Mientras los italianos se agitan y los españoles brillan por su ausencia, dos voces resuenan con fuerza en el aula del Sínodo: la del holandés Willem Eijk y la del africano Robert Sarah. El tono general entre los cardenales sorprende por su serenidad.
El lunes fue un día importante en este pre-cónclave que va tomando forma lentamente pero con intensidad. Y no por maniobras, filtraciones o movimientos de bloque, sino por lo que más debería contar: el contenido de las intervenciones. Y entre todas las que se escucharon en la Congregación General de ayer, dos se destacaron claramente por su profundidad, claridad y acogida: la del cardenal Willem Eijk y la del cardenal Robert Sarah.
Eijk, arzobispo de Utrecht, habló con la sobriedad que le caracteriza, pero también con una fuerza doctrinal que no dejó indiferente a nadie. Diagnóstico claro, sin dramatismos: una Iglesia desorientada en Europa, sin rumbo moral ni litúrgico, víctima de su propia confusión interna más que de las amenazas externas. Lo que más impactó fue su tono: ni derrotista ni alarmista, sino profundamente realista. Muchos salieron comentando que Eijk ha dicho en voz alta lo que la mayoría piensa en silencio.
Sarah, por su parte, no defraudó. Su intervención fue, según varias fuentes, de las más aplaudidas del día. Hablo con firmeza, con serenidad, con ese estilo suyo que mezcla un vigor africano contenido por la espiritualidad monástica. No hizo política, no lanzó nombres, no buscó notoriedad: simplemente recordó que la crisis actual solo se superará con un retorno a Dios, al silencio, a la adoración, a la verdad. Palabras grandes, que sin embargo no sonaron grandilocuentes. Sonaron necesarias.
Mientras estas dos voces se alzaban con autoridad, el resto del panorama era más difuso. Los italianos siguen nerviosos, repartiéndose nombres sin lograr generar consenso ni entusiasmo. Y los españoles —como bloque— permanecen desaparecidos. No hay intervenciones destacadas, ni propuestas claras, ni un mínimo intento de liderazgo. Es como si hubieran aceptado jugar a la irrelevancia.
Lo que sí ha sorprendido a todos es el buen tono general. Después de años de tensiones, sospechas, divisiones y silencios incómodos, las congregaciones están siendo sorprendentemente cordiales. Se escuchan unos a otros. Se aplaude. Se sonríe incluso. Puede que sea una tregua momentánea. O puede que, al morir Francisco tan abruptamente, los cardenales hayan sentido el vértigo de tener que construir de nuevo, esta vez con más humildad.
En cualquier caso, si algo dejó claro el lunes es que hay voces que aún pueden levantar el vuelo. Y que los cardenales, cuando quieren, todavía son capaces de hablar como pastores, no como gestores.
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Europa es la punta de lanza. Es la vanguardia de occidente, y todo lo que pasa aquí, pasará en los demás países enseguida. Los católicos nos hemos salido de la Iglesia, y ya no volveremos mandé quien mande, porque es estúpido viajar en un barco a la deriva. Hoy se viaja en barcos pequeños, unipersonales, que son manejables y siguen en la dirección norte sin problemas. El viento sopla donde quiere, y con la vela bien dirigida, sople hacia donde sople, avanzamos hacia el norte. En cambio la Iglesia, con 1.000.000.000 de pasajeros, enfrentados unos a otros, no sabe a dónde va. Hoy Francisco, ayer, Benedicto, mañana vete tú a saber. Cada uno, cambia el timón y las velas se inflan y se rompen. La Iglesia va a la deriva, sin rumbo definido. En cambio los barquitos navegamos en la dirección de Dios con más facilidad. Vamos más rápido y mejor, aunque tenemos menos compañía. Pero tenemos a Dios, y confiamos en el, ella, ello…
Viajar en barquitos, al norte o a donde sea, no es buena idea cuando hay una gran marejada y olas de diez metros. En cambio el gran Arca de Noé que es la Iglesia está embreada en sus junturas, y sube a veces casi en dirección vertical sorteando una ola, para luego caer pesadamente al otro lado que parece que va a hundirse en las profundidades, pero al minuto siguiente la ves todavía, mareada y empapada, aún en medio de las olas. La barca de Pedro, en la que los hombres dentro andan distraídos y atemorizados, y enfrentados, y chillan algunos: «¡Señor, despierta, que nos hundimos!». Y el caso es que el Señor duerme tranquilo a proa, porque para sorpresa de los que están dentro la barca pese a todos los requiebros y desvíos que sufre continuamente a manos de la tempestad, sigue dirigiéndose al Este, donde se producirá el encuentro final.
El Señor duerme también en mi barquito☺️
Necio…, Lutero te está aplaudiendo desde el infierno, sugiriéndote que vayas a visitarle en tu barquiiito.
Lutero no está en el infierno. Está en el cielo.
Si: él en el cielo y usted en Babia. Qué troll tan ridiculo.
Es de esperar que tras esta patochada de pontificado vuelva la sensatez y la racionalidad a la Santa Sede con un verdadero Papa católico como podría ser el cardenal Sarah, primer Papa negro, o el cardenal Eijk, segundo Papa holandés, después de Adriano VI que sentó las bases de la Contrarreforma. Han sido dos años y cuatro meses de Sede Vacante si consideramos la posibilidad de que el supuesto pontificado de Francisco sea declarado nulo de pleno derecho.
Hay dos buenas razones por las que el nuevo Papa, quien quiera que sea, debería llamarse Francisco II.
Primero porque, como el difunto Bergoglio aborrecía las tradiciones eclesiásticas en general, aborrecía entre ellas la de numerar con números romanos a los papas igual que a los reyes. Por eso eligió un nombre sin predecesores, se negó a que se le llamase Francisco I y dispuso que en su tumba, de humildad impostada y discordante con la basílica de Santa María la Mayor, únicamente se escribiera «Franciscus».
Se merece un Francisco II. Y un «Franciscus PP. I» sobre su tumba de impostada humildad.
Además, si el nuevo Papa fuera un buen pastor que restaurase a la Iglesia, un Francisco II serviría para liberar el dulce nombre del glorioso San Francisco de Asís de su triste asociación con este pontificado y en general con la falsa Iglesia ecumaniaca e interreligiosa.
Un Francisco II para desagraviar al verdadero San Francisco antimoderno.
Ayer puso el mismo comentario, sólo en esta página, al menos dos veces (debe de pensar que es una «genialidad» que nadie se debe perder). ¿Va a seguir poniendo el mismo corta-pega muchas veces más? Porque quedan como mínimo 8 días para conocer al nuevo papa, probablemente más, y resulta un tostón leer en bucle sus malos deseos (que, pese a no ser del interés de nadie, ya ha expresado cada vez que ha tenido ocasión).
El problema, Urbel, es que el mundo lo aplaudiría a rabiar pensando que su pontificado, con ese nombre, sería de continuidad aunque después se llevaran el chasco. Mejor que se llame Pio XIII o Benedicto XVII.
Pío, Benedicto, son precisamente los nombres polarizadores que no convienen a la buena causa.
Humanamente, para reparar a la Iglesia en ruinas, conviene un Francisco II y preferiblemente con astucia oriental.
Mejor buen administrador (el pusilánime Benedicto XVI lo fue pésimo) que no teólogo ni mucho menos místico.
Pero reconozco que esto son solamente cálculos humanos. Quiera Dios dignarse restaurar a su Iglesia.
A mi el funeral con la gran cavalcata hacia la otra Iglesia me recordo al de la Princesa Diana, si hubiesen querido algo sencillo, humilde y pobre podrian haber llevado al Papa de noche sin una gran audiencia. No la Iglesia no necesita a otro Francisco, necesita alguien a quien Dios es el centro, no el mundo. Necesitos mas que nunca sencillez, silencio, tiempo para pensar, meditar, Necesitamos un Sarah.
Los comentarios navales anteriores son francamente interesantes, pues contrastan dos puntos de vista diferentes y bien argumentados. Después de esos comentarios, inevitablemente surgen los acostumbrados de descalificaciones e insultos que no interesan a nadie. También algunos míos no deben ser acertados porque suelen quedar «sujetos a moderación», por tanto haré un sincero propósito de mejora. En cuanto a estos Cardenales Wim y Robert (me atrevo a llamarles por su nombre de pila como acercamiento y simpatía), creo que por su preparación y trayectoria serían grandes Papas. Los libros de S.E.R. Robert Sarah son verdaderamente extraordinarios por su amenidad y claridad. Si alguien todavía no los conoce le animaría que haga un simple acercamiento y quedará sorprendido. De S.E R. Willem Eijk no leído nada pero ya hago planes de hacerlo. Recuerdo que en mis etapas profesionales nos decían: una persona vale lo que valen sus resultados. Y podríamos añadir: no valen los artículos de mass-media.
Un problema canónico que deben solucionar, de lo contrario la Sede Vacante puede alargarse por impugnación canónica Universi Dominici Gregis (UDG,33) o a la espera del facellimiento de 13 cardenales. Pues, es el número que excede los 120 reglamentarios para que no sea nulo el Cónclave. Nadie habla de este lío.
Para el difunto Francisco únicamente existía una ley: su soberana voluntad absoluta. Ni los cánones ni las tradiciones, por los que tenía un manifiesto desprecio. También por el límite de 120 cardenales electores.
No creo, sin embargo, que exista caso jurídico de invalidez. Al dejar en más de 120 el número de cardenales menores de 80 años, Francisco derogó implícitamente ese límite de derecho humano instituido por Pablo VI.
Contrario a su vez, por cierto, al número máximo de 70 cardenales instituido por Sixto V en el siglo XVI y respetado hasta Juan XXIII.
«Francisco derogó implícitamente ese límite de derecho humano instituido por Pablo VI»
No lo hizo. La norma de «derecho humano» (los papas no son divinidades, ni todo lo que emana de su pluma es de derecho divino) que rige los cónclaves, no es de Pablo VI, sino de JPII: la Constitución Apostólica «Universi Dominici Gregis», que derogó todas las disposiciones anteriores (las de Sixto V o Pablo VI también), como puede comprobar:
«Igualmente declaro DEROGADAS, como ha sido establecido más arriba, todas las Constituciones y los Ordenamientos emanados a este respecto por los Romanos Pontífices, y al mismo tiempo declaro carente de todo valor cuanto se intentara hacer en sentido contrario a esta Constitución por cualquiera, con cualquier autoridad, consciente o inconscientemente».
El Concilio de Basilea limitó el número a 24, y Paulo IV a 40, que Sixto V se pasó por el forro pocos años después. Nada tan tradicional como cambiar ese limite.
El límite de 120 cardenales electores fue instituido por Pablo VI. Y mantenido desde entonces, también por Juan Pablo II.
Y es un límite de derecho humano, como todo lo relativo a la elección del Papa. No de derecho divino.
Pero Francisco no se tomaba la molestia de modificar las normas. Simplemente las despreciaba.
«El límite de 120 cardenales electores fue instituido por Pablo VI»
¿Y qué? Por lo que está vigente ese número es por la Constitución Apostólica de JPII, coincida o no con la derogada disposición de Pablo VI.
«Y es un límite de derecho humano, como todo lo relativo a la elección del Papa. No de derecho divino»
Eso ya se lo he dicho; no es necesario el eco.
En cuanto a su ultima apreciación, totalmente cierta.
Al consistorio de 2003, había 135 cardenales electores, que fueron perdiendo progresivametne los derechos por edad hasta que en el conclave de 2005 había 117 o 115. El problema de Francisco no fue que nombrara tal número, sino que murió antes que esos cardenales.
Necesitamos papas como Eijck, Sarah, Müller, Burke, Erdo, etc.
De la altura de Sarah y de Eijk no se duda; a mi me gustan mucho los escritos de Sarah en temas de fe y silencio.
Se puede o no estar de acuerdo con algunas posiciones pero no por eso se debe perder el respeto, ningún cardenal está allí sin mérito y en ellos se expresa la universalidad, las inquietudes y sensibilidades de la iglesia, aunque algunos nos sean más cercanos que otros.
Lo reprochable es la falta de criterio, veracidad y objetividad «periodística» de Gurpegui, que hacen dudar hasta de lo cierto y terminan perjudicando la imagen de sus defendidos.
Un poco de respetuosa prudencia y total confianza en el espíritu santo pueden ayudarnos a todos.
«ningún cardenal está allí sin mérito»
Usted bromea, sin duda. Aparte de por sus porno-ensayos y su amistad personal con el finado «amado líder», ¿cuál es el «merito» del Trucho para ser cardenal (y no digamos para haber sido prefecto del nuevo Dicasterio contra la Doctrina de la Fe? Y lo pongo a modo de ejemplo, entre docenas y docenas de cardenales a los cuales, o bien no se les conoce mérito alguno, o bien lo que se conoce de ellos son sus deméritos y manifiesta falta de la fe católica, siendo auténticos herejes.
«total confianza en el espíritu santo»
Primero, «Espíritu Santo» se escribe en mayúscula. Y segundo, la desconfianza no es en Él, sino en los señores cardenales, que son quienes votan. La mayoría de los cardenales electores han sido creados por Francisco (por ser de su cuerda o, al menos, por no oponerse a sus disparates y/o no corregirle). Así que, como para no desconfiar.
Benedicto XVI es la Gloria olivae de san Malaquías, el olivo que muerto vuelve a crecer. Ahora en el cónclave se aparecerá y dirá quién debe ser el nuevo Papa.
«ningún cardenal está allí sin mérito»
Usted bromea, sin duda. Aparte de por sus porno-ensayos y su amistad personal con el finado «amado líder», ¿cuál es el «merito» del Trucho para ser cardenal (y no digamos para haber sido prefecto del nuevo Dicasterio contra la Doctrina de la Fe? Y lo pongo a modo de ejemplo, entre docenas y docenas de cardenales a los cuales, o bien no se les conoce mérito alguno, o bien lo que se conoce de ellos son sus deméritos y manifiesta falta de la fe católica, siendo auténticos herejes.
«total confianza en el espíritu santo»
Primero, «Espíritu Santo» se escribe en mayúscula. Y segundo, la desconfianza no es en Él, sino en los señores cardenales, que son quienes votan. La mayoría de los cardenales electores han sido creados por Francisco (por ser de su cuerda o, al menos, por no oponerse a sus disparates y/o no corregirle). Así que, como para no desconfiar.
Obviamente esto ha salido aquí por error. Y a «Recuperar la fe en dos días» sólo cabe desearle eso mismo: que recupere la fe en dos días, o en dos años, pero que la recupere (si es que alguna vez la tuvo), y se deje de chorradas.
1. En el escenario actual, se elija a un Cardenal ortodoxo o heterodoxo es impugnable por cualquier Cardenal elector, por no cumplirse las normas que regula el Cónclave: límite de electores establecido en 120 (UDG,33) que sólo puede modificar el sucesor de Pedro.
2. El día 7 de mayo, Dios mediante, después de la procesión cardenalicia, una vez en el interior de la Capilla Sixtina, cada Cardenal elector presta el juramento previsto (UDG, 53).
3. Resulta embarazoso jurar en vano por no cumplir lo que se jura en su integridad, aunque desconozco si alguno jurará en falso por ignorar la Constitución Apostólica.
4. Otra norma para elegir válidamente un nuevo Papa es, que se requiere una mayoría de dos tercios de los electores presentes. Pero, si el número total de electores no es divisible por tres, será necesario un voto adicional. O si el número de las papeletas no se corresponde al número de los electores, hay que quemarlas todas y proceder inmediatamente a una segunda votación.