Las claves de ‘Dignitas infinita’: Contundente oposición al aborto, eutanasia, ideología de género y maternidad subrogada

Víctor Manuel Fernández Víctor Manuel Fernández
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El Vaticano ha publicado la declaración ‘Dignitas infinita’ cuya elaboración se ha ido desarrollando durante los últimos cinco años y que ha visto la luz de la mano del purpurado argentino.

En la presentación de este amplio texto, se destaca que «la Declaración recuerda los principios fundamentales y los supuestos teóricos para ofrecer importantes aclaraciones que puedan evitar las frecuentes confusiones que se producen en el uso del término “dignidad”».

Como ya informamos hace unas semanas, este texto pretende conjugar y mantener cierto equilibrio entre temas «conservadores» y temas «progresistas». Tal y como señala el cardenal Fernández en la introducción, «la lista de temas elegidos por la Declaración no es exhaustiva» ni pretende «agotar un tema tan rico y decisivo».

Entrando en materia, el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe comienza la Declaración haciendo un recorrida sobre la reflexión teológica y el pensamiento histórico cristiano sobre la dignidad humana. «Aunque cada ser humano posee una dignidad inalienable e intrínseca desde el principio de su existencia como don irrevocable, depende de su decisión libre y responsable expresarla y manifestarla en plenitud o empañarla», se lee en el punto 22 del documento.

El cardenal Fernández recuerda que «La Iglesia, por el contrario, insiste en el hecho de que la dignidad de toda persona humana, precisamente porque es intrínseca, permanece “más allá de toda circunstancia”, y su reconocimiento no puede depender, en modo alguno, del juicio sobre la capacidad de una persona para comprender y actuar libremente».

En ese sentido, Tucho Fernández denuncia que «a veces también se abusa del concepto de dignidad humana para justificar una multiplicación arbitraria de nuevos derechos, muchos de los cuales suelen ser contrarios a los definidos originalmente y no pocas veces se ponen en contradicción con el derecho fundamental a la vida».

Pobreza, guerras y abusos

A partir del punto 33, el cardenal Fernández desglosa una serie de temas que son «violaciones graves de la dignidad humana».

Fernández comienza denunciado el «drama de la pobreza» ya que considera que es «uno de los fenómenos que más contribuye a negar la dignidad de tantos seres humanos». También critica como otra «tragedia» la guerra ya que «con su estela de destrucción y dolor, la guerra atenta contra la dignidad humana a corto y largo plazo». Es por ello que esta Declaración sostiene que «ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. ¡Nunca más la guerra!»».

Este documento también critica la trata de personas que es considerada «una actividad innoble, una vergüenza para nuestras sociedades que se consideran civilizadas».

También se denuncia como un atentado contra la dignidad humana los abusos sexuales «por qué todo abuso sexual deja profundas cicatrices en el corazón de quienes lo sufren» y la violencia contra las mujeres. Sobre este tema, el documento critica que «en algunos países las desigualdades entre mujeres y varones son muy graves e incluso en los países más desarrollados y democráticos la realidad social concreta atestigua que a menudo no se reconoce a la mujer la misma dignidad que al varón», pero nada se dice de los países musulmanes donde la dignidad de la mujer es nula en muchos casos.

Aborto, maternidad subrogada y eutanasia

«La Iglesia no cesa de recordar que «la dignidad de todo ser humano tiene un carácter intrínseco y vale desde el momento de su concepción hasta su muerte natural», se lee en la Declaración en referencia al aborto.

Citando a san Juan Pablo II, se recuerda que «entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso».

En ese sentido, el cardenal Fernández afirma que «la aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida».

El prefecto de Doctrina de la Fe también critica la artimaña de hablar de “interrupción del embarazo”, ya que «tiende a ocultar su verdadera naturaleza y a atenuar su gravedad en la opinión pública».

«Se deberá, por tanto, afirmar con total fuerza y claridad, también en nuestro tiempo, que «esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano», se lee en el documento. Además, esta Declaración tiene un gesto al destacar explícitamente el «compromiso generoso y valiente de santa Teresa de Calcuta en defensa de todo concebido».

También se reitera la oposición de la Iglesia católica a la maternidad subrogada. Se denuncia en el texto que esta práctica convierte al niño, «inmensamente digno en un mero objeto». Es por ello que el cardenal Fernández sostiene que «la práctica de la maternidad subrogada viola, ante todo, la dignidad del niño» y también «la dignidad de la propia mujer que o se ve obligada a ello o decide libremente someterse. Con esta práctica, la mujer se desvincula del hijo que crece en ella y se convierte en un mero medio al servicio del beneficio o del deseo arbitrario de otros».

Esta Declaración sobre la dignidad humana dedica un buen trozo a la eutanasia y suicidio asistido ya que «tiene la peculiaridad de utilizar un concepto erróneo de la dignidad humana para volverla contra la vida misma».

Frente a la opinión errónea de que las leyes de eutanasia son compatibles con el respeto a la dignidad humana, el cardenal Víctor Manuel Fernández reafirma que «el sufrimiento no hace perder al enfermo esa dignidad que le es intrínseca e inalienablemente propia, sino que puede convertirse en una oportunidad para reforzar los lazos de pertenencia mutua y tomar mayor conciencia de lo preciosa que es cada persona para el conjunto de la humanidad».

Ideología de género y cambio de sexo

Respecto a la ideología de género, en primero lugar el prefecto de Doctrina de la Fe aborda esta cuestión señalando que «hay que denunciar como contrario a la dignidad humana que en algunos lugares se encarcele, torture e incluso prive del bien de la vida, a no pocas personas, únicamente por su orientación sexual».

Sobre la «teoría de género» la Declaración de Doctrina de la Fe denuncia que «querer disponer de sí mismo, como prescribe la teoría de género, sin tener en cuenta esta verdad fundamental de la vida humana como don, no significa otra cosa que ceder a la vieja tentación de que el ser humano se convierta en Dios».

Es por ello que el documento pone en valor la «diferencia sexual» como la diferencia «más bella y la más poderosa» ya que «logra, en la pareja varón-mujer, la reciprocidad más admirable y es, por tanto, la fuente de ese milagro que nunca deja de asombrarnos que es la llegada de nuevos seres humanos al mundo».

La Declaración vaticana defiende que «debe rechazarse todo intento de ocultar la referencia a la evidente diferencia sexual entre hombres y mujeres».

Sobre el cambio de sexo, el documento afirma que «la dignidad del cuerpo no puede considerarse inferior a la de la persona como tal». En ese sentido, se afirma que «toda operación de cambio de sexo, por regla general, corre el riesgo de atentar contra la dignidad única que la persona ha recibido desde el momento de la concepción» aunque se matiza que «esto no significa que se excluya la posibilidad que una persona afectada por anomalías genitales, que ya son evidentes al nacer o que se desarrollan posteriormente, pueda optar por recibir asistencia médica con el objetivo de resolver esas anomalías. En este caso, la operación no constituiría un cambio de sexo en el sentido que aquí se entiende».