Vicente Montesinos
Sin un ápice de prudencia; sin esperar a que se investiguen los hechos tan claramente detallados y contrastados por Monseñor Viganó; sin respeto alguno por todas las víctimas de McCarrick y su banda, y sin ni siquiera escuchar al principal «presunto implicado» en el encubrimiento y rehabilitación a sabiendas de McCarrick, es decir, al propio Bergoglio, que ha dicho que no va a decir ni esta boca es mía; el episcopado argentino ha escrito una lamentable carta al Papa Francisco, que este humilde escribiente solo puede calificar de penosa.
La misiva, fechada a 30 de agosto, y firmada por los Monseñores Ojea y Malfa; Presidente y Secretario respectivamente de la Conferencia Episcopal Argentina (C.E.A), se la ofrecemos íntegra, en imagen original, al pie de estas líneas, para que la juzguen ustedes mismos.
Con toda la caradura del mundo le dicen a Bergoglio que están con él, ya que «ha sufrido un ataque despiadado de distintos y mezquinos intereses humanos» (sin dar detalle ni explicación alguna de los ataques despiadados y de los distintos intereses que según ellos los han propiciado)
Además, entre otras estolideces y sinfustadas tienen el cuajo de comparar los sufrimientos de Bergoglio y su estoicidad con la de San Pablo. ¡Justamente! ¡Anda que han estado finos!
Ya que mencionan con ese desparpajo al valiente apóstol, habría que recordarles a sus excelencias que el Pablo que esperábamos que cantara «las 40» a Pedro tiene mucha pinta de ser Viganó. Y además no habrán caído, al comparar a Bergoglio con San Pablo (mueve a risa) en las palabritas dedicadas a Pablo por Bergoglio en su reciente homilía (ya hace mucho escribíamos en este portal como San Pablo no gusta a los progres).
Hay que ser «chupamedias» (como ellos mismos dicen), para escribir tan mendaz carta en un momento como en el que nos encontramos.
Evidentemente a estos prelados no se les puede aplicar aquello de «La Verdad os hará libres...»
Más bien me temo que les sea aplicable eso otro de «las mentiras te pueden llevar lejos, pero no te permiten volver…». Y me temo que ustedes, queridos monseñores compatriotas de Bergoglio, han emprendido un camino de no retorno.
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