandia) y hasta el Poema de Mío Cid (Castilla, España) y demás cantares de gesta. En sus Betrachtungen über Homers Ilias, Lachmann aplica la teoría wolfiana a la Iliada y, además, la traslada a su Liedertheorie («teoría de los cantos»),elaborada sobre los Nibelungos. Algo similar realizan J. Grimm y J. G. Herder; este en sus Volkslieder («cantos del pueblo», populares), publicados en 1776. Todos exaltan la creatividad del pueblo, la autoridad colectiva y anónima que elimina la autoridad individual hasta el punto de afirmar que «la poesía épica se compone por sí misma[7]«.
1.5. Su aplicación al Antiguo y al Nuevo Testamento
El núcleo clave de la cuestión homérica se introduce en el estudio de la Sagrada Escritura unas décadas más tarde. Como es lógico, saltó en primer lugar al Antiguo Testamento. Aunque no es fácil precisar la fecha, podría considerarse como su portaestandarte a J. Wellhausen con su teoría documentaria[8].
Aunque ya Herder se interesó por la prehistoria oral de los Evangelios y por sus formas, son los seguidores de H. Gunkel (obra publicada en 1895) los que revolucionan la crítica histórico-literaria de los Sinópticos, pronto también del IV Evangelio y de todo el Nuevo Testamento, por medio del método de la Formgeschichte, «historia de las formas», entre ellos K. L. Schmidt (año 1919), M. Dibelius (1919), R. Bultmann (1921), G. Bertram (1922), etc[9]. Pero, puede atribuirse a F. Schleiermacher el trasplante -en el año 1832- al Nuevo Testamento de la problemática básica de la cuestión homérica, pues abrió la puerta que permitió la entrada de la teoría de las dos fuentes de los Sinópticos con su célebre estudio publicado precisamente en ese año[10].
- La transmisión oral y la escrita
2.1.Posibilidad de la transmisión oral de los poemas homéricos
Por eso estudian para curas para aprender cosas u Leyes canónicas que ni ellos mismos entienden y que no las pueden aplicar al pueblo de a pie, por
que no se las aplican a ellos mismos y
más si son escritas en arameo hebreo antiguo,griego,latín,inglés ,y español latino, vale y demás idiomas,por eso el que tradugiera la biblia al idioma natural de los pueblos lo asesinaban en la hoguera, claro en el nombre de Dios.
Un alarde de erudición patético e innecesario que nada prueba y todo lo confunde