Ya es imposible ignorar el patrón, tan usual que roza la parodia: el Papa repite su advertencia contra la ‘frociaggine’ clerical y, al tiempo, recibe y alienta al norteamericano ‘apóstol de los LGBT’, padre James Martin.
“Tuve el honor de reunirme con el Papa Francisco para una conversación de una hora hoy en Casa Santa Marta”, empieza el tuit en el que el jesuita padre James Martin cuenta su enésima ‘confirmación’ en persona de su ministerio LGBT por el Santo Padre. “Con su autorización para compartir esto, el Santo Padre dijo que ha conocido a muchos buenos, seminaristas y sacerdotes, santos y célibes con tendencias homosexuales. Una vez más, confirmó mi ministerio con las personas LGBTQ y mostró su apertura y amor por la comunidad LGBTQ. También fue una gran alegría recibir su bendición en el 25º aniversario de mi ordenación sacerdotal”.
Al padre deben ya de tutearle los guardias suizos, de tanto que va a Roma a verse con el Papa en prolongadas audiencias privadas. Pero este caso es, en cierto modo, especial, porque forma parte de una campaña frenética de confusión en torno a la influencia LGBT dentro de la Iglesia.
Primero fue el escándalo de la ‘frociaggine’, ‘mariconería’, que fue la palabra empleada presuntamente por el pontífice para denunciar el exceso de homosexuales en los seminarios y la necesidad de ponerles coto. Fue en una reunión a puerta cerrada con los obispos italianos, pero se filtró la doble noticia: la de la advertencia y la del exabrupto poco halagador hacia las personas con tendencias homosexuales.
Pero que el Papa recomiende a los obispos que disuadan a los homosexuales de ingresar en el seminario no significa que él mismo no pueda animar, en carta autógrafa, a un homosexual a hacer eso mismo, lo que se supo había hecho unos días después, como si estuviese todo programado con precisión suiza para ‘hacer lío’ y quedar bien con todo el mundo. O irritar a todo el mundo, más probablemente.
Y se ha repetido el ‘pas de deux’ papal: vuelve a repetir la advertencia e, increíblemente, el término injurioso, esta vez en un encuentro privado con unos 160 sacerdotes en la Pontificia Universidad Salesiana del barrio Montesacro de Roma. Volvimos a tener paletada de cal; ¿alguien podía dudar que en seguida llegaría la de arena?