Es evidente que la reciente publicación del Anuario de la Conferencia Episcopal Española no es un acto casual, sino una declaración de intenciones.
Que el Santuario de Torreciudad destaque con fotografías en una obra de esta relevancia indica el claro apoyo de la mayoría de los obispos al valor espiritual y pastoral de este enclave, gestionado por el Opus Dei. Ante esta realidad, sería deseable que el obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez Pueyo, reconsiderase sus posiciones y pidiera disculpas por algunas declaraciones desafortunadas que han generado división y desconcierto.
Torreciudad es un lugar de referencia en la vida espiritual de miles de personas. Su desarrollo y pujanza se deben al esfuerzo conjunto de innumerables fieles, familias y comunidades, muchos de los cuales han aportado generosamente desde recursos materiales hasta su trabajo y oración. Este santuario, que se ha convertido en un foco de espiritualidad, merece respeto y apoyo, no controversias infundadas. Que la Conferencia Episcopal haya decidido destacarlo en su anuario parece una respuesta clara a quienes han tratado de desacreditarlo, y al mismo tiempo, un recordatorio de su importancia en el panorama eclesial de España.
Por ello, sorprende que el obispo Pérez Pueyo haya propagado ciertos rumores que rozan la injuria. Se habla de comentarios en Roma, Madrid y en la misma Ribagorza en los que se acusa al Opus Dei de ser un adversario personal del obispo, e incluso de instrumentalizar medios de comunicación, como este periódico, para minar su prestigio. Estas afirmaciones, además de carentes de fundamento, son profundamente injustas. Reconocemos y agradecemos la relevancia que el obispo otorga a este medio, pero no podemos aceptar que se nos etiquete como una “terminal mediática” al servicio de ningún grupo. Si algo caracteriza a este periódico es su independencia y su compromiso con una información objetiva y veraz.
Por otro lado, cabe recordar que la vitalidad de Torreciudad no es fruto del azar, sino del trabajo constante de quienes lo han promovido con dedicación y esfuerzo. Desde niños que donaron sus ahorros de la primera comunión hasta familias que han invertido tiempo y recursos en su construcción y mantenimiento, el santuario ha sido un proyecto colectivo de fe y amor. Reconocer esta realidad no disminuye a nadie, al contrario, engrandece a la Iglesia que camina unida.
Señor obispo, la confrontación no beneficia a nadie. Su insistencia en mantener una actitud beligerante hacia Torreciudad y quienes trabajan en su entorno no solo le aísla frente a la mayoría de sus compañeros en el episcopado, sino que también siembra dudas sobre el foco de su misión pastoral. Es evidente que la Conferencia Episcopal no comparte su postura, y desde Roma llegan señales de cansancio ante estas polémicas recurrentes.
Quizá sea el momento de dejar de lado estos enfrentamientos y centrarse en el gobierno de su diócesis, que sin duda requiere toda su atención y cuidado. La reconciliación y el entendimiento siempre son caminos más fructíferos que la confrontación. El pueblo de Dios, que busca unidad y guía espiritual, lo agradecería profundamente.