Cardenal Müller: «No se nos permite secularizar el papado modelándolo según estereotipos políticos y mediáticos»

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Este domingo, los cardenales aprovechan para celebrar la Eucaristía en sus respectivas iglesias titulares. El cardenal Müller ha celebrado la Misa dominical en la iglesia de Santa Inés en Agonía ubicada en Piazza Navona.

Por cortesía del cardenal Müller, les ofrecemos traducida al español la homilía completa pronunciada por el purpurado germano.

Homilía del cardenal Müller:

La elección del sucesor de San Pedro, príncipe de los apóstoles, en el próximo cónclave nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre la misión de la Iglesia. La Iglesia no es una organización humana, sino el cuerpo de Cristo, que es el Hijo de Dios. El Señor resucitado dijo a los apóstoles: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo» (Jn 20, 21). Ellos predicaron el Evangelio, «para que el mundo crea que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y, creyendo, tenga vida en su nombre» (cf. Jn 20, 31).

En los discursos de despedida pronunciados por Jesús al acercarse su Pasión, responde a la petición del apóstol Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta» (Jn 14, 8). Y con esta respuesta, nos conduce al centro de nuestra fe. Después de que Jesús dijera: «Si me habéis conocido a mí, también conoceréis a mi Padre: también ahora le conocéis y le habéis visto» (Jn 14, 7), Felipe se preguntó cómo era posible ver a Dios, que «habita en una luz inaccesible: nadie entre los hombres le ha visto ni le puede ver» (1 Tim 6, 16). Y la respuesta de Jesús fue: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14,9).

Y todo esto lo reconocemos cuando miramos a Jesús a los ojos, ofreciéndonos sin malicia a su mirada. Dios nos abraza con su infinita misericordia y su amor es tan grande que no sólo muere por nosotros, sino como nosotros. Llevó la carga de nuestros pecados hasta la muerte en la cruz y los llevó hasta la tumba. La muerte ya no tiene poder sobre Jesús ni sobre nosotros, que formamos un solo cuerpo con Cristo. Este es el Credo de la Iglesia, que Pablo entregó a los corintios como él mismo lo había recibido: Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras y fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras y se apareció a Cefas (= Pedro) y luego a los Doce (cf. 1 Co 15,3-5). Así, en el testimonio original de la resurrección (1 Co 15,3-5), Pedro junto con el colegio de los apóstoles es el garante central de la identidad del Jesús de la historia y del Cristo pascual de la fe.

En las apariciones del Señor resucitado, Jesús les da a él y a los demás apóstoles la prueba de que vive con Dios y ha vuelto al Padre. No ha renunciado a su naturaleza humana, sino que vivirá para siempre, Verbo hecho carne, con su Cuerpo glorificado en comunión con el Padre y el Espíritu Santo. Él es la Cabeza del cuerpo que es la Iglesia. Y la Iglesia del Dios trino es en Cristo el sacramento universal de la salvación del mundo.

Al constituir para siempre a su Iglesia como sacramento universal de salvación del mundo en Cristo, Dios ha querido también la continuación del ministerio apostólico de los obispos y, en particular, del Romano Pontífice. El Papa ejerce el ministerio petrino uniendo a todos los obispos y fieles en la profesión de fe en Cristo, Hijo de Dios vivo. Y Jesús, en el Cenáculo, antes de la Pasión, encomendó a Pedro la tarea de confirmar la fe de sus hermanos. Y, finalmente, el Señor resucitado confía a Pedro el oficio de pastor universal.

Ante el sanedrín histórico, es decir, ante todas las autoridades religiosas y civiles y anticristianas del mundo de todos los tiempos, «Pedro, lleno del Espíritu Santo confiesa en nombre de Jesús el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos»: «Este Jesús es la piedra, que fue desechada por vosotros, los constructores, y que se convirtió en la piedra angular. En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que esté establecido que nos salvemos.» (Hch 4,11s).

Debemos recordar que la principal tarea de los cardenales en el cónclave no es elegir a un continuador de las ideas privadas de cualquier papa anterior, sino al futuro sucesor de Pedro, que es el principio y fundamento visible y perpetuo de la unidad de la Iglesia en la verdad revelada.

Debe estar muy claro para todos que la continuidad en los 266 pontificados sucesivos hasta la fecha consiste en el cumplimiento de la misión que el Señor confió por primera vez a Simón como figura histórica, constituyendo en él para siempre a Pedro, es decir, el ministerio petrino. Y así Cristo, Cabeza misma de la Iglesia, define lo que debe ser y hacer un Papa. No se nos permite secularizar el papado modelándolo según estereotipos políticos y mediáticos.

El Concilio Vaticano II afirma en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia «Lumen Gentium» que, según la fe católica y apostólica, el obispo romano en su cátedra «es el sucesor de Pedro, es el Vicario de Cristo y es la cabeza visible de toda la Iglesia», quien, junto con los obispos, «gobierna la casa de Dios vivo». (LG 18).

Esta definición del ministerio petrino perpetuo por Cristo mismo y su interpretación dogmática por el magisterio supremo de los dos concilios ecuménicos más recientes se consideran la pauta más importante que debe observarse fielmente en la elección papal para la que se preparan los cardenales de la santa Iglesia romana.

Oremos para que el Espíritu Santo nos muestre la persona digna a la que Jesús dirá: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.» (Mt 16,18). Amén.

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Comentarios
6 comentarios en “Cardenal Müller: «No se nos permite secularizar el papado modelándolo según estereotipos políticos y mediáticos»
  1. OJO a la respuesta de Cobo en una entrevista en El Debate.

    «El cardenal Müller ha afirmado en estos días que «la cuestión no está entre conservadores y liberales, sino entre ortodoxia y herejía». ¿Hay posturas entre algunos purpurados que puedan estar rayando la herejía?

    – Bueno, yo no sé; yo creo que Müller no es hereje.»

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